
Catorce familias están siendo desplazadas de sus puestos de trabajo en el Palacio del Colesterol para construir escenarios deportivos y el auditorio de la Filarmónica. Piden que les permitan seguir trabajando
Juan Carlos Hurtado Fonseca
@Aurelianolatino
En marzo de 2020 fue la última vez que, producto de la crisis sanitaria mundial, Ludyn Erlinda Soto abrió su puesto de cuchuco y asados en el conocido Palacio del Colesterol en El Campín de Bogotá.
Ludyn con su esposo Carlos Parra y su hija Ximena abrían el negocio los días que había partido de fútbol: los sábados, domingos, o entre semana miércoles y jueves. Aquellas jornadas iniciaban a las tres y media de la mañana, cuando los juegos eran a las tres o a las cinco de la tarde.
“A esa hora se ponían a cocinar las gallinas, se ponían a cocinar las carnes, arreglar lo de las sopas porque con mi esposo vendíamos cuchuco con espinazo y mondongo. Había que alistar los implementos de trabajo, todo lo que es el mercado, desde el día anterior se ha arreglado la papa. Dependiendo el partido se decide la cantidad de mercado que se llevaba porque no a todos se lleva la misma cantidad”, comenta Ludyn Erlinda, quien a sus 63 años ha estado 35 en ese ajetreo.
Su esposo, de 65 años, ha estado toda la vida en esas labores porque es hijo de una de las fundadoras de este emblemático lugar capitalino, doña María Otilia Torres.
A las nueve de la mañana cargaban el carro y se dirigían al estadio, donde se encontraban con otras personas a quienes daban trabajo. “Se organizaba todo, se prendían las estufas, se hacía aseo al puesto, mi esposo hacía limpiar el brasero para las carnes, organizábamos todo en las vitrinas para la morcilla, la longaniza, la gallina, o los huesos de marrano. Cada que llegaba un cliente se ponía en el asador lo que pedía”, recuerda Ludyn. De esta familia, al negocio asistían su esposo y su hija Ximena quien era la encargada del manejo del dinero.
El proyecto
De esta manera, este matrimonio de 41 años ha logrado que sus cuatro hijos sean profesionales, tres en el área de la salud y una en educación. Ahora, el problema es que luego del inicio de la reactivación económica no les han renovado el contrato de aprovechamiento económico que tienen con el Instituto Distrital de Recreación y Deporte, IDRD, caducado en mayo del año pasado. “Nos daban tres meses más para volver a organizar los documentos, pero en esta ocasión nunca nos dijeron nada”, señala doña Ludyn Soto.
El fútbol regresó, los hinchas volvieron al estadio, pero este año ya no encontraron el lugar en el que acostumbraban encontrarse para compartir comida típica y analizar los pormenores de los encuentros deportivos.
Ante la situación, las familias afectadas pidieron explicaciones y exigieron volver a firmar los contratos. Por un tiempo solo hubo silencio oficial. Ante su insistencia y la de algunos concejales para que Blanca Durán, directora del IDRD, diera respuesta, esta por fin se dio el pasado 21 de septiembre en Blu Radio.
“Todo eso sale de ahí y hacemos un gran proyecto en el cual se amplía el estadio El Campín y se construye el auditorio de la Filarmónica de Bogotá, que ha sido un sueño y un deseo constante de la ciudad, y se incluyen unas obras de urbanismo, unos escenarios deportivos, unas piscinas, y todo esto nos permite que toda esta zona se active, se renueve, tenga nueva vitalidad. Por eso es tan necesario en este momento hacer este proyecto”.
En palabras de Heidy Sánchez, concejala de la Unión Patriótica, y quien ha acompañado y apoyado a estos comerciantes, lo que se tiene planeado es tumbar El Campincito y el Palacio del Colesterol para construir y ampliar la oferta de servicios culturales, deportivos y otros como comidas y bebidas. “Allí no podrían entrar las personas que por años han estado ahí, dado que al ser una alianza público-privada lo que se persigue son ganancias per se para privados, pues esto incrementaría el valor de los arriendos. Se supone que el 12 de octubre salen nuevos estudios para esta alianza”.
Las opciones
En declaraciones ante los medios de comunicación, la alcaldesa Claudia López dijo que solo eran 12 personas y que la ciudad cuenta con el espacio y la disposición de la administración distrital para ser reubicadas.
A las afirmaciones, la concejala Heidy Sánchez respondió que la burgomaestre había sido despectiva por minimizar a las familias y el estatus cultural que tiene el Palacio del Colesterol. Además, que el IDRD les daba la espalda a los comerciantes.
Por su parte, Ludyn Erlinda Soto manifestó: “No queremos que nos reubiquen en un parque, la idea de nosotros es que somos trabajadores que siempre hemos dependido de la clientela del fútbol. Hemos pedido citas con la directora del Instituto, la señora Blanca Durán, y con el subdirector, pero no hemos tenido respuestas”.
La comerciante agregó que ellos se deben a los clientes del estadio, y al salir de ahí implicaría volver a empezar para ganarlos nuevamente, que estos no se consiguen de un día para otro: “¿Por qué en esa alianza público-privada que van a hacer no nos hacen un espacio a nosotros? La señora Blanca dice que nosotros no somos sino 12 personas, no valemos nada para ella, lo que no sabe es que esas personas contratan a muchas más como a la que lava la loza, la que atiende las mesas, y ellas tienen familias. Son más de 60 familias que dependen del Palacio del Colesterol. Son 59 años de funcionamiento y deben respetar nuestra trayectoria, nuestros puestos de trabajo. No pueden sacarnos como si fuéramos basura”.
Fútbol sin comida
Al cierre de esta edición de VOZ se realizaba una reunión con representantes del IDRD, concejales y los comerciantes que representan 14 casetas de comida, la batería de baños y el celador, para explorar salidas viables para todos.
“No mendigamos, necesitamos nuestro puesto de trabajo, exigimos que nos respeten como personas, como cabezas de hogar, como ciudadanos. Nuestro puesto de trabajo lo tenemos ganado hace 59 años que se ha hecho ladrillo a ladrillo por quienes iniciaron esto sobre un espacio que donó don Nemesio Camacho”, exige doña Ludyn Soto.
Para la concejala Sánchez, la solución pasa porque les hagan un nuevo contrato donde están actualmente y que sean incluidos dentro de la alianza público-privada, para que no sean desplazados a lugares donde no contarán con su clientela: “Sus clientes provienen de la hinchada, del fútbol, de quienes visitan el estadio. En caso de reubicación, la administración tendría que brindarles garantías en igual o mejores condiciones”. El problema es que no hay voluntad política para esta salida.
Mientras se encuentra una solución, los hinchas seguirán asistiendo a El Campín a ver a sus equipos, aunque ya no encontrarán el puesto de Los Viejitos, el de La señora Tulia, el puesto de La Abuela, o el de La Tía en donde acostumbraban a comer y a parlar sobre fútbol.
En la familia de doña Ludyn se han repartido la fuente de sus decepciones y alegrías futbolísticas. Su esposo y sus hijos son hinchas de Santa Fe y algunos familiares lo son de Millonarios. Ella prefiere a los rojiblancos, ve sus partidos, aunque deja claro que no es un tema que la trasnoche: “A mí el fútbol no me mata, me mataría que nos sacaran del Palacio del Colesterol”.