“Groenlandia no está en venta”

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Paisaje típico de Groenlandia, considerada la segunda mayor isla del mundo, con 56 mil habitantes.

¿Cuánto pagaría Estados Unidos por la isla? A este interrogante se adelantó The Washington Post, quien indicó que la Casa Blanca estaría dispuesta desembolsar 600 millones de dólares y un pago inmediato para incentivar la transacción

Alberto Acevedo

“Groenlandia no está en venta. Groenlandia no es danesa. Groenlandia pertenece a Groenlandia”. De esta manera, categórica, la primera ministra de Dinamarca, Mette Frederiksen, respondió al impertinente ofrecimiento del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, de comprar a Groenlandia, por una suma que no alcanzó a determinar, puesto que la rápida respuesta de la mandataria danesa, le bajó los humos al gobernante norteamericano.

Trump había hecho público, vía tuit, su deseo de comprar a Groenlandia. La noticia, como es usual en ese curioso manejo de la diplomacia norteamericana, causó escozor en los principales medios de comunicación en el mundo. La primera ministra de Dinamarca la calificó de “absurda”. Esto molestó a Trump, que canceló una visita protocolaria a Dinamarca, prevista para los próximos días.

Riquezas naturales

Las primeras reacciones de la prensa internacional coincidieron en calificar el ofrecimiento como “una locura”, otra salida irracional del jefe de despacho de la Casa Blanca. Más tarde vinieron análisis reposados, y encontraron que la idea no es tan arbitraria. Responde a los intereses estratégicos de los Estados Unidos y, de cierta manera, también a los intereses personales del magnate venido a presidente. Lo que se preguntan entonces es si comprar a Groenlandia es para incrementar el patrimonio y el poder de los Estados Unidos, o para beneficio pecuniario del presidente Trump y sus empresas.

Los recursos naturales de la isla y su situación estratégica, la convierten en territorio codiciado. A pesar de que el suelo de Groenlandia, históricamente ha estado cubierto en un 80 por ciento por hielos permanentes, el calentamiento global y el cambio climático deterioran esa capa congelada y exponen ricos yacimientos de petróleo, gas, oro, hierro, zinc, plomo, uranio rubís, diamantes, agua dulce, materias primas detrás de las cuales Estados Unidos anda por el mundo.

Pero la intención de Trump pone sobre el tapete un viejo debate sobre el control del Ártico, en el que también están involucradas China y Rusia. Ya Estados Unidos cuenta con una base militar naval en ese territorio, pero sus asesores militares le han advertido que esta no es garantía suficiente para contener la expansión china y rusa. Esto hace que Estados Unidos se haya quedado rezagada en temas estratégicos en esa región. Fortalecer su potencial militar allí, le dificultan a China y Rusia el control de la ruta por el Mar del Norte.

Una nota del diario The Wall Street Journal, de la semana pasada, que se adelantó al anuncio del presidente, indicó que éste tiene reiterado interés en comprar el territorio autónomo de Groenlandia que, “esencialmente es un gran negocio inmobiliario” por su alto valor turístico. Y Trump es, esencialmente, un magnate inmobiliario. De ahí la duda si la propuesta del mandatario es para convertir a Groenlandia en el Estado 51 de la Unión o para reforzar su patrimonio personal. Entonces, como dirían los buenos jugadores de billar, Trump está tacando a tres bandas.

Portazo

¿Cuánto pagaría Estados Unidos por la isla? A este interrogante se adelantó The Washington Post, quien indicó que la Casa Blanca estaría dispuesta desembolsar 600 millones de dólares y un pago inmediato para incentivar la transacción. De esto se ha venido hablando durante semanas, indicó el rotativo, quien agrega que el presidente norteamericano se enteró que el reino de Dinamarca tiene problemas para apoyar financieramente a ese territorio autónomo.

A las secuelas de la propuesta norteamericana se sumó, a última hora, la decisión de la primera ministra de Islandia, Katrín Jakobsdóttir, quien deja plantado al vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, al anunciar que no asistirá a un encuentro a alto nivel con el vocero gringo, previsto para el 2 de septiembre, pues tiene agendada una conferencia sindical de países nórdicos, evento que se programó con mucho tiempo de antelación y tiene para ella una mayor relevancia. Medios de prensa, que hacen notar que nunca antes en las relaciones de los dos países se había presentado un hecho semejante, interpretan el desplante como un gesto de solidaridad con Groenlandia.