Gobierno Duque: Absoluta incapacidad

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Visita de Iván Duque a la Casa Blanca.

El retorno del uribismo al poder ha estado sujeto a un sinnúmero de derrotas que dibujan un estado cada día más frágil en sus estrategias políticas. La movilización en las calles como la oposición política en el parlamento, han sido claves en esta nueva etapa de inconformidad social

Redacción política

El acuerdo con la minga firmado en la noche del viernes 5 de abril, después de 27 días de protesta, es tal vez la única jugada política que le ha salido bien al presidente Iván Duque desde que tomó las riendas del Gobierno nacional.

No se acostumbra hacer un balance de la gestión a menos de 12 meses en el poder al Presidente de la República. Por lo general los primeros evaluados en un gobierno son el gabinete ministerial por sus responsabilidades con el Presupuesto de la Nación y los debates de control político en el Congreso. Iván Duque es el presidente más impopular de la historia a menos de ocho meses de ser elegido y al único que sus adversarios políticos no lo han podido ver como el jefe de Estado que parece no ser sino como era llamado en la pasada campaña electoral: “el subpresidente”.

Van ocho meses de este gobierno y el país no conoce un proyecto que se convierta en ley de la República, o esté cerca a ello. Las primeras apuestas legislativas que llevaron el sello Duque en cabeza de la ministra de Justicia Gloria Borrero, naufragaron. La reforma a la justicia y la mutación que hubiera sufrido la tutela se quedaron en primer debate, que sirvió para medir las fuerzas políticas de oposición pues plantaron cara a la reforma, logrando desmantelar las supuestas mayorías que parecía tener allí el ejecutivo.

Trámites legislativos

El Gobierno no tiene iniciativa política; ha primado el oportunismo a la hora de asumir los debates de la agenda nacional. El 11 de octubre el país vivió una atípica contienda electoral, la consulta anticorrupción, impulsada por la oposición y a la que le faltaron pocos votos para superar el umbral. Esta iniciativa puso en jaque al Gobierno pues solamente el Centro Democrático había rechazado su votación manifestado no acompañar la Consulta.

Duque tuvo que apelar al oportunismo y suscribir una serie de pactos para acompañar el mandato ciudadano, que no tenía otro camino para ser una realidad sino la vía parlamentaria. Siete meses después de la consulta, el Gobierno le ha puesto el freno a once proyectos de ley de los cuales ninguno está cercano a convertirse en ley.

Al tiempo que naufragaba la consulta anticorrupción en el parlamento, el proyecto de Presupuesto anual de la Nación para el año 2019 era presentado a las comisiones económicas. También era la primera vez que la izquierda colombiana hacía bancada en dichas comisiones del Congreso. Un presupuesto que, siendo formulado por el gobierno Santos, Carrasquilla como ministro de Hacienda y jefe de empalme del actual Gobierno, lo defendió hasta sacarlo adelante sin ninguna objeción, salvo los ajustes burocráticos del primer año de mandato Duque. Dicho esto, se confirma que el ejecutivo pasó la primera legislatura en blanco y con mala calificación.

El partido de Gobierno

El partido de Gobierno conduce a su antojo la presidencia del Senado. Ernesto Macías es el presidente de la corporación y responsable de la política de gobierno en el parlamento. Entre Macías y la ministra del Interior tienen el timón de la agenda política del país, pero los dos no se hablan. Debates de la oposición como el de Odebrecht, mostraron un talante poco democrático del presidente Macías. La discusión sobre la ley de financiamiento o reforma tributaria que desgastó al Gobierno ante la opinión pública, mostró a una oposición preparada para poner contra las cuerdas al débil ejecutivo colombiano.

La reforma tributaria o ley de financiamiento fue otro regalo para las multinacionales y un golpe al bolsillo de los colombianos trabajadores. Se pretendía recaudar 14 billones de pesos faltantes del presupuesto nacional y resultaron solamente anunciado el recaudo esperado de 7 billones de pesos. La oposición advirtió la necesidad de retirar el proyecto, pero el Gobierno empeñado en sacar adelante el recaudo de liquidez para el siguiente año fiscal, mantuvo su iniciativa. Al final, solo logrará recaudar siete billones, pero por las exenciones que impuso a los ricos de Colombia les costará a los colombianos nueve billones de pesos. Mal negocio para Duque.

La movilización

Luego vinieron los paros, la movilización social, las protestas y el mar picado del inconformismo social. Los estudiantes universitarios exigieron mayor presupuesto para financiar la educación, y no permitir que las universidades se les cayeran encima tras el olvido estatal a la infraestructura universitaria. Lo que parecían no ser más que una movilización pasajera terminó en un paro estudiantil de meses y con un pliego de peticiones por cada universidad. La estrategia del gobierno Duque consistió en menospreciar las peticiones del estudiantado y no sentarse a negociar de ninguna manera.

