Jorge Sanjinés y la teoría práctica del cine social boliviano

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“Hemos llegado a la conclusión de que no hay que rehusar el poder de exaltación que puede ejercer el cine sobre el espectador, sino utilizar ese poder para provocar en él una toma de conciencia, a partir del choque emotivo causado por la proyección”, Jorge Sanjinés

Juan Guillermo Ramírez

A pesar de las dificultades que ha atravesado Bolivia en la producción cinematográfica, se han llevado a cabo algunas experiencias de cine militante, social y de lucha ideológica de gran interés, gracias, fundamentalmente a los esfuerzos de una figura aislada, Jorge Sanjinés y a su grupo Ukamau. Para comprender las dificultades y trascendencia de su tarea, conviene recordar que Bolivia es un país con una industria fílmica pobre y con un nivel de distribución y exhibición reducido.

Pese a ser uno de los realizadores más célebres del cine boliviano y latinoamericano, gran parte de la filmografía de Jorge Sanjinés sigue siendo poco conocida. Cineclubista, autor comprometido, revolucionario e intelectual orgánico, Sanjinés -junto con su Grupo Ukamau- ha desarrollado una propuesta sumamente original de realización, exhibición y teorización cinematográficas en el seno de las comunidades indígenas, obreras y estudiantiles que han sido sus principales colaboradores y protagonistas a lo largo de más de medio siglo de creación audiovisual.

Jorge Sanjinés se tropezó con enormes dificultades, entre ellas la censura, para llevar a cabo su trabajo cinematográfico. Para trascender esto se une con Oscar Soria y fundan el Grupo Ukamau -dedicado a difundir sus películas y otras del Nuevo Cine Latinoamericano, especialmente documentales, en medios obreros, barrios periféricos y en áreas rurales del altiplano, principalmente- y este su primer intento se remonta al año 1963, con la realización de un corto documental de diez minutos y que fue rodado con excelente dominio de la técnica, poesía de la austeridad en la imagen, limpieza sobria en el lenguaje y autenticidad en los personajes que reviven un pedazo de su propia existencia. El título era Revolución. La película comenzaba presentando escenas de la vida diaria en La Paz, con su miseria, para pasar luego a narrar brevemente las experiencias de unos huelguistas que terminan apoderándose de las armas de los soldados.

En 1965, Sanjinés y su grupo realiza un documental Aysa (Derrumbe), en donde se denunciaba las inhumanas condiciones en que vivían unos cinco mil mineros en Bolivia a través de las desventuras de una sola familia. Al año siguiente decide pasarse al campo del largometraje introduciendo elementos de la ficción para hacer, ahora sí un cine más atractivo y comprensible para el espectador, pero sin renunciar a su línea de indignación social y política y de denuncia de los graves problemas de la colonización y el subdesarrollo.

La primera experiencia en esta nueva vía se tituló Ukamau que, a pesar de ser un largometraje, seguía estando rodado come medios muy precarios y con una línea argumental muy sencilla y directa. En él, Sanjinés empieza a tratar el tema indio boliviano, que compone la mayor parte de la población y que vive en condiciones -en muchos casos- infrahumanas y careciendo de la más mínima posibilidad de educación y promoción, ya que la mayoría desconocen incluso el castellano.

Esta misma directriz, pero ya enriquecida e introduciendo en ella elementos nuevos y complejos, es la que continúa en su siguiente película, la más conocida de todas, que ha llegado a tener difusión internacional. Se trata de Yamar Mallku (Sangre del cóndor), un melodrama con connotaciones sociales, basado en una información verídica que denunciaba la actividad de un centro de maternidad que se dedicaba a la esterilización de las mujeres, teniendo como meta la exterminación de los indígenas.  El argumento se centra en una intencionalidad claramente política. La operación de rodaje fue larga y complicada. Hubo que preparar cuidadosamente el terreno, tanto para el rodaje en sí, pues en Bolivia resulta prácticamente imposible conseguir materiales técnicos, equipos, como para la posterior comercialización de la película. El mismo Sanjinés escribe: Cuando en 1968 filmamos esta película, no sabíamos que nuestros destinatarios (en este caso los campesinos quechuas y aymarás de Bolivia) no iban a recibir la película con entusiasmo, que, si bien en general la obra iba a ser comprendida por ellos, esa película representaba, de alguna manera, otra intervención cultural más en su vida. Veían la obra como una reflexión del blanco occidental, español dominante, sobre ellos).

Gracias a la exhibición de esta película en Europa, Sanjinés consigue un contrato con la RAI para la filmación de un largometraje sobre Bolivia. Rueda El coraje del pueblo, sobre las luchas de los mineros bolivianos y la continua represión a que están sometidos. Para algunos críticos, esta es una de las películas políticas más rigurosas jamás filmadas. Obtiene gran difusión mundial, pudiéndose decir, sin lugar a dudas, que se trata de una de las películas latinoamericanas mejor conocida, habiendo suscitado gran interés por la problemática boliviana y por la latinoamericana en general. Sanjinés dice: Evidentemente la película tiene toda una intención esclarecedora de hechos que han permanecido velados, que han sido borrados de la información o que se han deformado intencionalmente para nosotros, el público más importante, aquel que tiene injerencia en los hechos, es pues el público boliviano y en especial el espectador popular, con el cual intentamos comunicarnos principalmente, pero nos interesan todos los espectadores.

En 1977 Sanjinés realiza ¡Fuera de aquí!, su primera película filmada en Ecuador, La idea del personaje colectivo es llevada al extremo: el narrador es omnisciente, constantemente hace comentarios morales a los hechos y acaba por volverse en un fuerte condicionante. La mejor parte de la película trata de las sectas religiosas y la forma en que estas destruyen la unidad de las comunidades. Comienza con los campesinos que cubren con piedras el vehículo en el que había regresado un grupo de propagandistas para prometerles lo mismo que año anterior con fines electoreros.

El mismo director afirma: Alguien escribió en cierta ocasión que el cine no sirve como instrumento de lucha política y que los intentos de utilizarlo de esa forma eran absurdos. Pero en nuestro país pudimos demostrar que un solo film podía ejercer una influencia efectiva sobre el desarrollo político nacional.