La internacional columnista
Roberto Amorebieta
A propósito de los sucesos políticos que sacuden a dos naciones hermanas, Venezuela y Paraguay, esta semana han coincidido dos hechos que retratan de cuerpo entero la forma como los medios de comunicación construyen las matrices mediáticas y de opinión, es decir, el conjunto de informaciones, nociones y pareceres que llevan a creer que la realidad y la “actualidad noticiosa” son lo mismo.
En Venezuela, la Asamblea Nacional (de mayoría opositora) se encuentra en desacato desde su instalación en enero de 2016 por posesionar sin permiso a tres diputados que se hicieron elegir con fraude. No hace leyes, obstaculiza la labor del gobierno y se resiste a aprobar una serie de tratados comerciales y de ayuda internacional que permitirían al gobierno mejorar la difícil situación económica del país. Después de más de un año de conflictos entre el gobierno y la oposición, el Tribunal Supremo argumenta que la situación se ha vuelto insostenible y suspende a la Asamblea Nacional abrogándose las funciones del poder legislativo. La medida es calificada inmediatamente y de forma profusa por los medios y en las redes sociales como un “golpe de Estado”, una “disolución” de la Asamblea Nacional y una “ruptura” del orden constitucional. Es decir, una situación compleja que merece ser explicada a profundidad es despachada con la simpleza más absoluta y sin que haya el más mínimo asomo por esforzarse en presentar la noticia de forma imparcial.
Luego la OEA aprueba una resolución firmada por 20 países para “discutir” el problema de Venezuela, decisión calificada por el gobierno venezolano como un “golpe de Estado” en la OEA, ya que esa organización no puede (según su reglamento) llevar a cabo ese tipo de discusiones. Al otro día, el Consejo de Defensa de la Nación (CODENA), consejo consultivo de la Presidencia de la República, sugiere al Tribunal reversar la medida. El Tribunal hace caso a la sugerencia del CODENA y da marcha atrás en su decisión, devolviendo a los diputados sus derechos como elegidos. No obstante, la narrativa del “golpe de Estado” se mantiene y se intensifica, llegando incluso al esperpento de afirmar que el cambio de opinión del Tribunal es inconstitucional y que lo “legal” es mantener la suspensión de la Asamblea, lo cual desembocaría definitivamente en una situación del golpe de Estado. Es decir, como la decisión judicial (la suspensión de la Asamblea) que les dio pie a la narrativa del golpe se terminó con el reversazo del Tribunal, comenzaron a exigir que se mantuviera la suspensión de la Asamblea, para así tener argumentos de que había un golpe de Estado. Delirante.
Mientras tanto en Paraguay, el gobierno de Horacio Cartes, sirviéndose de corruptelas y componendas políticas (incluso con sectores cercanos al expresidente Fernando Lugo, derrocado con un golpe de Estado “suave” en 2012) hace aprobar en el Senado un proyecto de Ley que introduce la reelección presidencial. Si bien aún falta el debate en la Cámara baja, es previsible que la propuesta sea aprobada ya que el gobierno cuenta con mayorías en el Congreso. La decisión se tomó casi a escondidas, a puerta cerrada en la sede del movimiento de Lugo, por 25 senadores que conformaron una mayoría mínima para aprobar el proyecto.
El gobierno ha convertido al Paraguay en una especie de protectorado de Estados Unidos e Israel bajo cuya asesoría se ha incrementado la militarización del norte del país, donde se ejerce una brutal represión contra los campesinos que luchan por la redistribución de las tierras.
Ante este panorama, el pueblo paraguayo se echó a las calles.
Primero fueron los campesinos, quienes el 31 de marzo llegaron por decenas de miles a las puertas del palacio legislativo para protestar por la reelección y para pedir el acceso a la tierra. Luego fueron al menos 25.000 estudiantes quienes marcharon desde los barrios para unirse a la protesta al grito de “que se vayan todos”, a semejanza de las movilizaciones populares argentinas que en el año 2001 pusieron fin al régimen neoliberal de los años 90. El gobierno respondió con represión.Balas de goma y de plomo fueron usadas para contener la ira delpueblo. En la madrugada del sábado 1 de abril, mientras los enfrentamientos en el centro de Asunción entre avanzada y retroceso de policías y manifestantes daban como resultado el incendio del edifico del Congreso, en una de las sedes del Partido Liberal (opositor de Cartes) la policía hacía a sangre y fuego un allanamiento en el que resultaba muerto por la espalda Rodrigo Quintana, de 25 años, militante de las juventudes de ese partido. La muerte de Quintana fue registrada por una de las cámaras de vigilancia de la sede y se reprodujo viralmente en las redes sociales https://www.youtube.com/watch?v=v5Sxu0wUzUU lo que enardeció aún más a los manifestantes. El gobierno, ante la presión, relevó al ministro del Interior y al jefe de la policía.
Ante esto, el silencio de los medios de comunicación es escandaloso.
Mientras Venezuela exhibe una situación compleja y los medios simplifican hasta la náusea la realidad llamando a lo ocurrido un “golpe de Estado”, en Paraguay se está dando un levantamiento popular causado por los excesos del régimen y los medios callan abrumadoramente.
En una búsqueda rápida en Google con las palabras “Paraguay” y “Venezuela”, se encuentra que de 48 entradas en cada búsqueda, 5 hablan sobre la situación política en Paraguay y 17 sobre Venezuela. De estas, sólo 3 mencionan la versión del gobierno.
Así se construye una matriz de opinión. Mientras unos hechos merecen toda la atención y su cobertura es parcializada, otros hechos (igualmente relevantes) son ignorados o tratados con superficialidad. Venezuela es un problema, Paraguay no.
Venezuela tiene las reservas petrolíferas más grandes del mundo. Paraguay no.