Dentro de sus tareas como miembro del Comité Ejecutivo del PCC, estaba la responsabilidad de ser editorialista ocasional del semanario VOZ. Su inteligencia, capacidad política e iniciativa, eran garantía de traducir las discusiones del Ejecutivo comunista en la línea política del periódico
Óscar Sotelo Ortiz
@oscarsopos
“Hoy lo traemos aquí, a este sitio donde desde hace dos años duerme nuestro capitán valiente Jaime Pardo Leal y donde hace una semana trajimos a nuestro hermano Teófilo Forero, para que crezca y se multiplique en la inmensidad de nuestra tierra y para que florezca su semilla”, son las palabras sentidas de Manuel Cepeda en el sepelio del joven dirigente de la Unión Patriótica, José Antequera.
La guerra sucia, que sin piedad apuntaba a la dirección del Partido Comunista, cobraba la vida del cuadro de la renovación política, al convencido militante de la solución negociada al conflicto armado, al representante de una de las generaciones más promisorias en las filas revolucionarias. En la atmosfera del Cementerio Central de aquel siete de marzo de 1989, el sentimiento colectivo de la gente que acompañaba a la familia Antequera Guzmán no podría ser otro que indignación, dolor y rabia.
Barranquillero arrebatao
Quienes conocieron a “Pepe” o “Pepín”, como cariñosamente era llamado por sus personas más cercanas, no dudan en dibujarlo como un dirigente natural. Desde sus inicios en la lucha política en su natal Barranquilla, su destacada labor como dirigente estudiantil como su vocación intelectual de brillante abogado, lo fue perfilando a tareas nacionales, que lo llevaron a la secretaria general de la Juventud Comunista Colombiana, JUCO, a la dirección nacional del Partido y a la responsabilidad de Asuntos Políticos en la Unión Patriótica.
Son muchos los perfiles que complementan el recuerdo de Antequera. Su amor por la región Caribe, su afición por la salsa, su obsesión por la lectura, su pasión por la política, su ternura desplegada con devoción hacia su familia. “Usted quiere saber cómo era Pepe, escuche la canción Barranquillero arrebatao y podrá fácilmente imaginárselo”, dice Omer Calderón, quien fuera dirigente de la JUCO y compañero de militancia de Antequera.
Editorialista
Dentro de sus múltiples tareas como miembro del Comité Ejecutivo del Partido Comunista, estaba la responsabilidad de ser editorialista ocasional del semanario VOZ. Su inteligencia, capacidad política e iniciativa, eran garantía de traducir las discusiones del Ejecutivo comunista en la línea política del periódico.
Fueron muchos los temas que abordó: la situación internacional, la guerra sucia y el genocidio político en contra del movimiento revolucionario en los territorios colombianos, la necesidad cada vez más aguda de posicionar la solución política al conflicto armado como único camino de salida a la crisis nacional.
Acción de masas contra el militarismo
Frente a los acontecimientos de la toma y la retoma del Palacio de Justicia en noviembre de 1985, José Antequera llama la atención de la deteriorada situación nacional. Crítica vehementemente la actitud contradictoria del presidente Belisario Betancur, pues «lo trágico es que sus debilidades ante el militarismo, la concesión de reimplantar el Estado de Sitio y la masacre en el Palacio de Justicia, terminaron por conducirlo a la pérdida de autoridad y respaldo político».
De igual forma, crítica sin vacilar las acciones “aventureras” y “terroristas” de los grupos insurgentes concertados en la “Coordinadora Guerrillera”, que «con apreciaciones absolutamente irreales de la situación política del país, sostienen que la guerra es la única salida. Creen que el problema reside en “el choque de dos ejércitos, en el que uno tiene que imponerle la voluntad al otro”, al margen y menospreciando el movimiento popular. Es una táctica verdaderamente suicida para los revolucionarios».
