Creciente pobreza, crisis migratoria, violencia y crimen organizado y una corrupción enquistada en las altas esferas del sistema político, son los retos más importantes que deberá afrontar, cuando asuma el cargo el 14 de enero próximo, el nuevo presidente de Guatemala, el médico Alejandro Giammattei.
Considerado como el “eterno candidato”, pues se postuló a la presidencia en cuatro ocasiones, a nombre de diferentes partidos políticos, en los comicios del pasado 11 de agosto, Giammattei se impuso en segunda vuelta, con un 54.4 por ciento de los votos, gracias, entre otras cosas, a que, con la mayor abstención de la historia, participaron apenas tres millones de votantes de los cinco millones inscritos en el padrón electoral.
Elegido a nombre del partido Vamos, el próximo gobernante representa a un sector de extrema derecha que, con un programa de gobierno neoliberal, promete regresar al país a la ‘vieja política’.
Pensamiento conservador
En las líneas generales de su programa, el futuro gobernante promete mayor prosperidad y seguridad, la restauración de la pena de muerte y prohibir las visitas conyugales a las cárceles, y que los detenidos “se las arreglen entre ellos”. Semejantes propuestas muestran su perfil derechista y su carácter autoritario.
En la práctica, obedeciendo al talante de su movimiento político, lo que va a operar es una continuidad en los programas neoliberales, impuestos por la administración norteamericana y la banca internacional. Esto se observará en una política económica que abra paso a un modelo de acumulación de capital, que define al país como productor de materias primas y proveedor de fuerza de trabajo barata, con énfasis en el extractivismo.
Expulsor de inmigrantes
Esta política se traducirá en un sometimiento a la miseria a las mayorías, vale decir, a los sectores populares en condición de vulnerabilidad: campesinos, indígenas, mujeres, jóvenes, que seguirán siendo excluidos de las grandes decisiones nacionales.
Un panorama así es particularmente grave en un país como Guatemala, el de mayor población en el eje norte centroamericano, principal fuente de migrantes a la frontera sur norteamericana, con una tasa de homicidios cinco veces mayor que la de Estados Unidos y crecientes problemas de narcotráfico y de violencia organizada, de cuya autoría se culpa principalmente a los carteles del narcotráfico y a las pandillas conocidas como los maras. En medio de semejante panorama de corrupción, que envuelve a los círculos dirigentes del país, una enorme impunidad en los aparatos de justicia completa este panorama de incertidumbre, del que sólo podrá salir el país si en el mediano plazo se da una movilización popular que reclame cambios sociales democráticos.