Goteras en el techo de la casa

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Votantes al Parlamento Europeo.

Los partidos tradicionales de Europa fueron incapaces de afrontar retos como el de la crisis migratoria, la anunciada separación de la Gran Bretaña, a través del brexit, el auge de los nacionalismos de extrema derecha y las políticas del mercado

Alberto Acevedo

Las elecciones generales al Parlamento Europeo, que comenzaron el 23 de mayo pasado, con la participación en las urnas de los electores de Irlanda, la República Checa, Letonia y Estonia, y concluyeron el domingo 26 con la participación de los restantes países, de 28 que integran la Unión Europea, a pesar de que no representó una debacle para el proyecto de unificación del bloque, como temían algunos analistas, sí impone una nueva correlación de fuerzas, a tono con el posicionamiento de nuevas agrupaciones políticas en el viejo continente.

De acuerdo a cifras iniciales consolidadas, mantienen su hegemonía como fuerzas mayoritarias, el Partido Popular Europeo, PPE, que se conserva como la fuerza más votada, con la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas, en segundo lugar, seguidos por liberales, verdes y la ultraderecha, que incluye formaciones abiertamente profascistas.

Pero las dos formaciones mayoritarias, por primera vez perdieron la hegemonía y deberán hacer alianzas con otros partidos, para tener un mínimo de gobernabilidad. La votación de los 28 países indica que el PPE sufrió una dura caída, perdiendo 41 parlamentarios. En efecto, los populares pasaron de 221 escaños en la Eurocámara, a 179. Algo parecido sucedió con la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas, S&D, que debió conformarse con 150 curules.

Avance de los grupos eurofóbicos

Un tercer lugar lo obtuvo la fusión de la Alianza de los Demócratas y Liberales, con el partido La República en Marcha, del presidente Emmanuel Macron, de Francia. Pero el partido de Macron obtuvo el 22 por ciento de la votación al parlamento europeo, mientras el partido ultraderechista de Marine Le Pen, consiguió el 24 por ciento.

Por regiones, con excepción de España, se da esa doble condición de retroceso de los partidos tradicionales, y de ascenso de formaciones nacionalistas, ultraderechistas y fascistas. En el caso de Alemania, gana el CDU de la presidenta Ángela Merkel, pero avanza el profascista Alternativa para Alemania, que alcanza varios escaños parlamentarios en la Eurocámara. El grupo Europa de las Naciones y de las Libertades, de ultraderecha, alcanzó 58 escaños parlamentarios.

En el campo de las formaciones de centro izquierda o progresistas, los ecologistas del Grupo de los Verdes y la Alianza Libre de Europa, aumentaron 20 diputados, pasando de 50 a 70 escaños. También el Grupo Confederal de la Izquierda Unitaria Europea y la Izquierda Verde Nórdica, alcanzaron 38 curules en el Parlamento Europeo.

En este frente se destaca el significativo avance del Partido Socialista Obrero español, PSOE que obtuvo el 32.83 por ciento de los votos, con los que alcanzó 20 escaños parlamentarios de los 54 reservados a España.

Se opone entre sí pero están de acuerdo en todo

Las anteriores cifras indican que el bipartidismo tradicional europeo, que ha manejado el viejo continente desde la Segunda Guerra Mundial, ha recibido sin embargo una golpiza. Los resultados reflejan el cansancio de los votantes frente a aquellas fuerzas que se niegan a desafiar el poder de Bruselas y que no resuelven temas urgentes como el del desempleo, la creciente pobreza y el de los migrantes.

Muchos votantes “tienen la sensación de que en Europa hay demasiada integración, que hay demasiada gobernanza por parte de Bruselas” dijo a la cadena RT, Werner Patzelt, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Técnica de Dresde, en Alemania.

“La gente se hartó de los partidos que pretenden oponerse entre sí pero están de acuerdo en todo”, dijo el analista, que ilustró la afirmación con el hecho de que el Partido Popular Austríaco, conservador de tendencia antiinmigrante, liderado por Sebastian Kurz, avanzó en estos comicios.

Voto castigo

Hay un sentimiento de defensa de la unidad nacional en el discurso de muchos partidos, tendencia que ha sido clasificada como populismo. “La gente está harta de esa falsa democracia, donde parece que uno puede elegir, pero en realidad no hay elección”, dijo el británico John Laughland. La gente no quiere “los Estados Unidos de Europa, quiere sus estados soberanos”, dijo otro analista.

En cierta manera, los electores castigaron a los partidos tradicionales de Europa, que fueron incapaces de afrontar retos como el de la crisis migratoria, la anunciada separación de la Gran Bretaña, a través del brexit, el auge de los nacionalismos de extrema derecha y las políticas del mercado, que se tradujeron en recortes de la inversión social y desmonte de derechos sociales de los trabajadores ganados con años de lucha y de sacrificio.