
Iván Posada Pedraza
Recientes estadísticas del Banco Mundial indican que hoy día el 80 por ciento de la energía que se consume en el mundo proviene del petróleo, el carbón y el gas, o sea, los llamados combustibles fósiles, hecho que ha devenido en múltiples crisis: ambiental (contaminación del aire); geopolítica, por los conflictos políticos e incluso bélicos entre las naciones por el control de estos recursos (explotación, transformación, comercialización, etc.). De estas tres fuentes una de las más contaminantes es el carbón. De acuerdo con el Fondo de Defensa Ambiental de los Estados Unidos, “las plantas de energía impulsadas por carbón son la principal fuente de contaminación del aire. Los ambientalistas también afirman que la quema de carbón contribuye a la lluvia ácida y libera grandes cantidades de dióxido de carbono, lo que contribuye al calentamiento global.”[1] En el mundo se producen cerca de 700.000 muertes a causa de la polución que genera la quema de este mineral.
Otras fuentes
Para el consumo industrial y doméstico se utiliza la energía hidráulica o hidroeléctrica que en esencia consiste en aprovechar las corrientes de agua que una vez almacenadas en embalses, a través de un sistema de turbinas, se transforma en energía eléctrica. Hoy día cerca del 20 por ciento de la electricidad utilizada en el mundo proviene de esta fuente. Es una de las más limpias desde el punto de vista ambiental, pero igual tiene impactos negativos: los embalses y presas que hay que construir implican el desvió de las fuentes hídricas; se modifican las características del agua como el grado de oxigenación y la temperatura del líquido se altera; la actividad agropecuaria se modifica en forma severa, pues áreas para la agricultura y ganadería quedan sepultadas bajo las aguas; acontece igual con poblaciones aledañas que es necesario reubicar y en algunos casos sumergir en estos embalses; en lo social estas estructuras obligan a las poblaciones a cambiar sus hábitos de vida y actividad laboral.
Lo anterior ha generado la necesidad de buscar otras fuentes de energía menos contaminantes que contribuyan a disminuir la crisis ambiental que azota a la humanidad.
Algunos avances
En Alemania, por ejemplo, en 2016 las fuentes energéticas utilizadas fueron la solar, eólica, hidroeléctrica y biomasa (a partir de desechos orgánicos), las cuales constituyen hoy día el 7 por ciento del total de energía generada. Portugal, a modo experimental, utilizó durante cuatro días solo energía eólica, hídrica y solar y su producción eléctrica proviene en 75 por ciento de energía no fósil.
En la Cumbre del Clima de las Naciones Unidas celebrada en Bonn, Alemania a finales de 2017, cerca de veinte países llegaron a un principio de acuerdo consistente en dejar de utilizar el carbón como materia prima para producir energía. Este acuerdo incluye también el cierre de plantas de generación de energía a base de este recurso y hay un compromiso para que el 75 por ciento de las reservas de este mineral permanezcan bajo tierra.
A mediano y largo plazo la meta es que los países industrializados dejen de utilizar el carbón para el año 2030 y a nivel mundial para el 2050. Otra de las conclusiones de la citada cumbre sobre las consecuencias del uso del carbón es que “sus consecuencias nocivas para la salud y la atmosfera superan con creces los beneficios que pueda generar”.
Panorama nacional
En nuestro país el 70 por ciento de la energía se origina en las hidroeléctricas, debido a la posición geográfica que propicia un régimen de lluvias abundante que permite almacenar el líquido en los embalses para la producción de energía en forma continua. No obstante, en los últimos años esta situación ha cambiado por la acentuación del fenómeno del niño que incrementa los periodos de sequía, que incluso puso en riesgo la producción de energía hace poco por el bajo de nivel de los embalses. Hoy día, depender de este sistema de producción energética es un riesgo de nivel nacional.
Varios de los países que aspiran a abandonar el carbón como combustible son precisamente los principales compradores del carbón colombiano: Italia, Portugal, Francia, Reino Unido, Chile y Holanda, que en 2016 sumaban el 35 por ciento de las exportaciones colombianas de este material. El 95 por ciento del carbón que se extrae en Colombia, va a las exportaciones.
De materializarse este acuerdo, Colombia, como es obvio, dejará de percibir estos ingresos y así cobra validez, una vez más, la necesidad de diversificar las exportaciones. No se puede seguir dependiendo de las exportaciones de los recursos minero – energéticos, aún más con la alta volatilidad de precios de estos en el mercado internacional, controlado por las multinacionales. Es el momento de iniciar la transición hacia las energías renovables y limpias.
[1] Portafolio, diciembre 05 de 2016.