Los estudiantes marcaron la ruta. Las movilizaciones que agobian al presidente Duque y desgastan su poca aceptación entre la ciudadanía, hacen perfilar un Gobierno incapaz de solucionar políticamente sus dificultades. El respaldo irrestricto a los gremios de la producción es la tabla de salvación para Duque, y por ello enfrenta la movilización social con tratamiento de guerra y desprecio de las reclamaciones sociales. Los estudiantes solo volvieron a clase tras un principio de acuerdo presupuestario para los próximos cuatro años, con la advertencia que si en el año 2019 no se invierte lo prometido, el paro vuelve.

Minga y mitin

Finalizada la rebelión estudiantil, el turno ahora era para los indígenas quienes en materia de reclamos habían advertido que mientras los recursos y las tierras prometidas por acuerdos anteriores al gobierno Duque, no aparecieran en el Plan Nacional de Desarrollo, se verían obligados a acudir a la protesta social, en particular con la acción legítima de tapar la vía Panamericana que conecta al país con el Ecuador. Un principio de acuerdo se dio previa la presentación del Plan; los indígenas quedaban satisfechos por los 10 billones de pesos que se garantizaba con su inclusión en el capítulo indígena.

Se presentó el Plan. La plata de los indígenas no estaba y lo prometido a la minga del suroccidente tampoco. De nuevo la soberbia atrapa a la ministra del Interior y le cierra la puerta a los reclamos indígenas. Estos sin vacilación, salen a la Panamericana durante 30 días a protestar. El Gobierno se negaba al diálogo.

Quedará para la historia que un grupo de 60 parlamentarios, fue hasta las puertas de la Casa de Nariño, haciendo un mitin para que fuera al Cauca. Por cerca de dos horas, los parlamentarios de distintas bancadas se apostaron en la residencia de Duque gritándole “diálogo” para resolver los conflictos sociales.

La oposición

El acuerdo entre el gobierno Duque y la minga social, abrió un boquete gigante en las relaciones entre el partido de Gobierno e Iván Duque. El jefe natural de esa colectividad publicó un twitter rechazando el acuerdo y que él prefería las vías de hecho o una masacre para levantar los manifestantes de la vía, antes que firmar un acuerdo con ellos. “Si la autoridad, serena y firme con criterio social implica una masacre es porque del otro lado, hay violencia y terror más que protesta”, dijo Uribe. De nuevo la estrategia del bueno y el malo, entre Duque y Uribe en el Centro Democrático.

Mientras la oposición abogaba por las vías del diálogo a lo largo de toda la minga, Gustavo Petro y Aída Avella le contestaban al expresidente: “Felicito a Duque por no dejarse llevar de los cantos de sirena de la violencia y de los que hoy le dicen que incumpla. El incumplimiento del Estado siempre es violencia”, señaló Gustavo Petro, al tiempo que Avella se pronunciaba: “A Uribe Vélez, no le gustan los acuerdos, se desvela por las Convivir”.

La política de aliados

Será el Plan de Desarrollo la garantía para el cumplimiento de los acuerdos con la minga. La única iniciativa legislativa que pueda acumular el presidente Duque. Un plan afinado por el Consejo Nacional Gremial y provisto de una serie de estrategias para desmantelar el Estado y ponerlo al servicio del capital privado. Es decir, detrás de cada artículo hay un negocio para alguno de los empresarios que hasta el momento siguen respaldando a Duque.

Tres semanas de discusión previa del PND, el Ministerio de Hacienda, trató de concertar con los congresistas las mayorías necesarias para no correr riesgos. Cambio Radical se fracturó entre la pragmática política de la familia Char y sus negocios con el Estado, y el excandidato presidencial Germán Vargas, que se convirtió en un duro crítico de Duque. Hasta la revista Semana lo quiso graduar como “jefe de la oposición”. Lo que en realidad sucede tras las efusivas diatribas de Vargas contra el gobierno, es el desencanto de la mermelada que ahora dirige el Centro Democrático y que lo ha dejado por fuera de la repartija.

Hacer trizas la paz

Tratándose de paz, Duque se rajó en la implementación del acuerdo, en la continuidad de la mesa de conversaciones en La Habana y en la reglamentación adecuada para el funcionamiento procesal de la Jurisdicción Especial de Paz, JEP. La prioridad de hacer trizas el acuerdo por parte del Centro Democrático se ha hecho vía desfinanciamiento y objeciones a la JEP.

Todas las objeciones conducen a crear una inseguridad jurídica para los excombatientes. La más grave es que sigan las diligencias judiciales en la justicia ordinaria. En la práctica quieren desnaturalizar la JEP. El discurso del Gobierno en materia de paz sigue anclado a sofismas respeto de la supuesta impunidad de conductas contra niños en el conflicto. Ni en el acuerdo de paz, ni en las modificaciones constitucionales y menos en la Ley estatutaria, se avala tales conductas.

