
La violencia contra estatuas en memoria de antiguos colonizadores, que se ha disparado en Estados Unidos, Europa y algunas ciudades latinoamericanas, muestran el origen histórico del conflicto y evidencian que el crimen de Floyd no fue un mero error policial
Ricardo Arenales
Casi toda la historia de los Estados Unidos ha estado signada por protestas y revueltas antirracistas, en las que miles de hombres y mujeres se han levantado en distintas épocas contra la segregación racial. Pero las de este año, motivadas en principio por el asesinato de George Floyd, a manos de un policía en Minneapolis, han dirigido un foco importante de su acción a lo simbólico, representado en monumentos y figuras que confirman la hegemonía blanca y racista.
Y también como en la ola antirracista, el movimiento contra estatuas símbolos de la segregación racial y el colonialismo, trascendieron las fronteras norteamericanas. En lo que toca a Estados Unidos, el movimiento se ha dado con mucha fuerza, y todavía la semana pasada se registraron intentos por derribar una estatua de Abraham Lincoln, al que la gente acusa de “racista”, mientras la Universidad de Princeton, retiró el nombre del expresidente Woodrow Wilson de su Facultad de Ciencias Políticas, debido a sus posiciones segregacionistas.
La figura de Cristóbal Colón ha sido el objetivo de mayor demanda en las protestas, tanto en Norteamérica como en Europa. Cuando las efigies del ‘descubridor’ no han sido derribadas en su totalidad, han sido decapitadas o en su defecto cubiertas de pintura rojo sangre, para rememorar el genocidio contra la población aborigen durante la conquista. Inclusive comunidades indígenas han realizado a su alrededor una especie de rituales de “sanación”, para curar las heridas de la matanza.
Contra el genocidio
Las efigies de Colón han venido a pagar la ira de millones de descendientes de indios y negros por los casi 70 millones de muertos que dejó la colonización de las Indias, cifra que recoge Eduardo Galeano en su obra Las venas abiertas de América Latina. Las escenas se repiten en Nueva York, Virginia, Boston, Minneapolis, Miami. Y no solamente fueron expresiones de manifestantes negros. En Virginia, la Asociación Indígena de Richmond convocó una movilización con el claro objetivo de derribar la estatua de Cristóbal Colón, lo que efectivamente se hizo.
Estas manifestaciones tienen expresiones de rescate de la memoria histórica, desde antes de la muerte de Floyd. Para 2019, 130 ciudades de Estados Unidos suprimieron la celebración del ‘Columbus Day’, o día de Cristóbal Colón y conmemoran en cambio el Día de los Pueblos Indígenas, contra la voluntad del presidente Trump.
En cercanías de la Casa Blanca, un grupo de manifestantes, a los gritos de “asesino” intentó derribar la estatua del séptimo presidente de la nación americana, Andrew Jackson. Entre tanto, la productora de cine y televisión HBO retiró de su archivo la galardonada película “Lo que el viento se llevó” por considerarla una apología del racismo. Paramount por su parte prometió retirar de su parrilla la serie ‘Cops’, porque criminaliza a otras razas, y los creadores de Los Simpson dejarán de contratar a actores blancos para sus personajes de color, como el policía afro Lou, y contratará a actores negros.
Protección policial a Churchill
Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes en Estados Unidos, pidió al Congreso el retiro de 11 estatuas de generales confederados, que incentivaron la segregación, colocándose al lado de los esclavistas durante la guerra de secesión, entre 1861 y 1865. En el caso de Estados Unidos, muchas de esas estatuas fueron levantadas cuando se producían alzamientos raciales o de emancipación de negros.
En Londres, la estatua de Winston Churchill, considerado el héroe de la segunda guerra mundial, debió ser protegida por cordones policiales, ante los reiterados intentos de manifestantes por derribarla. Lo acusan de comercio de esclavos y racismo. De todas maneras, fue embadurnada con pintura roja, simbolizando la sangre que derramó. En la ciudad de Poole, se dispuso la retirada de la estatua del fundador de los boy scouts, Robert Badem-Powell, por ser un antiguo colaborador de Hitler y del nazismo. En Londres, también fue vandalizada la estatua de Abraham Lincoln.
La alcaldía de Londres creó una comisión para estudiar el tema de los monumentos. En otras alcaldías del Reino Unido, los mandatarios, los concejos municipales o grupos de congresistas declaran la necesidad de retirar efigies de tales personajes y en algunos casos ya se ha logrado. El propio alcalde de Londres, Sadiq Khan, ordenó quitar los monumentos de Robert Milligan, otro traficante de esclavos.
Revisar la imagen de Cristo
¿Quién dijo que Jesucristo, el hijo de Dios, era blanco?, se preguntó por su parte el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, líder espiritual de la iglesia en la Gran Bretaña. “La representación tradicional de Jesús como hombre blanco debe ser revisada a la luz de las protestas del movimiento Black Lives Matter”, dijo el prelado. “Entramos en las iglesias y no vemos a un Jesús blanco, ves a un Jesús negro, a un Jesús chino, o a un Jesús del Oriente Medio, el más preciso” (…) las diferentes representaciones de Jesús sirven como “un recordatorio de la universalidad del Dios que se hizo completamente humano”, puntualizó el prelado.
El asesinato de George Floyd, pues, ha revivido en la memoria siglos de esclavitud, explotación, mutilaciones, así como violaciones masivas de mujeres y niñas de “razas inferiores”. Federico Nietzsche, en un escrito sobre la Historia Crítica, desenmascara las mentiras del pasado, condena hechos que se consideraron gloriosos y pone las cosas en su sitio, lo que provoca la caída de héroes y dioses, en un verdadero ritual de iconoclastia. Nietzsche, a propósito, propone la construcción de un nuevo mundo, sin el lastre de la historia oficial.
Para el caso que se analiza, la violencia contra estatuas que hacen honor a antiguos esclavistas o colonizadores, se ha disparado en Estados Unidos, Europa y algunas ciudades latinoamericanas, otorgan un origen histórico al conflicto, y muestran que el crimen de Floyd no es un error policial, un mero exceso de autoridad, sino a la construcción histórica de una cultura racista y genocida.
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