Jaime Cedano Roldán
@Cedano85
Pedro Sánchez no fue investido presidente de Gobierno a pesar de que los números daban. Un acuerdo de investidura entre PSOE y Unidas Podemos lo hubiera posibilitado. Los dos no alcanzaban la mayoría absoluta pero al acuerdo se hubieran sumado otras pequeñas bancadas. Hasta septiembre hay tiempo para otro intento o irse a nuevas elecciones.
El momento es el de la guerra de los relatos, la posverdad. Hay desaliento en los electorados izquierdo-progresistas tras el festejo de la noche electoral de abril cuando las urnas “habían parado a las derechas”. Y hay incertidumbre por los posibles efectos económicos de esta situación de suspense. Giran los debates de la investidura fallida sobre los egos y soberbias de Sánchez y de Iglesias, la efectividad o no de los ministerios ofrecidos, competencias les llaman. Cada cual dice ser el de las cesiones y generosidades.
Hay argumentos para todos. Horas antes de la votación se supo que IU no compartía la estrategia negociadora de Podemos. Se dice que Sánchez no quería compartir el gobierno, que no hay cultura de acuerdos, que los poderes fácticos presionaban en contra, que se perdió demasiado tiempo y solo se negoció durante 48 horas habiendo pasado 90 días desde las elecciones. Pero también está la observación, que esta columna comparte, que el primer gran error fue haber tomado la decisión de intentar hacer un “gobierno de izquierdas” con un partido que poco o casi nada tiene de ello.
Abandonar la tesis estratégica de la Ruptura Democrática para superar el bipartidismo y el régimen monárquico, para pactar con uno de los partidos fundamentales del régimen. Frenar a las derechas aconsejaba negociar un voto afirmativo de investidura sobre la base de un agresivo programa social y democrático y seguir en la oposición. La vía portuguesa que llaman camino desoído.
Equivocadamente se concibió que eran tiempos de cogobernanzas para frenar a las derechas y hacer políticas sociales. La ruptura, se aparca para mejores momentos. Argumentaron que como el PSOE no era de fiar entonces había que meterse a los ministerios, algunos con nombre propio, con muy monárquicas maneras. De “parar a las derechas” se pasó a priorizar qué y cuántos ministerios.
El PSOE quería la investidura sin mayores concesiones y en arrogante actitud. Podemos se radicalizó. En la negociación Unidas Podemos no existía, solo decidían Iglesias e Irene Montero. En unas nuevas elecciones el peligro que gane el trifachito es real, ante ello IU pide a Podemos investir a Sánchez con compromisos programáticos y pasar a la oposición. Lo desoído. En Podemos la propuesta causa ampollas y se arma la marimorena. En esas estamos.