
Reabrir los pasos fronterizos colombo-venezolanos es una necesidad económica y humanitaria, que debe estar por encima del show mediático y los intereses políticos de Caracas y Bogotá
Juan Carlos Hurtado Fonseca
@Aurelianolatino
Una de las últimas escenas de drama en el novelón de la reapertura de la frontera entre Colombia y Venezuela la protagonizó el presidente Nicolás Maduro, cuando el pasado 6 de octubre en una alocución dijo: “Bienvenidos, colombianos y colombianas venid a mí, venid a nosotros con vuestras inversiones, vengan con sus inversiones, aquí está México, produciendo, trabajando; aquí está Brasil invirtiendo”.
Al siguiente día, su homólogo colombiano Iván Duque respondió: “Mucho cuidado con los discursos que vienen con cantos de sirena desde la dictadura de Venezuela. Ahora salen a hablar de manera bella invitando a que lleguen los inversionistas a ese territorio. Que no pretenda el dictador borrar la historia”.
El intercambio de mensajes se circunscribe en el conflicto de relaciones diplomáticas y cierre de fronteras iniciado hace años, y en las que Bogotá reconoció a Juan Guaidó como presidente interino del vecino país. Además, en la necesidad que ambos países tienen en reabrir los pasos fronterizos para permitir la libre circulación de personas y mercancías.
Los afectados
Pero en este dramatizado transmitido por los medios de comunicación, sus protagonistas, los habitantes fronterizos de lado y lado, poco han contado. Las decisiones de cierre se han tomado en Caracas y Bogotá, y no los han favorecido.
Un pequeño ejemplo es el de Enrique Rodríguez, quien tiene una pequeña fábrica que produce y comercializa artículos livianos de ferretería, o producción metalúrgica y plástica como pies de amigo y conexiones plásticas para cableado. Su producción la ha hecho desde ambos lados debido a las ventajas que en adquisición de materias primas ofrece uno u otro país.
Anterior a la crisis, en la fabricación empleaba a 25 personas de lado y lado, y por temporadas otro número igual para el área de comercialización. Además, podía representar 30 fletes por mes.
Con el cierre la situación empezó a ser crítica. El impedimento para la libre circulación provocó que la producción parara: “Fue una bomba que destruyó y desmanteló por completo los esquemas de producción y comercialización mientras hubo mecanismos de adaptación”. Así recuerda el comerciante, quien no acepta que los dividan en nacionalidades porque: “Los que vivimos en la frontera muchos nos consideramos sencillamente fronterizos, no nos consideramos ni venezolanos ni colombianos, aunque hay sesgos mediáticos, pero aquí estamos naturalizados en que no hay frontera”.
Las consecuencias financieras y crediticias sobre las pequeñas y medianas empresa fueron catastróficas. De la misma manera como no podían cumplir con sus acreedores, sus deudores tampoco les podían pagar: “La afectación sobre la industria fue un poquito más demorada, pero el comercio lo fue de manera inmediata y no había forma de solventar”, explica Enrique Rodríguez.
Urge la reapertura
Para seguir comercializando lo poco que producían debieron iniciar un proceso de reubicación de clientes o potenciales consumidores, lo que tardó un buen tiempo porque debían vender en el mismo país que fabricaban.
Ahora, con los anuncios, Enrique espera que la frontera se reabra de manera incluyente. Es decir, que tengan en cuenta las particularidades socio-culturales y económicas de la región. “Las directrices de comercio exterior se manejan desde las capitales, que por cierto no están en las fronteras, y allá poco se pueden entender los comportamientos naturales. Actualmente estamos habituados, habíamos encontrado formas y métodos. La reapertura debe ser diseñada con base en las necesidades de quienes estamos acá y no por quienes están en otras esferas geográficas y financieras alejadas del diario vivir de esta zona”, concluye el pequeño comerciante.
No solo miles de pequeños, medianos y grandes empresarios y comerciantes de ambos países esperan la reapertura del paso fronterizo. Millones de ciudadanos que indistintamente vivían sus cotidianidades a lado y lado, están entre los más afectado, por eso, como Enrique Rodríguez exigen una reapertura en la que tengan en cuenta sus necesidades.
Ambigüedades de Duque
Para la analista Carolina Cepeda, directora de la Maestría en Estudios Internacionales de la Pontificia Universidad Javeriana, es necesario reabrir la frontera por su importancia, especialmente en dos dimensiones, la comercial por la trascendental historia de relaciones: “El cierre ha afectado a los comerciantes. Pero en lo que he revisado, los comerciantes pequeños dicen que eso beneficiaría solo a los grandes. La otra dimensión es la humana en la que los pasos ilegales están generando problemas para quienes tienen que cruzar la frontera por distintas razones como ir a la escuela o a citas médicas, o por las relaciones de vecindad”.
No es un secreto que, ante la búsqueda de alternativas para cruzar, el cierre favoreció actividades ilegales, hubo un fortalecimiento de economías ilegales y maltrato a quienes tienen que hacer uso de los pasos ilegales. Más motivos para reabrir.
Ante la necesidad, Carolina Cepeda califica como extraña la respuesta de Colombia ante la propuesta del Palacio de Miraflores: “Dicen ‘Listo vamos a hacerlo de manera gradual, vamos a verificar que se cumplan controles de bioseguridad, con controles de la Dian, de Migración Colombia’. En términos institucionales eso es válido, pero por otro lado adelantan conversaciones con Juan Guaidó quien no tiene ni arte ni parte en la decisión que pueda tomar el Gobierno venezolano. Se esconde por un lado el pragmatismo porque ambos Estados son conscientes de la necesidad de reabrir independientemente de las motivaciones que cada uno tenga. Más allá de eso es importante reabrir porque va a redundar de manera positiva en la vida de las personas”.
Torpeza política
Ahora bien, hay demora en la toma de la decisión porque, aunque para Duque es importante abrir y tiene presiones de grandes empresarios y comerciantes, debe mantener por un tiempo el juego discursivo que ha tenido en consecuencia con las políticas de Estados Unidos y seguir desconociendo a Maduro y reconociendo a Guaidó. Maniobra que no ha sido exitosa y en la que el Gobierno se queda solo, ya que a Guaidó no lo reconocen en Europa y la Cumbre de la Celac evidenció que otros países han tenido acercamientos con el vecino país.
“Es una manera que no se sabe si es tuerta o inteligente, pero no se da cuenta que al liderar el cerco diplomático contra Venezuela no funciona y tiene que dar un paso al costado ya que allá se adelanta una negociación entre el oficialismo y la oposición”, añade la analista.
Mientras los dos gobiernos dramatizan con envío de mensajes y show mediático, la frontera sigue cerrada alargando la crisis económica y humana que allí se sufre, justo ante la necesidad de una reapertura y recuperación económica poscovid. Detrás de cámaras, millones de ciudadanos fronterizos perviven con sus economías destruidas y miles de pequeños comerciantes quebraron.
Por eso, es urgente la reapertura de la frontera de una manera incluyente, en la que su principal beneficiario sea el grueso de la sociedad, de las comunidades, de un pueblo que debe estar por encima de sus gobernantes.