El Pentágono avanza hacia la militarización del espacio y se prepara para una guerra espacial. Detener esa amenaza, es una nueva tarea en la agenda de los luchadores por la paz en el mundo
Alberto Acevedo
Presupuesto récord por un monto de 717.000 millones de dólares, el más alto en toda la historia militar de los Estados Unidos, fue aprobado por el congreso, y sancionado como ley de gastos de la nación por el presidente Trump el pasado 13 de agosto.
Semejante base financiera, no solo cimenta una crecida burocracia parasitaria en los altos mandos militares de la primera potencia del mundo, sino que afianza una agresiva política intervencionista a escala global, que tiene como objetivo posicionar los intereses económicos y estratégicos de la nación norteamericana, en su tarea de apropiarse de recursos naturales esenciales en otros países y consolidar su influencia, que en esta ocasión es disputada por naciones como Rusia, China e India.
Para que no quepa duda del ambiente febril, intervencionista, que anima la aprobación del nuevo presupuesto militar norteamericano, coincidiendo con la sanción presidencial de la norma, se han producido diversos hechos que confirman ese ánimo belicoso de la Casa Blanca.
Planes de agresión
En América Latina, el jefe del Pentágono, el general en retiro James Mattis, visitó varios países de América Latina, con una agenda prioritaria: ambientar la intervención militar en Venezuela. En los mismos días de la visita, un barco de la Marina de Guerra norteamericana, ancló en aguas territoriales colombianas, con el propósito aparente de brindar ‘ayuda’ a los inmigrantes venezolanos, argumento que muy pocos se creyeron.
Casi en forma simultánea, Estados Unidos envió al Golfo Pérsico un buque de guerra y un bombardero, dotados con armamento de última generación, para atacar a Siria. En la primera semana de agosto, el rotativo The Times, confirmó la intención de Estados Unidos de invertir miles de millones de dólares en la construcción de un gigantesco rompehielos, en manos de la Marina de Guerra, para desafiar la “superioridad ártica” de Rusia. Esta decisión está precedida de la exigencia que meses antes hizo el mando militar al gobierno Trump, para que delinee una estrategia clara de exploración del Ártico.
Pero una iniciativa anexa a las motivaciones para aprobar un presupuesto de guerra astronómico, y que bordea lo demencial, lo paranoico, es el anuncio del vicepresidente, Mike Pence, de la creación de una Fuerza Espacial, que constituiría la sexta rama militar del ejército de los Estados Unidos, una iniciativa inspirada en la llamada ‘Guerra de las galaxias’, con la que han soñado anteriores administraciones norteamericanas.
Nuevo campo de batalla
En este sentido, llama la atención que no fue Trump quien hizo el anuncio de creación de la nueva rama militar, seguramente para no empeorar más las ya deterioradas relaciones con Rusia. Pero su vicepresidente Pence, hizo un duro discurso justificatorio de la iniciativa, con afirmaciones sobre supuestos ataques de Rusia, China, Corea del Norte e Irán, que “amenazan” la seguridad nacional de los Estados Unidos.
La Fuerza Espacial, dijo Pence, se necesita ante la creciente competencia (militar), y las amenazas de Rusia y China, por lo que Estados Unidos debe asegurar su “dominio” en el espacio, como “el nuevo gran capítulo en la historia de las Fuerzas Armadas, para prepararse para el próximo campo de batalla”.
Una vez se protocolizó el anuncio, Trump envió un mensaje de tuiter: “vamos con todo, con la Fuerza Espacial”. Pence por su parte afirma que los cuatro países a los que acusa de disputar la hegemonía militar “buscan interrumpir los sistemas espaciales de Estados Unidos, y desafiar su supremacía como nunca antes”. “Han estado trabajando para llevar nuevas armas de guerra al espacio”. La temeraria afirmación, no fue sustentada con ninguna evidencia.
Efecto acción-reacción
Tanto el presidente como el vicepresidente, se cuidan de mencionar que con su estrategia de construir “escudos antimisiles”, en las fronteras con Rusia, China, Corea y otros países a los que consideran “hostiles”, Washington tomó la iniciativa de aplicar una política de agresión, que ha tenido una respuesta, como era de esperarse. Pence se queja de que Rusia desarrolla sistemas de láser en el espacio, para interrumpir los sistemas espaciales de Estados Unidos, mientras China ha demostrado ser capaz de rastrear y destruir satélites con misiles.
Las reacciones a estos anuncios no se hicieron esperar. La portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores ruso, María Zajárova, dijo que el nuevo presupuesto militar norteamericano “fija un rumbo hacia el crecimiento del papel dominante de Washington en el ámbito internacional por medio de la fuerza”. Se trata de un aumento “sin precedentes” del gasto militar de Estados Unidos, que “ejerce un efecto destructor sobre el sistema de seguridad internacional existente”, en dirección a romper el equilibrio militar después de la segunda guerra mundial, puntualizó la funcionaria.
Exagera nivel de confrontación
China también reaccionó: El ministerio de Defensa de esa nación, declaró el 14 de agosto que el nuevo presupuesto es una injerencia en los asuntos internos de China. “Esta es una ley imbuida por la mentalidad de la guerra fría, exagera el nivel de confrontación entre China y Estados Unidos”, acotó un comunicado de esa agencia gubernamental china.
Los satélites norteamericanos ya existentes en el espacio, proveen comunicaciones y realizan labores de espionaje, que son fundamentales para la navegación, la economía y las fuerzas militares norteamericanas, que se han vuelto cada vez más dependientes de estas naves en el espacio. La vida, sin embargo, ha demostrado que existe mucha desinformación de las agencias de espionaje gringas, que en forma temeraria afirman que Rusia y China desarrollan armas antisatelitales que podrían ser utilizadas para una guerra futura.
Los servicios de inteligencia norteamericanos siempre han temido ser víctimas de ‘ciberataques’ que paralicen la tecnología satelital y dejen al garete a sus fuerzas de combate, sin comunicaciones electrónicas. Esta sola idea los llena de pánico, y piensan que militarizando más el país, aumentando las agresiones y los operativos contra otras naciones, pueden ganar esa batalla.
El nuevo comando espacial tendría 30 mil empleados y una Fuerza de Operaciones en el espacio, encargada de reclutar, entrenar y retener personal como ingenieros científicos y expertos en espionaje. Evidentemente, el Pentágono avanza hacia la militarización del espacio y se prepara para una guerra espacial. Detener esa amenaza, es una nueva tarea en la agenda de los luchadores por la paz en el mundo.