Magnolia Agudelo Velásquez
La primera semana de octubre se llevó a cabo en Florencia, Caquetá, la segunda ‘Escuela de Formación Política de Mujeres por la Paz: Hilando saberes para tejer resistencias’, con el apoyo de la Fundación Heinrich Böll e ILSA. Escuela que nombramos: Rosmery Londoño Gil en homenaje a nuestra entrañable camarada, a un año de su dolorosa partida.
Espacio de reflexión y análisis crítico que contribuyó a fortalecer el liderazgo social y político de las mujeres, con impronta en construcción de paz, en procesos de planeación territorial, defensa de los derechos de las mujeres y lucha social.
Trayectorias que deben revertirse en mayor participación política, para cerrar la brecha de representación política de las mujeres. En las recientes elecciones legislativas las mujeres alcanzaron menos del 20% del total de curules en el Congreso y en los concejos municipales solo el 12,2%.
Uno de los retos de la escuela fue contribuir, “para que las organizaciones articuladas a Mujeres por la Paz tengan mayores elementos para participar en la contienda electoral con agendas colectivas, con las herramientas de cómo hacer la política desde la perspectiva feminista y la defensa de los derechos de las mujeres”.
Esta iniciativa fortalece liderazgos colectivos, agendas de construcción de paz y derechos de las mujeres y garantizan su participación en espacios de decisión y representación como los Consejos Municipales y Distritales de Juventud, las curules de las Circunscripciones Especiales de Paz y el Congreso de la República en el 2022.
El intercambio de saberes a partir del reconocimiento de las experiencias, resistencias y de la práctica política de las mujeres asistentes a la escuela, se dio aún en las complejas circunstancias, por las implicaciones de la pandemia y se basó en la profundización de las desigualdades agravadas por el no cumplimiento estatal del Acuerdo de Paz, que derivan en la continuidad del conflicto armado en este territorio, afectando en especial la vida de las mujeres.
A pesar de estas condiciones las mujeres persisten en la lucha por la paz, por la solución política al conflicto y por su visibilización en la participación política.
Las enseñanzas de las mujeres, de las abuelas, las madres, las firmantes del Acuerdo de Paz, de las campesinas e indígenas, las jóvenes estudiantes, de las raspachinas, las trabajadoras y de las luchadoras de este territorio perviven en el legado de miles de mujeres, donde nuestra compañera Rosmery ha dejado huella y continúa abrigando con su sonrisa fresca y compromiso de lucha a quienes continuamos y han recogido sus banderas que se multiplican y expanden en el paro, en la lucha por la tierra, el trabajo digno, la renta básica y por una vida libre de violencias.
Legado que se proyecta en el Pacto Histórico como alternativa para avanzar en la superación de la profunda crisis de la política colombiana; convergencia que ha conformado listas paritarias con un enfoque de género y diferencial, interpretando la presencia de las mujeres, de las personas LGBTI, de la juventud, del movimiento indígena, afro y raizal.
Rosmery está presente en cada amanecer radiante, en la vida cotidiana de quienes tuvimos la oportunidad de aprender de sus enseñanzas, en las luchas y caminar de las mujeres y el pueblo colombiano por la participación política con garantías, en la defensa de la vida, en la apuesta por la implementación del Acuerdo de Paz y por construir un país con justicia social y de géneros.