Jaime Cedano Roldán
@Cedano85
Sesenta mil personas coparon las calles de Altsasu, un municipio de la Comunidad Foral de Navarra que no llega tan siquiera a los diez mil habitantes, en una extraordinaria demostración de solidaridad ciudadana ante la condena proferida a unos muchachos del pueblo que en una noche de copas se liaron a puñetazos con unos policías que andaban de paisano y también de copas.
La pelotera fue considerada y juzgada como una acción terrorista, a los enjuiciados se les negó la libertad provisional a la que tenían derecho, el juicio fue una farsa total, y finalmente fueron condenados a penas que van entre dos y trece años de cárcel. Aunque la Audiencia Nacional retiró la acusación de terrorismo, mantuvo las elevadas y arbitrarias condenas.
Simultáneamente un joven poeta bogotano recibía una multa cercana a los trescientos dólares por vender poemas escritos en una vieja máquina de escribir en una placita del barrio de Usaquén, lo que según el código de policía es una indebida utilización del espacio público. Y mientras los jóvenes de Altsasu reciben de la justicia española el tratamiento reservado a temibles terroristas y el joven poeta era inmovilizado y tratado como un vulgar traficante, un joven bombero sevillano se prepara para enfrentar un juicio en Italia en el que puede ser condenado a veinte años de cárcel sindicado de “tráfico de personas”.
Es uno de los bomberos que en forma voluntaria estuvo participando en las labores de rescate de los náufragos que se hundían en el Mediterráneo huyendo de las guerras, las pestes y los desastres que por décadas infinitas azotan a muchos países africanos; fugitivos que tras sus largas e inverosímiles travesías por los desiertos se salvaban de caer en las garras de los vendedores libios de esclavos, esos que llegaron tras la “primavera árabe” promocionada por occidente y aplaudida por sectores de la progresía internacional.
Podríamos hacer una larga lista de aberraciones judiciales como las que le cerraron el paso a Lula, las que lo intentan con Cristina Kirschner o con Rafael Correa, o el estrámbotico juicio en Madrid a los independentistas catalanes, que aunque en su mayoría sean pródigamente neoliberales y de derechas, no deja de ser condenable un juicio por sedición y rebelión donde los fiscales no indagan por tanquetas, explosivos u otras armas letales sino por el envío de correos electrónicos o los testigos que llevan para mostrar la violencia de la rebelión solo pueden recordar consignas, cánticos y algunos gritos subidos de tono.
Como diría Discépolo “vivimos revolcaos en un merengue y en el mismo lodo todos manoseados”. Para algunos la única preocupación es el lodo en los ferragamo de Petro. El resto, el resto que siga igual.