Ante la ofensiva del militarismo y el inicio del más violento capítulo de guerra sucia contra el movimiento social en la historia, José Antequera transfiere a la gente la garantía para seguir en la pelea. “El camino no está expedito para el militarismo. En Colombia existen reservas y fuerzas democráticas que comienzan a actuar, colocando condiciones propicias para la más amplia unidad e identificación de diversos sectores sociales y políticos contra los planes militaristas de eliminación y tierra arrasada”, siendo la acción del pueblo la única que puede conquistar la paz y las reformas democráticas. La UP estaba naciendo, era una fuerza alternativa y la esperanza estaba depositada en ella.
La renovación
Para Antequera los resultados electorales obtenidos por la UP en 1986 y 1988 eran la traducción de una nueva realidad: el desarrollo de las fuerzas democráticas con posibilidades de conquistar más posiciones para ponerlas al servicio de la renovación democrática del país. “Hoy existen condiciones favorables para acercar y reagrupar a las corrientes democráticas combinando la acción parlamentaria, en los concejos y asambleas, con las movilizaciones de masas para ir ganando una correlación de fuerzas propicia a la convocatoria de un Plebiscito Nacional que concrete los cambios”, escribiría en su editorial La renovación democrática.
Sin embargo, la guerra sucia arreciaba las filas del movimiento popular. Para la JUCO, fue la masacre de Medellín efectuada el 24 de noviembre de 1987 donde murieron seis militantes, un punto crítico. Al respecto José Antequera escribía: “La masacre no es una simple continuación de los innumerables crímenes de la violencia política desatada por el militarismo, sino el inicio de una nueva fase de la Operación de Exterminio, cuyo objetivo es el de generalizar el terror para imponer un régimen de facto”.
Ante la tragedia y la ignominia, Antequera abre una luz de resistencia, ya que «la protesta juvenil se dejó sentir en una y mil formas, indicando que la joven generación está dispuesta a resistir y a luchar en todos los terrenos por el derecho a vivir y a ser jóvenes».
Solución política y paz
Entre el 30 de junio de 1988, hasta el día de su muerte el 3 de marzo de 1989, José Antequera escribió cinco editoriales, dedicadas exclusivamente a la necesidad de los diálogos, la acción popular y la paz democrática, como banderas del movimiento revolucionario para construir los cambios.
“En el fondo de la crisis está gravitando la urgencia de cambios institucionales mediante una serie de reformas a la Constitución. Hoy la posibilidad de tales transformaciones sitúa en un mismo plano la vía para adoptarlas y su contenido democrático, por lo que el diálogo debe conducir al establecimiento de un nuevo acuerdo para la democracia y la paz, adoptándose la convocatoria del Plebiscito y la integración de un organismo constituyente capaz de plasmar la nueva institucionalidad democrática”, escribe el 4 de agosto de 1988.
Para Antequera las posturas del Gobierno Barco y la “guerra sucia” configuraban un nuevo modelo de dominación política en Colombia: “una democracia aparente que niega el Estado de Derecho y un militarismo que impone las condiciones”. La solución política entonces requería un giro en la política, el levantamiento del Estado de Sitio, el cese de los operativos militares en zonas agrarias de violencia y la apertura de investigaciones que condujeran al desmonte de los grupos paramilitares. “No es posible hablar de un plan de paz eludiendo la erradicación de la guerra sucia”, sentencia Antequera.
Antequera, invoca nuevamente a la gente, ya que «en definitiva es con la acción de masas y la presencia de un gran movimiento popular como podrá lograrse la iniciación de una nueva negociación de paz replanteando la grave situación presente».
Su último editorial
Fechada el 16 de febrero de 1989, el último editorial que escribiría José Antequera para el semanario VOZ tendría como temática el Congreso por la Paz de Ibagué. “A diferencia de la confrontación total, desde distintos sectores surgen nuevas propuestas para una solución política en Colombia (…) La opinión internacional y las continuas denuncias de los sectores democráticos del país, exigen que se lleve hasta el final las investigaciones que comienzan a dar sus resultados”. Con apenas 34 años, la pluma joven de VOZ, clamaba contra la impunidad y pedía al conjunto del movimiento social altura histórica con la política de apertura y paz democrática.
30 años después, su crimen está en la impunidad y la lucha por una Colombia en paz sigue vigente.