Jacobo Arenas y el proceso de paz

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Jacobo Arenas

El 10 de agosto de 1990 falleció en las montañas de Colombia el comandante guerrillero Jacobo Arenas. En este homenaje escrito por el periodista Manuel Cepeda Vargas, se destaca la vida del insurgente comunista antes y después de Marquetalia, así como su papel destacado en el proceso de paz con el gobierno de Belisario Betancur

Manuel Cepeda Vargas

La vida de Luis Morantes, quien tornó celebre su nombre de batalla de Jacobo Arenas, está ligada a dos procesos inseparables de la historia actual de Colombia: el derecho a la defensa de nuestro pueblo y el derecho a la búsqueda de la paz.

En 1964 se sabe que es inminente el ataque militar a Marquetalia, la aldea campesina surgida por el esfuerzo y la visión de Manuel Marulanda Vélez. Viajan entonces a ese sitio Luis Morantes y Hernando González, el líder de la Juventud Comunista, que hallaría después la muerte durante la agresión oficial en Riochiquito.

Entonces el gobierno de Guillermo León Valencia y sus generales, Ruiz Novoa y Rebéiz Pizarro, se ufanan porque han tomado un punto en la geografía, con enorme despliegue helitransportado y gran estruendo.

Era mayo de 1964. Hacía seis años en 1958, había sido asesinado un gran líder guerrillero: Jacobo Prías Alape, ‘Charro Negro’, en Gaitania. ¿Tomó Morantes el nombre de Jacobo como relevo, así como a su vez lo había hecho Pedro Antonio Marín, que levantó el nombre de Manuel Marulanda Vélez, el líder obrero asesinado en un calabozo de Bogotá?

Surgimiento de las FARC

De esas raíces contemporáneas y profundas surge esta corriente. Y en 1966, el mismo año en que nace la CSTC, aparecen las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, en cuya gestación tuvo muchísimo que ver Jacobo.

Con Marulanda enfatizó en el carácter móvil, en la capacidad de desdoblamiento y multiplicación de la guerrilla, en su proyección no sólo táctica sino estratégica y en su irradiación sobre el fenómeno urbano, sobre la complejidad de la actividad en las ciudades.

De esa manera demostró con los hechos que nuestro pueblo puede defenderse, que no está condenado a la guillotina de las ofensivas militares, que pueden fundirse en una acción común la movilización urbana y campesina.

Luis Morantes era un luchador ligado a las acciones que el proletariado hacía en Santander por el petróleo. Y cuando sonó la campana de las decisiones abandonó la vida ciudadana. Tomó los empinados caminos. No volvería nunca a las ciudades, en una decisión ejemplar.

Y a esa capacidad de respuesta unió la capacidad de lucha por una paz justa, por introducir en la arena política los factores que cambien el destino de nuestro pueblo.

En 1964 el padre Camilo Torres pidió que cesara la agresión contra Marquetalia. El gobierno, ebrio de prepotencia, desoyó ese llamado con las consecuencias conocidas.

Acuerdos de La Uribe

En 1984 se inician los diálogos de paz entre las FARC y el gobierno de Belisario Betancur, que florecerán en los históricos acuerdos de La Uribe.

En ellos tuvo gestión decisiva Jacobo. Allí están sus libros: ‘Cese al fuego’ y ‘La correspondencia secreta del proceso de paz’.

Pero en esos acuerdos se puntualizó que la paz no sería una rendición incondicional. Que el sueño enfermizo que después poseyó al presidente Barco, quien creía que el reloj de la historia podía devolverse a 1964, cuando el ataque a Marquetalia no se había verificado y que por el aro de la desmovilización unilateral podrían entrar todos los insurgentes, no tenía lugar en la Colombia de los años noventa.

Sí a la paz. Pero una paz de doble vía. Una paz efectiva. Una paz sin gabelas para los paramilitares. Y en esa dirección se movía Jacobo cuando planteaba, con sus compañeros de Estado Mayor, el diálogo al presidente Gaviria.

En esa dirección se ubica igualmente su concepción de la Asamblea Nacional Constituyente con representación de las fuerzas insurgentes, autónoma, popular y democrática.

Antes de ser Jacobo Arenas

¿Qué tanto ha cambiado Colombia desde el día en que Luis Morantes le dijo adiós a Bogotá y tomó el camino hacía Marquetalia? ¿Se ha decidido la clase gobernante a mirar el panorama global y no parcialmente, como siempre lo ha hecho? ¿Han aprendido algo los militares que atacaron tan bizarramente un puñado de casas en 1964 diciendo que ahora sí cumplirían los designios de sus inspiradores norteamericanos con el Plan Laso y que recogieron en cambio un conjunto de 26 años ardiendo?

Los años sesenta en que Morantes pasó a llamarse Arenas y Luis pasó a llamarse Jacobo cambiaron la historia de Colombia. Tras las FARC surgieron el EPL y el ELN. Apareció meteórico Camilo. Pero en el ideario tradicional parece que todo sigue igual. En 1964 el general Ruiz Novoa decía que en 24 horas terminaría con Marulanda y en 1990 el general Nelson Mejía Henao decía lo mismo. “Acabaremos con ellos antes de las navidades”. Y en medio de ese delirio les tocó colgar el uniforme.

La personalidad de Jacobo demuestra que en nuestro país han ido surgiendo las fuerzas que puedan aspirar el cambio y al poder.

La idea de una gran transformación nacional, con inspiración bolivariana, que cierre las heridas de la patria, inspiró su acción desde sus orígenes hasta cerrar su parábola el viernes 10 de agosto, a las 9 y 25 de la mañana, cuando su poderoso corazón se detuvo en medio de una reunión que hacía con sus compañeros.

Todavía vemos su imagen…

Resuena la caballería inminente. Las avanzadillas llegan reconociendo el terreno. Son jóvenes todos. Muchachos y muchachas que tomaron las armas. Y allí llega el diestro jinete. Abraza a todos. Ríe. Y hace las bromas que abre la puerta al gran debate.

Todos sabemos que ese viento poderoso que encarnó en Jacobo sigue soplando.

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