Gabriel Ángel
@GabAngel_FARC
Son varias las reflexiones que despierta el nombramiento de Jorge Rodrigo Tovar como coordinador de la Oficina de Articulación para las Víctimas del Ministerio del Interior. Es cierto que es hijo del exjefe paramilitar Rodrigo Tovar Pupo, de largo expediente criminal en la costa norte colombiana, pero ese hecho, por sí solo, no debería ser motivo de condena general.
Claro, uno parte de todo lo que es y representa el actual gobierno nacional, al que definitivamente no le interesa el asunto de la paz. No solo pone todo tipo de trabas a la implementación del Acuerdo Final de La Habana, sino que su ministro de Defensa proclama abiertamente la necesidad de modificarlo. Por eso mismo no tiene el menor interés en buscar una salida política con el ELN.
Le importa más contribuir al derrocamiento del gobierno de Venezuela y al aislamiento de Cuba en el concierto continental, que la vida de los dirigentes sociales y firmantes de la paz asesinados en absoluta impunidad. Mafias, grupos ilegales y bandas criminales se apoderan de los campos del país, mientras el gobierno mira hacia otro lado con sospechosa indiferencia.
Son reiterados sus escándalos por persecución a defensores de derechos humanos, opositores y periodistas que no coinciden con sus actos. Estamos ante un gobierno de derecha extrema. Así que no sería extraño que el nombramiento de Jorge Rodrigo Tovar simplemente buscara provocar. Cualquier cosa cabe esperar del uribismo. Sin embargo, habría que considerar otros aspectos. El nuevo coordinador de víctimas no fue paramilitar.
Era tan solo un niño cuando su padre hacía de las suyas. Apenas un muchacho cuando Uribe lo extraditó ladinamente a los Estados Unidos. No parece justo crucificarlo por sus vínculos de sangre. Tal vez si hubiera otra razón de peso. Los exguerrilleros también tenemos hijos e hijas que no tienen por qué ser parias el resto de su vida por obra de lo sucedido en el conflicto.
Jorge 40 no ha respondido ante la justicia colombiana por sus hechos. Pero todo indica que pronto estará obligado a ello. En diversos eventos organizados por la Comisión de la Verdad, hemos coincidido antiguos integrantes de las guerrillas y las autodefensas. Hemos compartido historias y reafirmado que la violencia nunca más puede ser el camino. Ellos se desmovilizaron y saldaron sus cuentas con la justicia. No puede haber lugar a más odios, así se hace la paz.
A Iván Roberto Duque le escuché su profunda animadversión hacia Álvaro Uribe, a quien buena parte de los paramilitares desmovilizados consideran un traidor que les incumplió el acuerdo firmado. Fue Uribe quien extraditó a Jorge 40 y a otros ex jefes de las AUC, que pueden llegar aquí a revelar muchas cosas hasta ahora silenciadas con su destierro.
El nombramiento también podría ser un guiño de simpatía del uribismo hacia quien llegara a hablar. Una jugada dudosa. Las víctimas, por su parte, no debieran mostrarse tan implacables con el hijo del exparamilitar. Lo que requiere este país es la reconciliación, no la venganza. Un hijo no tiene por qué pagar los muertos ocasionados por su padre.
En cambio, sí tiene el deber de preguntarse qué hace sirviendo a un gobierno que no quiere la paz, que se burla del Acuerdo sobre víctimas pactado en La Habana. Un gobierno cuyo inspirador y orientador es Álvaro Uribe, el hábil y reconocido matarife que traicionó a su padre.
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