Zabier Hernández Buelvas
@ZabierHernndez
El Presidente Duque en sus primeros 40 días de gobierno, ha definido un gabinete en el que varios de sus ministros gobiernan vociferando en contra de los y las trabajadoras, de defensores de derechos humanos, de los líderes y lideresas comunitarios, sociales y de oposición. Esta forma de gobernar no es nueva, ya en los ocho años de Uribe vimos y sentimos el ataque permanente a todas aquellas voces disonantes que rompían la armonía unanimista, que luchaban contra la lógica guerrerista y la confianza inversionista.
Pero la vociferación del poder tiene un fin y es estigmatizar a la oposición, sea esta social, comunitaria o política, arrodillarla con el terrorismo de Estado y colocar sus vidas en la mira de sus huestes criminales, llámese águilas negras, paramilitares o militares aliados a estos. La colección de frases vociferantes van desde la pronunciada en tiempos de campañas de “hacer trizas los acuerdos” (Londoño), “Crear un Sisbén para ricos y otro para pobres” (Carrasquilla), “El glifosato no es malo porque llevo años utilizándolo en mi finca” (Botero), “hay que controlar la protesta social” (Botero), “las protestas sociales son financiados y dirigidas por el narcotráfico y la criminalidad” (Botero), con relación a Venezuela “todas las opciones deben ser consideradas” ¿militar? (Santos) y la última en el congreso “El ministro Carrasquilla es un muchacho probo que no hizo nada malo”, solo se ganó ocho mil millones en un negocio normal” (Uribe el jefe de Duque) ¿Y el presidente Duque? Queriendo aparecer como el corrector, el aclarador diario de sus vociferantes ministros, aliados y jefes.
Todo es parte de una única estrategia de engaño permanente a las clases desposeídas. Aparecen unos rabiosos vociferando y aparece luego un presidente tranquilo y suave, corrigiendo y tranquilizando al país. Nada innovadora la estrategia, no hay descoordinación, todo está fríamente calculado, vociferar, acusar, estigmatizar, deslegitimar la lucha social, humanista y política por la justicia social, son los nuevos viejos nombres del fascismo. Seguimos enfrentados a un sistema más refinado de dominación social que reprende, controla y “premia”, colonizando todas nuestras subjetividades, espacios y hasta nuestras consignas y propuestas. Nos intentan dominar a punta de miedo y fusil estatal, que asumamos la «servidumbre voluntaria» ante al poder.
Pero la movilización y la unidad popular son más fuertes que todos los miedos. La actuación coordinada y unitaria de la bancada de la decencia, la paz y la esperanza en el parlamento, las nuevas movilizaciones que se gestan hoy en la lucha social, comunitaria, étnica y popular y los grandes acumulados progresistas y democráticos que se expresaron tanto en la disputa presidencial como en la consulta anticorrupción, indican que este poder vociferante y amenazante, no pasará.