José Ramón Llanos
Nani, Adriana Mosquera, autora de Magola, caricatura publicada en El Espectador, participa en exposiciones en todo el mundo. Ha recibido más de doce premios internacionales, entre otros, en Argentina, Cuba, México, China, España y Portugal.
–¿Cuál es el estado de la caricatura española hoy?
–El estado de la caricatura española es similar al que tiene Europa, porque está desapareciendo la prensa de papel, porque la gente no está comprando papel, todo el mundo tiene IPhone, IPad, teléfonos inteligentes y desaparecen posibilidades de trabajo. Entonces, hemos tenido que reinventarnos.
–¿Aparte de Magola, ¿qué otra caricatura publicas tú?
–Yo no solamente publico caricaturas, yo diseño ropa. Ahora mismo estoy empezando una empresa de estampados. Tenemos un estilo muy caribeño, muy colombiano. Y por otro lado con el trabajo de mi marido vendemos obras gráficas a bajo precio. Arte para todos.
–¿Cómo influyen estas otras actividades tuyas, en la de caricaturista?
–De muchas maneras. Primero ahora mismo estoy haciendo ambas cosas. Porque hay una pregunta ¿de la caricatura se puede vivir? Si se puede vivir, pero depende del estilo de vida que tú quieras llevar. Y como yo tengo muchas necesidades, pues tengo un hijo, necesitaba dos empleos. Siempre he tenido dos empleos, y me he dado cuenta que lo que me pasa en mi trabajo alterno, me sirve de aprendizaje, porque hablo con más mujeres, me doy cuenta del momento laboral del país y lo cuento en las tiras cómicas, a mí me sirve como argumento.
–¿Cómo valoras tú la caricatura colombiana actual?
–Me parece un momento muy prolífico. Hay muchísimos autores nuevos y muchas mujeres, como es el caso de Cecilia Ramos, la CHE, que me gusta mucho.
–¿Qué le recomendarías tú a las jóvenes caricaturistas colombianas?
–Que sigan trabajando muchísimo. Que hay mucho por hacer, mucho por decir, la humanidad sigue cambiando y ellas tienen muchos aportes para dar, porque están viendo el mundo desde otro punto de vista, más actual. Que sigan en la búsqueda de su propia identidad, de su línea, de su estilo, sus colores. hay un mundo infinito por descubrir. Este no es un oficio solo para hombres, es un oficio para humanos.
–¿Qué cambios podríamos esperar en el futuro de Magola?
–Magola va a ir envejeciendo. A mí no me gustaba de Mafalda y de otras tiras cómicas, que eran perennes y no cambiaban, no les salían arrugas, no le salían canas. El marido de Magola ya perdió todo el pelo, como mi marido. El hijo de Magola también ya creció. Además, me gusta contar todo lo que me va pasando con mi hijo, porque uno aprende mucho de los hijos, mucho más de lo que uno espera. Ahora el hijo de Magola es un adolecente como lo fue mi hijo. Ella también va envejeciendo como lo voy contando.
–¿Qué otras temáticas encontraremos en Magola?
–Además, todos los problemas que vamos enfrentando a medida que vamos madurando. El hecho que uno no pueda conseguir trabajo a cierta edad, los cambios en la salud, las crisis de parejas. Me encanta no solo poder contar mi vida, porque no todo lo que refleja Magola es mi vida, sino lo que sucede en mi entorno mis amigas, mis hermanas, mi madre. La misma sociedad en la que vivo. La legalización del aborto, todo eso lo voy contando, porque estamos en una sociedad muy cambiante.
–¿Cuando haces Magola tienes en cuenta las diferencias entre el entorno social de España y el de Colombia?
–No. No porque yo soy una persona muy afortunada y el trabajo que hago con Magola me ha llevado a muchos sitios, entre ellos, por ejemplo, China. Cuando yo voy a China y veo que allí también tienen los mismos problemas de pareja, me doy cuenta que tengo que hacer un trabajo más universal.
–He visto algunas tiras cómicas mudas, sin lenguaje. ¿Eso qué significa?
–Empiezo a hacer tiras, sin lenguaje para que las puedan entender en China. Entonces no pretendo reflejar ningún tipo de sociedad en especial y el paisaje tampoco cuenta en que ciudad vive. Lo que pasa es que son ciudadanos del mundo viviendo sus problemas de la cotidianidad.
–¿O sea que tú publicas en China también?
–No publico a diario, pero sí han sacado muchos artículos sobre mi trabajo, porque llevo nueve años yendo todos los años a China haciendo exposiciones colectivas, he estado en eventos gigantescos. La prensa hace eco de esos trabajos. En China se publicó un libro de mujeres caricaturistas y allí estaba mi obra también.
–¿Quién influyó en tu trabajo como caricaturista?
–Fíjate que es una cosa curiosísima, yo toda la vida me consideré que era una caricaturista. Que mi ideal en la vida era hacer tiras cómicas para un diario. Desde los siete años empecé a dibujar y en el colegio desde cuarto de bachillerato, empecé a hacer tiras cómicas en un periódico mural en contra de mi colegio y del rector. Por cierto casi me echan. Cuando salgo del bachillerato intenté estudiar en la Universidad Nacional Bellas Artes, pero no pasé. Cuando he dado conferencias en la Universidad Nacional, cuento que también ha sido interesante saber que la academia no es el único camino para llegar a ser lo que uno quiere ser.
–¿Cuándo tomas conciencia que eras una de las pocas mujeres caricaturista?
–Ya estaba publicando en El Espectador, me invitan a España a hablar de mi primer libro auto editado de Magola. Yo esperaba en España encontrarme con mujeres caricaturistas y no, yo era la única. Era muy curioso, no me había dado cuenta que todos los autores eran hombres. Me parecía que lo podía hacer cualquiera. Entonces me enfrento a ese momento de crisis y digo, ¿bueno tal vez me estoy equivocando o no? Lo que hice fue utilizar esa situación a mi favor. Bueno no hay mujeres, pero yo soy una mujer caricaturista y quiero hablar del tema y a raíz de eso se empezó a mover muchísimo Magola y me hice muy conocida, me llamaban y me llevaron a muchos sitios.
–¿Cuándo publicaron por primera vez, tus caricaturas en un diario de amplia circulación?
–Eso fue en 1992, en el diario El Nuevo Siglo. Mi primera publicación fue una viñeta. Pero prácticamente en el mismo año empecé a publicar en El Espectador que es mi casa matriz de toda la vida y en donde me han apoyado muchísimo. El apoyo de El Espectador es impagable y he crecido y aprendido muchísimo publicando allí, estoy muy agradecida con ese medio.
–¿Ha existido matoneo de los hombres caricaturistas?
–Yo empecé a dibujar en la Feria del libro. Era la única mujer y un compañero caricaturista dijo: por aquí la mujer que dibuja y allí la mujer barbuda, cosas así. Un chiste muy pendejo, pero es una discriminación y me hacía sentir rara. Alguien también dijo, es que le enseñó a dibujar el marido. Y Turcios, mi marido, también dibuja, es verdad, pero tenemos estilos muy diferentes. Frasecitas así como esas y chistes tontos lo que me hicieron fue cogerlos y darles la vuelta. Me impulsaron a seguir adelante y con más rabia, y ese es el motor más bueno que uno puede tener.
