Murió el hombre que disparó el primer tiro del combate fundacional de las FARC. Un hombre leal, de memoria prodigiosa que dejó para la historia, los mejores relatos de la lucha revolucionaria
Carolina Tejada
@carolltejada
Jaime Guaraca, nació el 5 de abril del año 1938, en la vereda La Estrella, del municipio de Planadas, Tolima. Estudió hasta segundo de primaria y luego de la violencia contra el campesinado a manos del gobierno conservador, Guaraca, se organizó en el movimiento agrario para defender sus intereses de clase, y posteriormente se enlistó con los marquetalianos dirigidos por el Charro Negro, como le denominaban a Jacobo Prías Alape, dando paso a lo que ellos mismos denominaron como la forma más alta de la lucha de masas, la lucha armada.
“Nosotros los campesinos que laboramos en las estribaciones del nudo de la cordillera central de los andes, hemos sido víctimas de cuatro guerras por la oligarquía colombiana”, relataba en una entrevista Jaime Tarsicio Guaraca, refiriéndose a la declaración política de la primera asamblea campesina que un 20 de julio de 1964, a orillas del río San Miguel, en la vereda Marquetalia, se elaboró en medio de la más amplia violencia militar por parte del gobierno de Guillermo León Valencia. En esa misma declaración, le informaban a Colombia y al mundo entero que, a partir de esa fecha, se convertían en guerrilleras y guerrilleros revolucionarios que luchaban por el poder.
Estos hechos estaban precedidos por la guerra de exterminio contra la región de Marquetalia por parte del gobierno, quien impulsaba el Plan Lasso, un plan de guerra preventiva desarrollado dentro de la doctrina de seguridad, y que tenía como fin acabar con cualquier asomo de movimiento insurreccional.
En abril de ese mismo año, una comunicación enviada a León Valencia, había alertado de la firme oposición del naciente movimiento guerrillero “al sistema bipartidista paritario del «frente nacional» oligárquico, que consideramos antidemocrático y antinacional». En el libro, Diario de Marquetalia, Jacobo Arenas, recuerda que pusieron a funcionar un viejo mimeógrafo para difundir la carta a todo el pueblo. Voz Proletaria, en ese entonces, publicó algunos de los apartes de ese documento y unas entrevistas en las que se evidenciaba el flagelo de la guerra contra la población.
La memoria de un marquetaliano
Cuando empezó la violencia en Colombia no había guerrillas, relata Guaraca en una entrevista realizada en La Habana, hace cuatro años, y saca del baúl de los recuerdos la historia de su infancia que fue marcada por la violencia política y que tiene como referencia para la historia del mundo, el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1948.
Él, junto a su familia vivían de la producción agrícola en la vereda La Estrella, “la gente se dedicada al trabajo honrado, pacífico, a la producción agrícola”. Cuenta que esa tranquilidad se alteró cuando a finales de ese mismo año “llegó un contingente de policía y un grupo de conservadores armados, entre el grupo venía el cura párroco del Ataco”, un municipio situado en el departamento de Tolima. Cuando la policía llegó, “no encontró un alma, todo el mundo se escondió en el monte (…) al otro día bajaban tres campesinos, los hermanos Rafael y Justo Jiménez y Baltazar Collazos. La finca de Baltazar Collazos colindaba con una de mi padre, y los cogieron y los mataron a puro machete, las dos muchachas hijas de Baltazar, las violaron”.
Ese momento de su infancia, sin olvidar nombres, fechas y lugares, lo analizó como un hecho que marcaría para esa población el inicio de una nueva etapa en la lucha agraria.
La orden del presidente Mariano Ospina Pérez, había sido que todos los conservadores tenían que armarse. Recordó que “Ospina Pérez dijo que iba a quedar en Colombia solo el Partido Conservador, lo demás había que eliminarlo”, para entonces, no existía la guerrilla. La violencia conservadora se desató por los territorios y con ella, resalta Guaraca, reapareció el paramilitarismo. Con un lenguaje fresco y común, propios de la jerga campesina, podía acercar a cualquier público a los orígenes de la violencia y la resistencia campesina.
Así empezó la guerrilla
Escuchar de la voz de Jaime Guaraca, y la historia de su vida en medio de la efervescencia de la violencia política bipartidista, de los azares en su juventud que lo condujeron a integrarse a la lucha armada junto al Charro Negro, por el año de 1955, es recordar aquella novela de Nikolái Ostrovski, «Así se templó el acero», que relata la historia de un joven que desde muy niño tiene que trabajar y va desarrollando una conciencia social que lo llevaba a situarse del lado de los bolcheviques durante la Guerra Civil que provocó la burguesía en 1918. Las duras condiciones de la época de Guaraca, representan sin lugar a dudas, la moral y el temple revolucionario con el que trascendió su vida.
“Fíjese como comenzó el asunto, antes no ocurría un muerto en esas condiciones por ninguna parte” le dice a un camarógrafo, al referirse al ataque del campesinado; “la gente se quedó sin casa, sin la vaquita, sin la mula, sin las cosas, quedaron entre el monte con las manos cruzadas. De ahí comenzaron los jóvenes a irse, a encontrarse a ver que podían hacer para defenderse y para vengarse”, a pesar de que se refiere a la historia del lugar en donde vivía, afirma que esa era la realidad del país.
“Obligaron a la gente a organizarse en grupos y comenzó toda la guerrilla, mal armados, con escopetas de fisto, con lanzas de palo, con tacos de pólvora negra. Ese fue el verdadero comienzo”. La historia de vida de este marquetaliano que logró sobrevivir a toda incursión militar, a la cárcel y a la tortura, es el vivo relato de la resistencia campesina. El comandante Guaraca, quien estuvo al lado de Manuel Marulanda Vélez, escribió durante siete años, en medio del calor habanero, acompañado por las dolencias de su cuerpo y la parálisis de sus dos brazos, un texto que denominó, “Así nacieron las FARC”, su dedo índice izquierdo y su memoria, fueron los cómplices de ese retrato histórico.
Decencia y lealtad
Rubín Morro, integrante del nuevo partido FARC, nacido en Marquetalia, lo había conocido desde muy joven, contó que “era un hombre solidario, estudioso, fraterno, se preocupaba mucho por su educación personal y la del colectivo. Era un hombre muy decente, no permitía que se hablara de nadie en presencia de él y menos se dijeran palabras soeces”. Además de las primeras tareas a su lado, como la construcción de un quiosco para el estudio, recuerda que Guaraca se inventó el nombre de los “chontos”. Un lugar destinado para las necesidades sanitarias, y al que bautizó así para no llamarle de otra manera. “Era tan decente el camarada, que había un caño que le decíamos “mojahuevas” y nos prohibió llamarlo así y en cambio llamarlo “mojaintimidades”. Qué risa en la muchachada en aquellos años de 1980”, afirma.
Tarsicio Guaraca Durán, murió en La Habana el 5 de mayo del presente año. En la memoria de la resistencia marquetaliana, lo seguirán recordando como el comandante Jaime Guaraca, quién disparó el primer tiro del combate fundacional de las FARC, el hombre del Secretariado Nacional del Estado Mayor Central y primer responsable de la Comisión Internacional de las FARC-EP. Un hombre de paz, que ayudó a elaborar el programa agrario de la guerrilla, un campesino, como asegura Morro, “con una conducta y responsabilidad intachables, una lealtad a toda prueba y una memoria prodigiosa que nunca lo abandonó, que lo llevó a esculpir para la historia los mejores relatos y memorias de la lucha revolucionaria en Colombia”.
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