Feria de vanidades

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Alfonso Conde

Nuevo año saturado de actividad electoral. No sólo están en juego las curules del Congreso y la presidencia de la República; también se compite por la dirección del movimiento sindical en muchas de sus organizaciones más importantes.

En lo atinente a los poderes políticos no se recuerda un proceso con mayor fragmentación de todos los sectores participantes o con mayores dificultades para alcanzar compromisos unitarios. En la “izquierda”, así denominada por los medios, el punto real de aproximación es el compromiso con los procesos de paz, uno en etapa de implementación (con graves dificultades) y otro en desarrollo de negociaciones que se ensombrecen por la experiencia poco positiva del primero. Por lo demás, el carácter “zurdo” de la coalición “decente” (que para la presidencia se está desmoronando) es muy poco visible, mientras otros candidatos como Piedad Córdoba y Rodrigo Londoño, aparecen sólo marginalmente en la intención de voto de los colombianos. De la Calle, otro comprometido con la paz, ya manifestó su negativa a acercarse a la coalición “decente” y prefiere la aproximación a Fajardo, quien no lo recibe. Así las cosas parece que se presentarán seis candidatos que respaldan los procesos de paz, y ninguno ganará. Las vanidades se imponen sobre la necesidad de la nación.

En cuanto al movimiento sindical, la CUT, Fecode, la USO, entre otros, definirán este año (después de las elecciones políticas) sus nuevas direcciones. Algunas de las actuales de las siete o más centrales registradas se encuentran en manos de perfumados y enjoyados negociantes que privilegian sus intereses y utilizan a los trabajadores como fuente de enriquecimiento. Otros basan su sustento en la burocracia sindical y, atornillados a sus cargos, resisten la posibilidad de ser desplazados por quienes sí tratan de actuar en defensa de los trabajadores. Otros, en fin, actúan como dirigentes reales pero ven entorpecido su accionar por las diferencias entre sectores clasistas. El panorama sindical se parece al nacional.

Es una desgracia que 24’000.000 de trabajadores colombianos no logren acuerdos mínimos para defender sus intereses. Tendrían la capacidad de dirigir la nación si tan solo fueran conscientes de su potencial. Sólo se requieren acuerdos “sobre lo fundamental” como diría el dirigente conservador y el compromiso de anteponer los intereses generales a los particulares. Los trabajadores, que de boca para afuera manifiestan su rechazo al neoliberalismo capitalista, realmente se encuentran inmersos en esa ideología de la clase dominante y privilegian el individualismo como patrón de comportamiento. Se necesita el cambio.