
En varios informes del DANE, Ibagué aparece como una de las ciudades con el mayor desempleo juvenil en Colombia. Su alto número de ‘ninis’ e informales son circunstancias que golpean principalmente a las mujeres
Juan Carlos Hurtado Fonseca
@Aurelianolatino
Yisela Torres es una joven de 23 años, tecnóloga en Producción Agrícola certificada por el Servicio Nacional de Aprendizaje, SENA. Oriunda de Puerto Berrío, Antioquia, desde hace seis años vive en Ibagué con sus abuelos de quienes depende económicamente, aunque sus padres y tíos también le ayudan, ya que no ha logrado encontrar empleo en lo que estudió o en cualquiera otra actividad. “Siempre me piden experiencia laboral, pero no la tengo”.
Miguel Esteban Díaz de 18 vive con sus padres y sus dos hermanos, en la misma ciudad. Estudia Administración de Empresas en Uniminuto. Trabaja en un pequeño local de comidas rápidas. No puede dedicarse únicamente a estudiar como quisiera, “para mí es necesario dedicar media vida a estudiar y la otra media a trabajar. Quisiera estar dedicado solo estudiar, pero la situación no me lo permite porque, aunque mis padres me ayudan con el estudio, vivimos en una casa arrendada donde tenemos que pagar servicios, cubrir alimentación y darme una ayuda para poder cumplir con lo que me exige la universidad. Si estudiara en una universidad que no me cobrara nada, ahí sí no necesitaría trabajar, es que actualmente pago un millón doscientos por semestre y es muy difícil conseguir ese dinero”, explica.
Ambos jóvenes hacen parte de las cifras que emitió el Departamento Nacional de Estadística, DANE, en su último informe del trimestre mayo – julio sobre el comportamiento del mercado laboral de la juventud en Colombia, con base en la Gran Encuesta Integrada de Hogares, que registró una tasa de desempleo de la población joven, entre 14 y 28 años de edad, en 23%. Para las mujeres esta tasa fue de 30,1% y para los hombres fue 17,9.
Las causas
Ahora bien, la capital del Tolima es una de las ciudades que en los últimos informes de esta entidad estatal ha estado en los puestos más altos de la tasa de desempleo juvenil. Para tratar de conocer los porqués, VOZ consultó con Jhonatan Alexander Varón Posada, director del departamento de juventud trabajadora, de la Central Unitaria de Trabajadores, CUT, seccional Tolima.
El líder sindical identifica la raíz del problema en que Ibagué, como la mayoría de ciudades intermedias, no tiene industria o manufactura para la transformación de materias primas, lo que restringe el ejercicio laboral al comercio y a los servicios: “Por eso, no solo se ha mantenido entre las primeras ciudades en desempleo general, sino que se mantenido en el desempleo juvenil de manera permanente. En este último informe disminuyó en la medición del último trimestre, pero aumentó la informalidad”.

El desempleo juvenil en el pasado informe estaba en 32.9% y en la última encuesta en 28.1, lo que para el dirigente de la CUT no se debe a la puesta en marcha de políticas o a la promoción de empresas. Por lo contrario, los entes gubernamentales no solo no crearon empleo, sino que en la crisis agravada por el coronavirus no intervinieron: “Al inicio de la pandemia denunciamos que en a ciudad, en las áreas de servicios, comercio y seguridad se habían perdido más de 500 empleos y la Alcaldía y la Gobernación no hicieron nada para impedir que esto sucediera”.
Sobre el mismo asunto, Jorge Humberto Renza, economista, profesor universitario y director del Observatorio del Empleo y Recursos Humanos, de la Universidad del Tolima, dice que no entiende por qué la alta informalidad y el desempleo durante varios años: “Desde 2015 hay una tendencia a una alta tasa de desempleo, informalidad y desempleo juvenil que se desvincula del ciclo económico porque la economía nacional puede crecer y aquí estos indicadores siempre están en la olla”.
Expone que la estructura productiva de la ciudad es muy poco diversificada, especializada en sectores de muy bajo valor agregado como el comercio y los servicios, lo que también explicaría los altos índices en cuestión, “la industria aquí perdió peso en términos de ocupación. La estructura productiva descansa sobre el sector comercio y servicios, servicios que no generan valor agregado”.
Los ninis
El docente universitario identifica el fenómeno de los jóvenes que ni pueden estudiar ni trabajar, más conocido como ninis, y lo califica como preocupante. Explica que por el tiempo que han estado en esta situación son clasificados como ninis estructurales y ninis coyunturales. Los primeros son aquellos que llevan más de un año en esta situación. Y, en la capital del Tolima, a marzo de 2021 el 71% eran estructurales. Complementa explicando que la juventud solo tiene acceso a un trabajo informal, “más del 50% de los trabajadores está en la informalidad”, lo señala con base en el informe del DANE de enero a marzo.

