Hong Kong, ¿una revolución de colores?

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Aspecto de las protestas en Hong Kong.

Detrás de las protestas está la mano de diplomáticos y de servicios de inteligencia norteamericanos y de la Gran Bretaña que alientan la idea de una revuelta que, al estilo de otras desarrolladas en diversas regiones del mundo, combinan el recurso de la violencia con un discurso “democrático” pro occidental

Ricardo Arenales

La dirección nacional del Partido Comunista Chino ha dicho que en desarrollo de las protestas que por estos días se viven en las calles de Hong Kong se advierten “signos de terrorismo”. La misma expresión la utilizó el portavoz del Ministerio de Defensa, Wu Qian, quien agregó que ese comportamiento de un grupo de ciudadanos hongkoneses “no puede ser tolerado”.

Estas apreciaciones se suman al hecho, ya señalado por analistas, que mientras más se profundiza la crisis de Hong Kong, más se aleja la posibilidad de encontrar una solución, y la región parece caminar hacia un desenlace trágico. De hecho, las autoridades chinas han concentrado gran cantidad de tropas en la frontera y la posibilidad de una intervención directa en las calles donde se libran los enfrentamientos, parece más cercana.

Las protestas comenzaron en marzo pasado, como reacción a un proyecto de ley que establecía la extradición de ciudadanos hacia territorio continental chino, por una amplia gama de delitos, entre ellos la evasión fiscal. Este punto fue muy sensible pues expondría a una buena parte de los empresarios. El gobierno local, autor de la iniciativa, redujo el número de delitos que podrían originar la extradición, pero mantuvo algunos como el fraude, la corrupción y el contrabando, hecho que hizo que buena parte del empresariado se siguiera oponiendo al proyecto.

Escalada de violencia

Más tarde, la jefa de Gobierno de Hong Kong, Carrie Lam, dijo que se aplazaba de forma indefinida la iniciativa, y cedió ante otras exigencias de los manifestantes. No obstante, las protestas siguieron, aparecieron grupos de choque, que provocaron enfrentamientos en los que resultaron al menos 45 heridos. El 5 de agosto iniciaron una huelga general y se produjo una escalada de violencia, caracterizada por bloqueos al sistema metro, al aeropuerto internacional, el asalto al edificio que alberga el Consejo Legislativo (órgano parlamentario), la Oficina de Enlace con el Gobierno Central de Beijing y ataques a varias comisarías de policía.

El diario Renming Ribao, órgano oficial del Partido Comunista Chino, apeló a las “mayorías silenciosas” del territorio hongkonés para que se movilicen a detener la acción de grupos “radicales”. Dijo el prestigioso rotativo, que detrás de las protestas está la mano de diplomáticos y de servicios de inteligencia norteamericanos y de la Gran Bretaña. Esta injerencia extranjera alienta la idea de que en Hong Kong se podría adelantar una “revolución de colores”, que, al estilo de otras desarrolladas en diversas regiones del mundo, combinan el recurso de la violencia con un discurso “democrático” pro occidental.

Daño en la economía

Indicios de que las cosas irían por este camino son, la reunión sostenida por Joshua Wong Chi-fung, líder de las protestas, con Julia Eadeh, jefe del consulado de los Estados Unidos en la región. O el hecho de que entre los manifestantes aparecen cada vez más, banderas de Estados Unidos y de la Gran Bretaña, país del cual Hong Kong fue una colonia durante muchos años. Por cierto, en tiempos de dominación colonial, ni el Reino Unido, ni los Estados Unidos, reivindicaron jamás un régimen democrático o un gobierno ‘liberal’, como el que hoy reclaman con ahínco frente a las autoridades de Beijing.

Por lo demás, las protestas comienzan a afectar el curso de la economía y el comercio. El más afectado ha sido el turismo, y por consiguiente el sector hotelero, que se han reducido en un 31 por ciento. El intento de penalizar con la extradición expresiones de contrabando y evasión fiscal, insinúa la existencia en Hong Kong de ‘paraísos fiscales’ cuyos capitales comienzan a emigrar. “Hay una banca paralela, alentada por el sector financiero, que alcanza decenas de billones de yuanes”, reconoció el analista económico Marek Avakián.