Frenar el crecimiento o morir

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El actual nivel de consumo está agotando el equilibrio natural del planeta.

Si el consumo es mayor y más rápido que la regeneración de recursos utilizados se podría llegar en pocos años al agotamiento del planeta. Es aquí donde adquiere validez la teoría del decrecimiento

Alberto Acevedo

Hace dos años, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático informó que, de no producirse una drástica transformación de los sistemas energéticos, de transporte, de agricultura en los próximos doce años, el mundo irá camino a alcanzar un calentamiento más allá de los 1.5 grados centígrados, considerado el máximo posible para la habitabilidad del planeta. Más allá de esa cifra, llegaríamos a un punto de no retorno.

Para el 2020 y la próxima década, la Organización Meteorológica Mundial predice la llegada sucesiva o en cadena de eventos extremos, como los grandes incendios que destruyeron parte de la Amazonia, o los que devastaron a Australia, huracanes, sequias, inundaciones, impulsados por niveles récord de gases de efecto invernadero. Si la trayectoria actual de las emisiones de dióxido de carbono no cambia, advierte la agencia de la ONU, la temperatura global aumentaría de 3 a 5 grados para fines de siglo.

Situaciones como estas llevaron a un grupo de científicos, trabajadores sociales y organizaciones defensoras del medio ambiente, a impulsar lo que denominan una estrategia de decrecimiento, por cuanto si se mantienen los actuales ritmos de producción y consumo, vamos a un holocausto seguro.

Déficit ecológico

Las consecuencias de la industrialización sobre el medio ambiente y la cada vez más evidente desigualdad en la distribución de la riqueza, llevaron en los años 70 a numerosos economistas y teóricos a plantear que, al aumentar la producción de bienes y servicios, es forzoso que se incremente también el consumo de recursos naturales.

Por lo tanto, si el consumo es mayor y más rápido que la generación de recursos utilizados, se podría llegar en pocos años al agotamiento del planeta. Es aquí donde entra la teoría del decrecimiento, para frenar esta tendencia. El precio que pagamos por este déficit ecológico, sostienen, ya lo conocemos: sequías prolongadas, deforestación, erosión del suelo, pérdida de la biodiversidad, agotamiento de los bancos de peces, contaminación de los océanos y, específicamente, el cambio climático.

Según el Fondo Mundial para la Naturaleza, vivimos como si tuviéramos ocho planetas tierra a nuestra disposición. Estamos utilizando recursos a un ritmo que requiere disponer de ocho planetas, si queremos mantener en armonía la relación producción consumo. En respuesta al crecimiento sin control, apareció la teoría del decrecimiento económico, que defiende que la sostenibilidad económica es compatible con la preservación de los recursos naturales, solo si se disminuye el consumo de bienes y energía.

Utopías

El concepto de decrecimiento es por tanto una corriente que pregona la disminución regular y controlada de la producción, con la finalidad de establecer una nueva relación de equilibrio entre los seres humanos y la naturaleza.

En este sentido, para algunos decrecionistas, la idea del desarrollo sostenible, en el fondo le lleva agua al molino al desarrollo capitalista. Es inalcanzable e irreal plantear, como sueñan algunos, la homogeneización del consumo con el rasero de las potencias capitalistas.

Se calcula que actualmente el 20 por ciento de la población del planeta acapara el 85 por ciento de los recursos naturales. Buscar un equilibrio en estas circunstancias, hace irreal la tesis del desarrollo sostenible. El caso es también que el decrecimiento es posible, si parte de una decisión política de las grandes potencias, asunto que, como están las cosas, parece una utopía.

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