Una rápida mirada a las relaciones económicas en algunos sectores de la economía
Alfonso Conde C.
A propósito de una nueva conmemoración de la emblemática lucha de los trabajadores de Chicago en 1887, contra las jornadas laborales de hasta 18 horas que entonces imperaban, conviene plantear una reflexión sobre el estado actual de las relaciones de explotación en el ámbito nacional.
El sector financiero
En la época del dominio económico y político del sector financiero, este se ha convertido en el mayor explotador de la población de Colombia y de la mayor parte del mundo. A diferencia del comportamiento del empresario de la producción capitalista quien se apropia de una fracción importante del valor generado por sus trabajadores, el empresario del sector financiero toma para sí fracciones crecientes del ingreso de toda la población: se apropia del salario de los trabajadores, de las ganancias de los empresarios, se lucra de las obras del estado que satisfacen necesidades básicas de la población, también se beneficia del cobro de intereses sobre intereses que lleva a las nubes los costos de construcción y adquisición de vivienda, intermedia con jugosas utilidades en la prestación de servicios de salud, se apropia de pensiones y cesantías, se enriquece con los seguros, algunos de los cuales son de obligatoria contratación, encarece el consumo de lo básico y lo superfluo y obliga al Estado a imponer cargas impositivas como el IVA a quienes consumen (todos) acudan o no a líneas de crédito, para garantizar el recaudo de sus utilidades.
En contubernio con ellos, el sector comercial y la publicidad a través de los medios de comunicación inducen al consumismo de lo superfluo, creando necesidades ficticias que embaucan a las mayorías e incentivan el endeudamiento, medio por el cual el parasitismo financiero obtiene buena parte de su lucro.
Su poder es tan grande que se apropian de aparatos productivos en campo y ciudad, y hasta incursionan en la acumulación indebida de tierras rurales para favorecer sus ambiciones. Todo lo anterior, lo realizan con capitales provenientes del ahorro de la misma población a la que explotan sin misericordia, sin arriesgar lo propio. La sistematización de sus servicios restringe las posibilidades de acción de sus trabajadores y por tanto son los usuarios quienes tienen la capacidad de enfrentar su voracidad.
La minería
Por el lado de la llamada economía real, la minería se convirtió en la gallina de los huevos de oro que ha llegado a proporcionar, en solo petróleo y carbón, además del abastecimiento nacional de energéticos, más del 60% de las divisas “legales” que ingresan al país por exportaciones.
El petróleo, recurso extinguible que a través de la historia ha beneficiado mayoritariamente a los explotadores extranjeros, ha sido siempre motivo de confrontación entre el Estado vendido a las trasnacionales y los trabajadores del sector.
Ya desde 1924 cuando Raúl Eduardo Mahecha liderara la primera huelga de la SUO (actual USO) se planteaba la lucha por la soberanía sobre el recurso energético. Tales luchas dieron fruto en 1948 y se consolidaron en 1951 con la reversión a la nación, en cabeza de la recién creada Ecopetrol, de la Concesión de Mares. A partir de entonces se vivió un período de recuperación que significó alcanzar un State Take (porción del petróleo que recibe la nación) de hasta 94%.
Hoy, después de las políticas entreguistas de los últimos gobiernos, especialmente los dos de Uribe, y de la debilidad del sector laboral azotado por la violencia y la tercerización, tal indicador llega a ser semejante al de 1921 (inferior al 50%) cuando la Tropical Oil fungía como la dueña del recurso colombiano.
La USO ha construido, con el apoyo de muchos sectores, un proyecto de ley orgánica de hidrocarburos que debe retomar con fuerza con el apoyo de toda la población. El petróleo colombiano es de los colombianos.
El campo
El panorama rural colombiano debe calificarse, al menos, como “extraño”. El 79% de las tierras se dedica a la ganadería en donde se aloja una vaca por cada 16.400 metros cuadrados (en contraste, cada ser humano dispone de menos de 20 m2).
A la agricultura se dedica solo el 7% de la tierra que sin embargo produce 32 veces más riqueza por hectárea. La ganadería extensiva, reconocida actividad improductiva, concentra la inmensa mayoría de la tierra. A ello se une que cerca del 40% del 7% agrícola se dedica a cultivos agroindustriales, buena parte de los cuales se destinan a biocombustibles para concluir con un panorama donde tenemos que importar los alimentos que requerimos, cuando en 1990 la producción era prácticamente autosuficiente.
Si a lo anterior se añade información sobre la concentración de la tierra (704 fincas de 49.135 hectáreas en promedio tienen la mitad del campo censado) concluimos con un panorama poco menos que desastroso. Tales condiciones se han construido en buena medida por la extrema violencia que se ha ejercido contra los campesinos, productores de alimentos, en el afán de los terratenientes de acumular tierras por la vía del despojo. La lucha de campesinos, indígenas y negritudes, además de representar la exigencia justa de sus derechos, constituye la lucha de todos por la soberanía alimentaria.
La industria
Es necesario hablar del sector de la economía real que más aporta al PIB: la industria. Desestimulada a partir de 1990 (introducción del neoliberalismo) sufrió un descalabro del cual aún no se recupera. Se vivió desde entonces un período de desindustrialización y desnacionalización que coincidió con el debilitamiento de los trabajadores por la violencia y la tercerización, que permitió no solo la reducción drástica de la fuerza laboral en la industria nacional sino el crecimiento desmedido de la tasa de explotación de los trabajadores, que se dobló entre el 2000 y el 2008, prácticamente sin respuesta organizada.
El fortalecimiento del sindicalismo es condición necesaria para la nueva nación que se debe construir.