
La política minero-energética que se diseñe en el mediano y largo plazo para el país, va a ser determinante en el marco del cambio climático o crisis ambiental que está afectando todo el planeta
Iván Posada Pedraza
Desde varias tribunas internacionales, pactos, acuerdos, etc. se ha planteado la urgencia de tomar medidas inmediatas para detener el acelerado calentamiento global, de lo contrario, los daños serán irreversibles, que incluso comprometen la vida humana.
En lo que respecta a la política energética en el país, en los últimos 20 años se aplicó la nefasta locomotora minero – energética que en esencia consistió en el extractivismo de recursos fósiles y minerales para satisfacer la creciente demanda de estos por parte de las potencias industrializadas. Proceso que se acentuó aún más por la presencia de China en el mercado mundial de los recursos naturales y más recientemente con el surgimiento de la India en esta especie de rapiña por las fuentes energéticas. Lo anterior en el contexto de la globalización donde “especializan” a las naciones dependientes para que suministren las materias primas que son transformadas en los países capitalistas desarrollados.
Las secuelas
En Colombia, las consecuencias de esta política las podemos resumir en los siguientes aspectos:
En lo ambiental, la explotación intensiva de los recursos minero – energéticos por parte de las transnacionales en los territorios ha dejado una serie de daños irreversibles: regiones aptas para agricultura o ganadería se convirtieron en terrenos estériles donde ya no será posible revertir la vocación natural que tenían; desvío y contaminación de fuentes hídricas, empleo de sustancias químicas altamente contaminantes como el mercurio; incluso la laxa legislación sobre protección ambiental permite la explotación de recursos en zonas de páramo. (Santurbán, Santander, por ejemplo).
En lo económico, el sector minero–energético no genera volúmenes importantes de mano de obra, unos 200.000 empleos en todo el país, porque es un sector que maneja alto grado de mecanización y automatización. En lo industrial, el país no se apropia de las industrias derivadas. Escasamente en el proceso de refinación se producen algunos derivados del crudo en las refinerías de Barranca y Cartagena, y con el carbón ocurre algo similar.
En lo social, la minería y las megaobras para generar energía, han traído como consecuencia el desplazamiento masivo de las poblaciones que habitaban las regiones circunvecinas. Muchas familias se han visto obligadas a cambiar sus hábitos tradicionales de trabajo y subsistencia. Para la construcción de la represa de Hidroituango cientos de hogares campesinos fueron desplazados, y ahora con la emergencia que se presentó recientemente se produjo otra ola de desplazamiento ante el riesgo inminente para la vida de los habitantes del área de influencia de la represa.
Ahora, desde el Ministerio de Minas y Energía, se está tratando de implantar el sistema de fraccionamiento o fracking, basado en la utilización de químicos mezclados con grandes cantidades de agua a alta presión para extraer crudo y gas contenidos en las rocas a grandes profundidades. Está probado que este sistema es altamente contaminante de los acuíferos. Las comunidades de varias regiones del país se han manifestado abiertamente en contra de la actividad extractivista en sus regiones mediante consultas populares.
El nuevo modelo
Cerca del 70 por ciento de la energía que se produce en el país proviene de las hidroeléctricas, le siguen en su orden el petróleo, el gas y el carbón y en energías limpias apenas el 1 por ciento. El nuevo modelo que se plantea es una transición gradual para el reemplazo de los combustibles fósiles (crudo y carbón) por otras fuentes no contaminantes, teniendo en cuenta que precisamente el uso de estas fuentes ha sido determinante para el cambio climático que hoy amenaza al mundo entero. El Consejo Mundial de Energía reunido en Estambul en 2016 exhortó a los países a involucrarse en la transición energética que implica el paso al uso de energías limpias como la eólica, solar, geotérmica, eléctrica (para el transporte de pasajeros y carga ya que la gasolina y el diesel empleados hoy día, son altamente contaminantes). En cuanto a reservas, varios estudios indican que en 40 años el petróleo va a escasear, otra justificación válida para la búsqueda de energías alternativas.
En Colombia están dadas las condiciones para iniciar este proceso ya que en energía eólica y solar el país posee una serie de ventajas comparativas en cuanto a recursos energéticos no convencionales. En 2017 bajo la dirección del Ideam se hizo el levantamiento de los mapas solar y de viento para el empleo de estas fuentes a futuro. En esta propuesta de conversión a las energías limpias Ecopetrol pasaría a ser una empresa generadora de energía cambiando radicalmente el rol de la petrolera con respecto a lo que es hoy: apéndice de las transnacionales que explotan los hidrocarburos.
Viabilidad
De acuerdo con cálculos de Bloomberg New Energy Finance (BNEF), New Energy Outlook 2016, los costos de producir energía eólica para el año 2040 pueden disminuir en 40 por ciento y para la energía solar se proyecta una disminución del 60 por ciento. Luego con una acertada política pública dirigida al empleo de estas fuentes, el paso a energías no contaminantes es perfectamente viable.