
Los resultados de las más recientes encuestas muestran una favorabilidad del Pacto Histórico, lo que no debe llevar a un exceso de confianza, sino a un trabajo más arduo y comprometido
Roberto Amorebieta
@amorebieta7
Recientemente se han publicado varias encuestas que miden la percepción de la ciudadanía frente a diversos temas de coyuntura, entre los que por supuesto están las preferencias electorales para 2022. Sin pretender entrar en demasiados detalles, sí merece la pena profundizar en algunos aspectos que dejan entrever las aspiraciones de la gente y sus sensaciones sobre lo que está ocurriendo en Colombia.
Aunque vale advertir que las encuestas no son sino eso, encuestas. No son la verdad, ni tampoco son una imagen en alta definición de la realidad, son apenas un elemento de juicio que permite hacerse una idea de lo que están pensando las personas.
Petro en punta
La noticia más llamativa no es solo la firme posición de Gustavo Petro en el primer lugar de todas las encuestas de intención de voto para 2022, sino el primer lugar que obtiene el Pacto Histórico en las consultas internas de marzo, simultáneamente con las elecciones para Congreso. Como se sabe, las consultas internas son un trampolín que consagra a sus ganadores como punteros, de modo que, de confirmarse estos resultados, marzo puede ser la cuota inicial del triunfo de la izquierda en las presidenciales de mayo y junio.
Otro dato que llama la atención es la composición de la base de votantes del Pacto Histórico. Es impresionante observar como más de la mitad de quienes están entre los 18 y los 35 años se muestran proclives a votar por la coalición de centroizquierda. Es decir, se confirma que quienes están movilizando el cambio de país en estos momentos son las y los jóvenes, que más allá de los clichés sobre su grupo etario, están demostrando ser la generación no de la hipersensibilidad sino de la indignación. Están, eso sí, a punto de demostrar que son también la generación de la transformación.
Pero lo llamativo no es solo la composición por edades sino también por tendencia ideológica. Es muy interesante que el 22% de los posibles votantes que se identifican como de derecha, dicen que votarán por el Pacto Histórico, así como el 48% de los que no se identifican con ninguna tendencia política. Ello demuestra que más allá de la posición política, es claro que la gente está cansada del estado de cosas actual y reclama un cambio profundo que solo puede ser posible con un gobierno popular.
Desprestigio institucional
Se mantiene la tendencia de aumento de la desfavorabilidad de casi todas las instituciones del Estado y del régimen político. Únicamente la Iglesia católica, las Fuerzas Militares, los empresarios y las redes sociales tienen una percepción positiva más alta que la negativa. De resto, todos se rajan. No son solo los organismos estatales como la Presidencia, la justicia, los organismos de control, el Congreso o la Policía, también actores como los medios de comunicación, los sindicatos o los partidos políticos.
Por supuesto, semejante desaprobación solo se explica en la persistente labor que muchos de ellos han llevado a cabo para labrarse esa disconformidad, sino con un estado de ánimo generalizado de descontento, de desencanto y de decepción con la clase dominante y con el Estado.
Es cierto, se siente un ánimo de pesimismo entre las personas, los precios de los alimentos no paran de subir, la reactivación post pandemia no llega de la misma forma a todos los segmentos, continúa la violencia contra las comunidades en el campo y la inseguridad está disparada en las ciudades. Esa situación lleva a que la ciudadanía se sienta desamparada, más aún cuando para todos es evidente que el Gobierno está encabezado por una pandilla de incompetentes que sabiéndose de salida, han aumentado la velocidad del robo y la depredación de lo público.
Ello, por supuesto, es una oportunidad. Semejante desencanto de la ciudadanía con las instituciones debe ser una motivación adicional para que el nuevo gobierno popular restablezca la confianza en lo público a partir de la reconstrucción de entidades profundamente desprestigiadas como el Congreso o la Policía, pero también desde un ejercicio de la función pública honesto, responsable y eficaz de todos los servidores, funcionarios y contratistas que hagan parte de las entidades del próximo gobierno.
Campaña sucia
No obstante los buenos resultados de las más recientes encuestas, no debemos ser triunfalistas ni pensar que ya está todo ganado. Así como hay muchas personas que dan a Petro como el próximo presidente, hay muchos en la derecha y en el Establecimiento que se están preparando para lo que seguramente será la campaña presidencial más sucia de la historia.
Porque no es solo las consabidas amenazas de muerte que se profieren contra dirigentes del Pacto Histórico cada semana con la inoperancia de las autoridades, es también la avalancha de noticias falsas y de informaciones manipuladas que ya están comenzado a circular profusamente por las redes sociales.
El ejemplo de la hermana Chile es revelador, ya que allí se está disputando una crucial elección presidencial que puede sepultar o potenciar el proceso de cambio que comenzó en 2019 con el levantamiento popular y que ha conducido a una Constituyente. El ambiente político chileno se ha enrarecido las últimas semanas por cuenta de una feroz estrategia comunicacional desplegada por varios portales de noticias falsas y figuras reconocidas en las redes sociales.
El candidato de la centroizquierda, Gabriel Boric, ha sido objeto de la más rocambolesca serie de acusaciones, como ser un pedófilo, un maltratador de animales, violador, corrupto, drogadicto y otras lindezas semejantes.
Por supuesto, este tipo de prácticas no son espontáneas, por el contrario, obedecen a una calculada estrategia inspirada por los manuales del señor Steve Bannon, quien se ha vuelto el gurú electoral de la ultraderecha en todo Occidente.
Desde Vox en el Estado español y Trump en Estados Unidos, pasando por el Yunque en México, Bolsonaro en Brasil, Kast en Chile y María Fernanda Cabal en nuestro país, la ultraderecha se organiza alrededor de la llamada “Carta de Madrid” que pretende “frenar la creciente influencia comunista en la hispanósfera” y garantizar la preeminencia de los intereses del gran capital.
Comunismo o libertad
Este lema, acuñado por la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, una de las figuras en ascenso de la ultraderecha española, ha servido para movilizar el voto conservador y además visibilizar el núcleo duro del discurso de esta tendencia ideológica, que ya está siendo utilizado en otras latitudes debido al éxito que demostró en las más recientes elecciones regionales del país ibérico.
El falso dilema que oculta la proposición no debe distraernos de su eficacia. La grosera simplicidad que ostenta la afirmación no debe hacernos caer en debates interminables. Es claro que el comunismo significa libertad, pero ponerlos en oposición lleva a dos apreciaciones equivocadas.
Primero, que las propuestas socialdemócratas y progresistas que se están agitando son en realidad, comunistas. Ello impide ver los matices entre las propuestas y se otorga a todo el programa una connotación peligrosa. Por otro lado, proponer “libertad” alude al sentimiento más importante de muchas personas en tiempos de confinamiento y restricciones.
Lo anterior hace que esta consigna, a pesar de su engañosa falsedad, resulte muy atractiva para muchos votantes. Este es el tipo de cosas que tendremos que enfrentar en la campaña: manipulaciones, calumnias, noticias falsas. Hará falta mucha paciencia, pedagogía respetuosa y claridad para explicar las propuestas del Pacto Histórico.