El anuncio de modificar la Constitución es grave, pues en la práctica es desbaratar los acuerdos de paz, sus obligaciones como Gobierno y los compromisos como Estado. La vigencia de los acuerdos de paz va hasta por tres periodos presidenciales después de la firma. No les quedará fácil construir una mayoría en el parlamento para asuntos de paz. Para el partido de gobierno, cada vez le cuesta más, tanto en la política doméstica como internacional, su discurso proguerra.

En materia de conversaciones de paz desactivó la mesa entre la guerrilla del ELN y el Estado colombiano. A pesar de su promesa de tomar decisiones en 30 días, después de su posesión, sobre la continuidad o no del proceso en La Habana, Duque se pronunció solo hasta después de los hechos del carro bomba en la escuela de Policía General Santander, para acabar el proceso de paz. El atentado le dio oxígeno político al gobierno y levantó en las encuestas. Como consecuencia de la decisión, inició un reclamo inaudito al Gobierno cubano por la no extradición de la cúpula negociadora del ELN.

El ejecutivo, empecinado en saltarse los protocolos firmados por las partes, los garantes y facilitadores para ser aplicados en caso de rompimiento de la mesa, armó una tormenta diplomática sin sentido, mostrando un pésimo manejo de las relaciones internacionales a cargo de Holmes Trujillo. De ahí surgió la famosa frase que “no se cumple lo pactado por no haberlo firmado su gobierno”, pésimo antecedente en las relaciones de Colombia ante el mundo.

El mentidero diplomático apostado en Bogotá expresó molestias por las acciones de la Cancillería. El hecho que Colombia desconozca los pactos internacionales firmados como Estado son para cumplirlos al margen del gobierno que los firmó. Holmes pidió la extradición del jefe de negociadores del ELN como rédito político del gobierno Duque. Pasaron dos semanas de fuertes declaraciones y exigencias al gobierno de La Habana hasta que Noruega habló y señaló que Colombia debía respetar lo firmado e iniciar todos los trámites necesarios para el retorno de los guerrilleros a suelo colombiano. Se apagó el tema y el gobierno acumuló su primera derrota internacional, pero no la más significativa.

Relaciones internacionales

En el concierto internacional la política de Estado de Colombia no existe. Su principal aliado es Estados Unidos, país que utilizó a Colombia para arremeter mediática, política y diplomáticamente contra Venezuela como parte del plan intervencionista para derrocar al gobierno de Nicolás Maduro. Duque aprovechó esa coyuntura para elevar el tono del discurso contra Venezuela y perfilarse como “libertadores” de la hermana patria, ejecutando acciones violentas en la frontera como la quema de un camión con supuesta “ayuda humanitaria”. Fue célebre ese 23 de marzo cuando el presidente Duque dijo que se asistía a lo equivalente a “la caída del muro de Berlín”.

Al lunes siguiente de la fallida intervención en Venezuela, la reunión del Grupo de Lima, instrumento creado e impulsado por Holmes Trujillo como cuerpo político en respaldo a la intervención militar en Venezuela desde Colombia, fracasó en su intento de legitimar una definitiva intervención extranjera y se convirtió en otra derrota internacional para Iván Duque.

Pero la real derrota en estos pocos meses de gobierno, fue que su aliado y mentor, Donald Trump, dijera que gracias a su presidencia hoy entra más cocaína a los Estados Unidos: “es un buen muchacho, pero no hace nada por nosotros”. El regaño del presidente de los Estados Unidos cayó mal entre el Centro Democrático, al punto que tuvo que responder de manera sumisa el expresidente Uribe, acudiendo a su vieja estrategia argumentativa de señalar al gobierno de Juan Manuel Santos como culpable de todo.

En disputa

La clave de un gobierno débil políticamente es que la movilización y la disputa política vayan de la mano. Lo que para el Gobierno son protestas sin razón, para el pueblo colombiano es rescatar los mínimos derechos y garantías amenazados por un Plan Nacional de Desarrollo y una agenda política que raya con el fascismo. El paro nNacional del próximo 25 de abril debe ser la primera gran apuesta unitaria para manifestar el malestar contra Iván Duque, previendo que se presentará una reforma pensional para agravar la crisis en ese sector, una reforma en salud para ahondar el problema asistencial en Colombia, una reforma a las tierras para borrar lo acordado en La Habana, y la posibilidad de convocar una asamblea nacional constituyente al antojo del uribismo para reformar la justicia y el acuerdo de paz. Al cierre de esta edición, Duque viajaba al Cauca para su encuentro con la minga, asimismo se caían en Cámara de Representantes las objeciones de la JEP.