El horror del femicidio

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Luis Jairo Ramírez H.
@JairoRamirezH

La ciudad de Barrancabermeja ha sido sacudida con el cruel asesinato de la profesora María Angélica Polanco Miranda, docente del colegio Santa Teresita de Barrancabermeja, mujer reconocida como excelente profesora en su ámbito profesional y madre de tres hijos, uno de ellos de seis meses de nacido. Por los indicios hallados se trata de un feminicidio.

El feminicidio es la expresión más cruenta de la violencia de género.

Un reciente comunicado de la bancada de oposición registra que “el infame y constante feminicidio en nuestra sociedad, del 1 de enero a julio del 2020 registra: 315 mujeres asesinadas, 16.563 víctimas de violencia intrafamiliar, 220 feminicidios, de los cuales 115 fueron en tiempos de pandemia y un aumento del 47% de violencia contra la mujer. El Estado, no puede seguir revictimizando, por medio de la Fiscalía, a quienes sufren este flagelo”.

Durante el año 2019, cada tres días una mujer fue asesinada por su pareja o expareja, por lo menos una mujer fue agredida por su pareja o expareja cada 13 minutos, cada 24 minutos al menos una mujer fue agredida sexualmente y sobre este grupo, las niñas y las adolescentes fueron el 86% del total de mujeres agredidas. Las niñas que tienen entre 10 y 14 años son las más afectadas, seguidas por las que tienen entre 5 y 9 años.

Lamentablemente en Colombia las mujeres siguen siendo acosadas, violadas, desaparecidas, asesinadas y lo más terrible es que los casos quedan en la impunidad, porque el sistema judicial también tiene un alto sentido patriarcal.  Las mujeres acuden ante las diversas autoridades para denunciar los atropellos de sus parejas, exparejas sentimentales, amigos, hermanos e incluso padres, pero se encuentran con la negligencia estatal, que escasamente toma su testimonio, pero las someten a que retornen a sus casas donde seguirán siendo maltratadas y hasta asesinadas.

Ante semejante crimen tan atroz lo primero que le hace falta a nuestra sociedad es entender de una vez por todas que el sistema patriarcal-capitalista en que vivimos está intrínseca y perversamente instalado en nuestra sociedad, nuestra cultura y la educación; los estereotipos, roles y normas establecidos para hombres y mujeres, permite hacer que parezca natural la desigualdad, el maltrato y la discriminación contra las mujeres. Lo grave es que una gran mayoría ni siquiera son conscientes de que con nuestros actos y actitudes participamos indolentemente de semejante modelo.

En el contexto capitalista-patriarcal se ha instalado un sistema de regulaciones sociales entre hombres y mujeres que justifica las desigualdades e inequidades y hasta la violencia contra las mujeres; la ideología patriarcal se apoya en el modelo económico, el conservadurismo clerical y los recursos mediáticos para imponer la subordinación social de las mujeres.

Quienes tomamos el camino de lucha por los derechos de la gente entendemos que la violencia y la discriminación son un instrumento de nuestros opresores: el hambre, el desempleo, la falta de vivienda, educación, salud, la represión estatal; por lo tanto es profundamente cuestionable que se presenten situaciones en que quienes nos hemos organizado para defendernos de la represión institucional-empresarial usemos los atropellos contra nuestras propias compañeras para afirmar un mezquino poder machista.

Adenda: En estos tiempos está prohibido olvidar la Ley 100 de Uribe que destruyó la salud de Colombia y la convirtió en un jugoso negocio para un pequeño grupo de ricos.

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