José Ramón Llanos
En la vida de los colombianos hay días que se con vierten en aciagos, que nos conturban el alma. Este es uno de esos días, porque ha muerto un maestro comunista, un ser señero, de esos que marcan hitos como signos grabados en letras de fuego. Sí, porque infortunadamente falleció William Agudelo.
Sin embargo, en medio del dolor atisbamos signos positivos, esperanzadores y también elementos dignos de ser destacados. Por ejemplo, vislumbramos el vientre fértil de las abuelas y las madres de los Agudelos que inauguraron un linaje revolucionario de hombres y mujeres, que hicieron de la lucha por la igualdad y la dignidad del prójimo la estrella polar de sus vidas.
Además, oteamos vientos de solidaridad, de gratitud y esperanzas. Fundamentadas en el ejemplo y las enseñanzas que nos dejan camaradas como William Agudelo que asimiló la reflexión de Jaime Pardo Leal: “De que vale la vida si cuando se tiene parece muerta. La vida es para vivirla, para sentirla, para vibrarla. Eso justifica nuestro paso por la tierra”.
Precisamente, William justificó su paso por la tierra luchando y bregando para convertir este país fértil en mezquindad y dolor, en un territorio de equidad, inclusión y de oportunidades para todas y todos. William fue un sembrador de esperanzas y dignidad. Abrevó en las enseñanzas que desde niño aprendió de sus mayores y quienes cuotidianamente le recordaban: La revolución se debe llevar en el corazón, en la consciencia, en la acción.
Por eso hay que vivir luchando como en efecto lo hizo William. Hoy no venimos a despedirlo, venimos a erigirlo en paradigma impar que siempre guiará nuestra acción y vida de revolucionarios. En esta forma perennizamos su recuerdo, sus enseñanzas y nuestra gratitud comunista. Entronicemos en nuestra memoria el recuerdo imperecedero de William Agudelo Sedano, quien supo continuar las lides revolucionarias de su padre Tobías.
A Marcela un abrazo solidario. Gabriela y Jacobo piensen que el resto de sus existencias tendrán a su lado a William en cada una de sus acciones altruistas y solidarias y que él continuará diciéndoles: como el Che a sus hijos: “Acuérdense que la revolución es lo más importante y que cada uno de nosotros, solo, no vale nada. Sobre todo, sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario”.
Hoy cerramos el ciclo que se iniciara en los años setenta en Cúcuta donde se unieron Carlos Bernal, Tobías Agudelo, y el gran constructor de Partido, Miguel Ángel Rueda, y juntaron su lucha contra el capitalismo salvaje y por la igualdad y la recuperación de la soberanía nacional, hipotecada al imperialismo.