El ESMAD: la represión y el atmoterrorismo.

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Víctor Valdivieso

«Me arrebatáis la vida cuando me arrebatáis los medios que me permiten vivir».

Shakespeare.

En las últimas semanas hemos asistido a un repunte o a un ascenso en la lucha de masas en Colombia, así lo demuestran las distintas resistencias regionales contra la megaminería, las actividades organizadas frente a la revocatoria de Peñalosa, los paros en el Chocó y en Buenaventura y el heroico paro del magisterio. De hecho, este ciclo de lucha demuestra la vigenciade las variadas formas de interpelar al statu quo, las cuales deben ser traslapadas, canalizadas y orientadas hacia los demás sectores populares del país.

Pero desde luego, estas resistencias han encontrado en el Estado colombiano una respuesta sumamente agresiva ysanguinaria. Pues bien, dentro de los muchos mecanismos y dispositivos que utiliza el Estado para sofocar y reprimir la protesta social, hay uno que vale la pena resaltar por la barbarie que su poderío desata contra los seres humanos: El ESMAD. Este aparato, desde finalesde la década de los noventa hasta la fecha, ha develado como se ejerce, de manera anti-humana, la violencia legal y el terrorismo de Estado contra el pueblo colombiano. Aunqueclaro este escuadrón es justificado discursivamente y de manera legal con el argumento ficticio de estar para defender la seguridad -desde luego de clase- y garantizar el orden de nuestra sociedad. No obstante, lo cierto es que su fin no es otro que el de amilanar, con terror y por la fuerza, la emergencia de los movimientos sociales Así lo vimos y lo constatamos en los vídeos de la semana pasada que registraron la agresión policiva hacia los distintos manifestantes.

Ahora bien, ¿de dónde provienen esas políticas represivas? En principio, este modelo de esquema antidisturbios se soporta en una doctrina de guerra civil autoritaria acompasada de la implementación de armas “no letales” de combate. De todos estos dispositivos implementados para causar daño, aparte del instrumento para abollar ideologías -como decía Mafalda- o el escudo o la indumentaria de RoboCop, lo que más me interesa analizar en este texto es el origen y el devenir del uso del gas lacrimógeno como arma de confrontación, es decir, la implementación del atmoterrorismo.

Genealogía del atmoterrorismo.

Este concepto lo leí por primera vez en una obra filosófica de vital importancia que se titula:Temblores de aire, en las fuentes del terror, del pensador alemán Peter Sloterdijk, elmismo escritor de la Crítica de la razón cínica. Allí se lee una posición muy sugestivasobre el viraje de la forma de confrontación que se dio en el campo de batalla luego de la primera guerra mundial. Desde ese momento el modus operandi del terrorismo, que según él acompaña a nuestros días, más que ocuparse de la integridad física del otro, del adversario, se ocupa de su entorno, de su medio ambiente.Por eso señala el filósofo que: “El siglo XX pasará a la memoria histórica como la época cuya idea decisiva de la guerra ya no es apuntar al cuerpo del enemigo sino a su medio ambiente[1]

Así pues,tal como se sigue en el prólogo de Nicolás Sánchez Durá, el libro de Sloterdijk trata sobre el uso en distintos escenarios de armas químicas.Es decir, el libro trata sobre la utilización del aire y del ambientecomo el espacio de confrontación entre unos y otros. Por tanto, el atmoterrorismo es el ejercicio por el cual:(…) lo explícito de nuestro ser-en-el-mundo tiene la característica de construir el medio ambiente como objeto de combate.[2]De otro modo,desde que se instauró esa práctica, el objetivo de la guerra es aniquilar al otro a través de la aniquilación de su entorno.

Ahora bien, para este pensadoresta práctica macabra se inauguró en la batalla Yprés, precisamente el 22 de abril de 1915. Es decir, esa fechase constituyó como la primera escena de terror en la que se utilizó gas clórico con fines militares. Según Sloterdijk, el atmoterrorismo comenzó una vez que los soldados alemanesvertieronaproximadamente 150 toneladas de gas contra las tropas francesas. De hecho, se cree que el gas se expandió en una nube de seis kilómetros de ancho dejando a su paso un sinnúmero de víctimas. Despuésde esto, ambos bandos asumieron los mismos dispositivos letales o la misma táctica de guerra. De hecho se cuenta que en 1918 una de las víctimas más reconocidas del gas iperita o gas mostaza fue el entonces cabo Adolf Hitler. Cosa que el mismo nazi contó posteriormente en sus memorias.

Con todo, lo importante de este acontecimiento para la reflexión filosóficatiene que ver con el traslado de estas prácticas militares a otros espacios de la existencia humana. Después del uso militar, el atmoterrorismo se extendió a la vida civil. En consecuencia se propagó y se naturalizó esa barbarie, incluso es defendida por la legislación colombiana. Así, del gas ciclón A, que se utilizó para “desinfectar” judíos, se pasó al ciclón B, gas utilizado para matar en los campos de exterminio nazi. Pasamos de la cámara de gas, de la “justicia” norteamericana, a las bombas de Napalm en los campos de Vietnam. Y para nuestro caso, pasamos del glifosato y los pesticidas del Plan Colombia hasta llegar a las armas del ESMAD.

En consecuencia, el escuadrón de policías, además de ser un agente diseñado exclusivamente para la represión, es el heredero contemporáneo del atmoterrorismo. Tal como lo hicieron los alemanes, el ESMAD hoy utiliza como objetivo de guerra, en las manifestaciones civiles, los medios primarios de la vida, como el aire, el ambiente y la atmosfera, para instaurar el terror. Su estrategia sombría consiste en atacar el medio aeróbico del ser humano para que cuando las víctimas –manifestantes- respiren, inhalen aquello que los perjudica y los mata. Por lo tanto, nos matan al matar nuestro entorno.

Así las cosas, un Estado que se arroga el epíteto de democrático no puede seguir editando, en las calles, las prácticas terroristas de la segunda guerra mundial. Es más, como dice el filósofo alemán, uno pensaría que: El terror es algo que, por un lado, sus actores interpretan siempre como un contragolpe, mientras que, por el otro, sus testigos presenciales y víctimas desearían ver siempre como un fenómeno ya superado y eliminado[3]. Por ende, debemos cerrar el ciclo del terrorismo de Estado, sobre todo en épocas de “posacuerdo” de paz. Es más, hoy adquiera mucho sentido y demasiada preponderancia desatar una resistencia colectiva, entre todos, en función del desmonte de este aparato terrorista. Es decir, necesitamos desmontar el atmoterrorismo.

[1]Sloterdijk, Peter. Temblores de aire, en las fuentes del terror. Pretextos. Valencia. 2003. Pág. 45

[2] Ibídem.

[3] Ibídem. Pág. 56.