Faltan medios alternativos

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Foto Agencia Prensa Rural.

El 9 de febrero, Día del Periodista, es una fecha que permite hacer una reflexión sobre el papel de los comunicadores y los medios de comunicación en la sociedad.

Pero en esta oportunidad, grosso modo, hablaremos de la responsabilidad de los medios en el contexto de un país donde sus mayorías quieren superar la confrontación bélica y encontrar unas nuevas relaciones sociales y económicas, que eliminen las exclusiones o construyan un nuevo orden democrático.

Lo primero que se debe entender es que los medios de comunicación no son un sector de la sociedad, sino que pertenecen a sectores de la misma, como a poderes económicos, comunidades, organizaciones sociales o al Estado. Y para el caso colombiano, los más poderosos e influyentes son de conglomerados económicos ligados al poder político, que a su vez patrocinan gobiernos, y estos utilizan el poder estatal para facilitarles el crecimiento y la acumulación de capitales.

En ese sentido, desempeñan un papel estratégico en la producción simbólica para la construcción de opiniones públicas, imaginarios colectivos, estereotipos, formas de consumo, aprovechando que son un amplio espacio de disputa del poder político. Y, es aquí donde su concentración en pocas manos con una sola concepción ideológica, pone en peligro la diversidad y pluralidad, por conducir a la homogeneidad política y cultural.

Por eso, sin caer en el maniqueísmo de afirmar que los medios son el cuarto poder o las máquinas que manipulan a las masas -aunque sí la información-, sí son instituciones esenciales para el desarrollo de las sociedades y sus responsabilidades deben ir más allá de entretener, crear opinión e informar.

Lo segundo, es que en su quehacer no pueden seguir escudándose en la libertad de prensa para decir lo que les dé la gana. En pro de sus intereses no pueden seguir haciendo bullying a dirigentes políticos alternativos o desviando la atención de la opinión pública cuando monumentales casos de corrupción tocan a sus empresarios y políticos; o continuar creando matrices de opinión para justificar al arrasamiento del proyecto político venezolano, aun con la intervención militar; cuando en el país hay problemas más graves como el sistemático asesinato de líderes y lideresas sociales, donde mafias políticas regionales están involucradas; o el sistema de salud, culpable de la muerte de miles de nacionales; por poner solo dos ejemplos.

Lo tercero, es que en VOZ -al contrario de los grandes medios de comunicación-, no pretendemos engañar al decir que informamos con objetividad e imparcialidad. Creemos que son características imposibles cuando los medios están en función de intereses. Tampoco creemos en la imparcialidad en una sociedad que sufre justas confrontaciones de resistencia, que no se rinde ante la voracidad del capital, con sus consabidos efectos sociales y ambientales.

Por eso, estamos al lado de quienes le apuestan a la construcción de una sociedad democrática. Y es ahí cuando podemos mostrar que desde nuestro nacimiento como prensa revolucionaria, hemos tomado posición o estamos al lado de quienes luchan por mejores condiciones de vida. Por consiguiente, apoyamos a los estudiantes que exigen educación gratuita y de calidad; a los campesinos que buscan dignidad en sus parcelas; acompañamos a los trabajadores que exigen mejores condiciones laborales; nuestras páginas son de las organizaciones políticas que apuntan a la construcción de una Colombia donde quepamos todos; y respaldamos a las comunidades que defienden la biodiversidad porque saben que está por encima de la extracción de recursos naturales, en beneficio de capitales nacionales y foráneos.

Como cuarto y último, para crear unas nuevas relaciones entre medios y públicos, los segundos deben dejar de ser consumidores pasivos que aceptan repuestas como: “Si no le gusta, cambie de canal”, porque además de merecer respeto, en cuanto a narrativas y contenidos no se consigue diversidad al cambiar de canal ni de emisora. Se requieren ciudadanos más exigentes, que pidan nuevos contenidos y narrativas, y nuevos medios o medios alternativos.

Es decir, también urge el fortalecimiento y el nacimiento de más medios de comunicación alternativos, en manos de comunidades urbanas y rurales, de organizaciones sociales, de partidos políticos alternativos, de grupos juveniles, de grupos culturales; con periodistas capaces de interpretar e informar los hechos, que entiendan y comuniquen la inviabilidad del modelo económico, rescaten valores culturales, confronten la homogeneidad del pensamiento, permitan la apropiación de sus medios por parte de las comunidades, denuncien los abusos del capital y del poder político, y entiendan la necesidad de un cambio de sistema.

En ese orden de ideas, urgen otros medios, no con el ánimo de confrontar el poder de los del Establecimiento, aunque sí de la construcción de tejidos sociales, que a su vez construyan nuevas narrativas para contar otras cosmovisiones, otras formas de ser, otras formas de soñar y otras formas de pensarse un país verdaderamente democrático.