Leonidas Arango
Estados Unidos mantenía saturada a la opinión mundial con detalles del inminente viaje del astronauta Alan Shepard, llamado a ser el primer hombre en el espacio: iba a subir 187 kilómetros en un cohete e iba a estar ingrávido durante quince minutos para acuatizar en una cápsula.
Pero al Mundo le cayó una gota fría el 12 de abril de 1961, hace 60 años: la Unión Soviética anunció que su cosmonauta Yuri Gagarin había dado una vuelta al planeta en 108 minutos.
Yo era un niño y en mi pueblo del Tolima me tocó presenciar discusiones acaloradas entre mi papá, orgulloso de la hazaña humana, con sus vecinos y amigos, unos escépticos y otros cargados de furia. Decían que todo eso eran cuentos (fake news, diríamos hoy); que Gagarin era un piloto ruso disfrazado con una copia del traje espacial de los norteamericanos; que los rusos habían dado el primer golpe cuatro años antes con el Sputnik pero no eran capaces de enviar un hombre al espacio; que el astronauta de Estados Unidos iba a descender al mar con un paracaídas y era imposible que una cápsula soviética cayera con suavidad en tierras de Siberia desde tales alturas.
Responsable del programa
Días después un sabihondo de la parroquia se había rendido ante la evidencia: el vuelo era cierto, pero Gagarin no hizo una vuelta al planeta sino un pequeño giro en forma de coronita.
No había relaciones entre Colombia y la URSS y al país se colaban algunas publicaciones rusas. Mi papá leía, prestado, un boletín mensual que distribuía por correo la embajada soviética en Montevideo y algunos sabían dónde conseguir revistas como Unión Soviética, que dedicó su número 136 al vuelo de Gagarin.
Como dato curioso, en la edición no se menciona al responsable del programa espacial de la URSS, Andrei Koroliov, del que casi nadie tuvo noticia hasta su muerte en 1966, colmado de honores. El nombre de Koroliov se mantuvo en el anonimato para protegerlo de los servicios secretos de los Estados Unidos. Parece una fantasía, pero los soviéticos sabían por qué le preservaban la identidad: recordemos que hace menos de seis meses, en noviembre de 2020, fue asesinado el científico Mohsen Fakhrizadeh, el máximo responsable del programa nuclear iraní. Todos saben de dónde llegó la orden.
El ejemplar de la revista soviética pasó por varias manos hasta cuando cayó en las mías. Está muy ajado, pero lo conservo.
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