Por su parte, el dirigente sindical de la CUT expone que la dinámica de desplazamiento y movilidad de la ciudad, que se encuentra en el centro del país, hace que sea una ciudad de paso, de transición a urbes más grandes, que recibe una gran masa de campesinos e indígenas desplazados por los conflictos armados, lo que hace parte de las causas del alto desempleo juvenil. “La ciudad no crece en la industria o en el número de empresas”.
La crisis económica, agravada por la pandemia, ha hecho que los jóvenes se ocupen en cualquier actividad que les permita sobrevivir. Es así que, para el trimestre mayo – julio, la rama de actividad económica que concentró el mayor número de ocupados jóvenes fue comercio y reparación de vehículos con un 21,3%, seguida de agricultura, ganadería, caza, silvicultura y pesca con el 15,4% e industrias manufactureras con el 9,9%, según la entidad estatal.
Así mismo, el DANE informó que el comercio, la reparación de vehículos, el alojamiento y los servicios de comida fueron las ramas de actividad que más contribuyeron a la ocupación con 8,2 puntos porcentuales en conjunto; seguidas de actividades artísticas, entretenimiento, recreación y otras de servicios con 2,6 puntos porcentuales.
Aumento de la informalidad
A estas ramas de la economía es que jóvenes como Miguel Esteban Díaz han llegado para, vendiendo perros calientes y hamburguesas, encontrar algunos recursos que le permitan ayudar a solventar las necesidades de su hogar.
Y aunque él pudo ir a la universidad, a Yisela le fue imposible. La joven siempre quiso estudiar Ingeniería Agronómica en la Universidad del Tolima, pero no pudo pagar el semestre que costaba un salario mínimo. Soñaba graduarse para aplicar sus conocimientos en cultivos de arroz, “siempre me han gustado ese tipo de cultivos y siempre me soñé en el campo manejando las fichas técnicas del cultivo, o en cultivos de café”. Su gran ilusión es ser empresaria del campo, desde niña, cuando crecía en la ruralidad se definió su vocación y gusto por “la cultura de los cultivos”.

Desde hace meses ha presentado hojas de vida en más de diez cultivos de flores de Cundinamarca y a una multinacional de Cannabis en el Tolima, pero la han rechazado por no tener experiencia, “en una me dijeron que me necesitaban para pos cosecha pero que no les servía por mi falta de experiencia. En otras ni me han llamado y eso que en estos momentos están necesitando gente por la temporada de flores”, dice la joven que no pierde la esperanza.
Su falta de recursos para pagar en una universidad pública estatal, la obligó a presentarse al SENA, aunque con la ilusión de homologar para hacer la carrera en la UNAD.
Yisela hace parte de los ninis de Ibagué, sobre lo que el profesor Renza expone: “En el periodo enero – marzo de 2021, el 23% de los ninis permanecen en esta categoría entre dos y cinco años, y el 8% llevan más de cinco años así. Es decir, no es la coyuntura de la crisis sanitaria, sino que es un fenómeno estructural presente en la sociedad ibaguereña. Aquí vale la pena preguntar por qué el deterioro en las condiciones del mercado laboral”.
Agrega que en el primer trimestre de 2021 el porcentaje de los ninis de esta ciudad fue de 22,3, es decir, 29.763 personas; el desempleo juvenil llegó al 32,3%, que equivale a 22.061 jóvenes desocupados, “en términos porcentuales superamos a Bogotá y a Cali”.
En palabras del líder de la CUT, Jhonatan Varón, en el penúltimo informe del DANE Ibagué tenía un desempleo general de 21,5% y en el último informe se redujo al 19,1, “no creemos que haya una política del Gobierno para la creación de empresas y que se haya reducido la cifra. Lo que sí vemos es que las calles peatonales están llenas de informales. Es decir, ha aumentado la informalidad, antes estaba en 51 y ahora está en 54%”.
Con estudio y sin trabajo
El profesor de la Universidad del Tolima señala que en Ibagué, según el informe del DANE enero – marzo, el 27% de los ninis tiene educación superior y que el 44% cuenta con educación media-técnica. Al sumar las cifras da que el 71% de ellos tienen nivel educativo medio-alto.
Otro aspecto que se hace evidente es que la mayoría de hijos están aplazando la salida de la casa a formar su propio hogar, “casi un 50% de los hijos de Ibagué son ninis y el 29,4% son cónyuges, la mayoría de estos son mujeres, que además han sido las más golpeadas por la crisis. Unas 27 mil de ellas salieron del mercado laboral para la inactividad en lo más duro de la crisis”, expone el docente de la Tolima.
Yisela Torres debe atender las obligaciones o los cuidados de su hogar. No obstante, cree que vivir económicamente a cuenta de sus familiares no es agradable, “no es nada bueno depender de los demás, quisiera tener lo mío, ser independiente y ayudarle a ellos”. Al no poder laborar en lo que se preparó, ha enviado hojas de vida a almacenes, loterías, restaurantes, pero tampoco hay oportunidades.

La suerte de Miguel Esteban Díaz es distinta porque tiene una ocupación. Comenta que ingresa a laborar a las cuatro de la tarde y sale a las 12 de la noche, luego, debe madrugar a clases y rápidamente adelantar las actividades académicas y así poder cumplir, para continuar con sus sueños de graduarse y adelantar estudios en ciencia política o derecho.
Por otra parte, desde el Observatorio del Empleo de la Universidad del Tolima se explica que la encuesta de hogares del DANE le preguntó a los jóvenes por qué dejaron de buscar trabajo y la gran mayoría dijo que porque no hay empleo. El 100% de mujeres ninis respondieron que por responsabilidades familiares, es decir, regresaron a casa a las tareas del cuidado.
“El 68.5% dijeron que lo hicieron por la falta de oportunidades. Entonces, la tendencia que se ve es la destrucción de empleo que se acentúa desde antes de la crisis, más o menos desde mitad de 2018 en la ciudad no se generan nuevas ocupaciones”, anota el profesor Jorge Humberto Renza.
Esta situación y esta falta de oportunidades obligó a Yisela a vender manualidades, “cajitas de sorpresas, tarjetas en foami o cartulina para ocasiones especiales que vendo entre amigos y las promociono por Facebbok, Whatsapp, Instagram, y eso me ha ayudado a solventar un poquito mi situación económica”.
De esta manera, muchos jóvenes han optado por ocuparse para sobrevivir mientras consiguen un trabajo que les garantice mejores condiciones. Es por esto que en el informe del DANE dice que en el periodo mayo – julio la tasa de ocupación para el total de la población joven se ubicó en 44,3%. Para los hombres fue 49,9% y para las mujeres de 38,6%.
Salidas desde lo local
Para muchos analistas, la solución a la problemática radica en un cambio en el modelo económico que entregue a la juventud oportunidades de vida digna. Al preguntarle al profesor Renza sobre posibles salidas desde la región, responde con una risa desesperanzadora. Ve las soluciones muy lejanas. Afirma que el Gobierno nacional no se preocupa por el problema al punto que el país es el segundo en América Latina con mayor tasa de desempleo, “es muy difícil hacer algo desde lo local, desde la capacidad del departamento y la ciudad”.
No obstante, cree que el arreglo del problema pasa por la participación de todos, que primero es necesario que la economía crezca y que la estructura económica se diversifique para absorber en condiciones dignas la mano de obra juvenil.
También: “Se puede hacer una mesa con todos los sectores sociales, con las centrales obreras, las organizaciones sociales, los empresarios, la Alcaldía y la Gobernación. Se pueden crear mecanismos para el reconocimiento de la economía informal, del cuentapropismo que es mayoritario aquí y está por fuera del foco de la política publica, para hacer un fondo de emergencia que financie proyectos de economía popular. Pero no los embelecos neoliberales. El fondo se podría alimentar con recursos de la Alcaldía, la Gobernación, ayuda internacional, inclusive de los mismos empresarios”, declara el profesor Renza.
De la misma manera, acerca de la asistencia a las mujeres, las más afectadas por este problema, cree que debe haber programas que les ayude en sus tareas del cuidado, es decir, hogares o guarderías para que el Estado asuma ese peso que recae sobre sus hombros y que ellas puedan regresar a laborar. “Que se fomenten actividades, no me gusta la palabra emprendimiento, de proyectos vinculados a la economía popular que permita democratizar el crédito, que permita salir de la dependencia del gota a gota, se necesita infraestructura pública que dé acompañamiento a estos proyectos, asesoría técnica y demás”, argumenta el director del Observatorio de Empleo.
Resistencia y organización
Mientras estas condiciones se construyen o mientras la sociedad decida hacer cambios radicales en su estructura económica, millones de jóvenes en todo el país seguirán debatiéndose en un diario rebusque que les permitirá sobrevivir.
A Yisela, Ibagué no tiene qué ofrecerle en términos laborales, por eso está buscando los recursos para irse a vivir a Gachancipá, Cundinamarca, a trabajar como obrera, no como tecnóloga, en una finca de floricultura con el salario mínimo más horas extras.
Muchos jóvenes han entendido que son una generación abandonada por el Estado. Que hay que hacer cambios radicales en las instituciones, para lo cual deben estar organizados. Por eso Yisela Torres y Miguel Esteban Díaz integran el Colectivo de Jóvenes Trabajadores, que con el apoyo de Sindesena agrupa hombres y mujeres que le apuestan a estudiar, proponer y ayudar a construir alternativas.
Les preocupa el sistema laboral y los suicidios: “Nosotros somos la segunda ciudad con más suicidios en Colombia, conozco de estos casos, he perdido amigos también a quienes la falta de educación y la falta de empleo han ayudado a esto. Hay hijos, hay deudas, hay que brindar alimentación, pagar un arriendo y el no tener dinero hace que las personas tomen esas decisiones. No nos dan trabajo porque no tenemos experiencia, pero si no trabajamos no obtenemos experiencia. Es contradictorio”, concluye Miguel Esteban Díaz.
