Los principales medios de comunicación en el ‘caso Uribe’ forman parte de una sofisticada estrategia en defensa del expresidente, sin lograr desvirtuar las contundentes acusaciones que lo implican con el paramilitarismo
Simón Palacio
@Simonhablando
Son muchas las conclusiones que se pueden formular sobre el mediático ‘Caso Uribe’, aun cuando se sabe que el proceso sigue en curso y que su final no se contempla en el corto plazo.
La primera de ellas es que desde el momento en que el expediente pasó a la Fiscalía General de la Nación, el ente acusador ha desplegado una defensa de facto favorable para Álvaro Uribe Vélez. En otras palabras, no solo no han investigado al imputado por los delitos de fraude procesal y soborno a testigos, sino que se ha convertido en la primera línea de defensa del expresidente. La intención de precluir el caso así lo demuestra.
En segunda medida, es importante resaltar la persistencia asumida por las distintas contrapartes del caso. Tanto el senador Iván Cepeda y su defensa jurídica, como las otras víctimas registradas (donde recientemente se reconoció a Deyanira Gómez, exesposa del testigo estrella Juan Guillermo Monsalve), se han provisionado de todos los recursos legales para evitar que el caso quede en la impunidad.
Finalmente, ha sido evidente el despliegue mediático en cabeza de poderosos medios corporativos de comunicación, siendo estos ampliamente favorables a la causa del expresidente e implacables a la hora de atacar y desvirtuar a las víctimas del caso.
La transformación
El periódico El Tiempo, el canal RCN, pero en especial la revista Semana, se han despojado por completo de su rol como medios de comunicación aparentemente objetivos, para convertirse en la artillería mediática que necesita Uribe Vélez para concluir favorablemente el proceso en su contra.
Si bien el rumbo que ha tomado la revista Semana en el último periodo ha sido diagnosticado por diferentes sectores alternativos e independientes, incluido este semanario, para este análisis es importante ubicar el viraje de 180 grados que tomó el otrora medio de comunicación más prestigioso en materia de investigaciones periodísticas y análisis político.
De manera rápida se pueden determinar los hechos que transformaron a la revista. 1) Compra del medio por parte del banquero Jaime Gilinsky; 2) Decisión de migrar al universo de lo digital y a la política de los “clics” en detrimento de lo periodístico; y 3) Exigencia de una particular línea editorial que ocasionó la salida del equipo responsable del prestigio y la llegada de un nuevo contingente afín a los intereses corporativos.
En palabras claras, el uribista Jaime Gilinsky compró el medio corporativo más “antiuribista” y lo transformó en lo que es hoy. En un chasquido de dedos la revista Semana pasó de ser la pesadilla de Álvaro Uribe para convertirse en el medio con mayor legitimidad para la extrema derecha que hoy gobierna al país.
El “complot”
La decisión unánime que tomó la Corte Suprema de Justicia, CSJ, en agosto de 2020 de ordenar la detención preventiva del por entonces senador Álvaro Uribe Vélez, cayó como anillo al dedo para los intereses de la revista Semana. El mediático caso se convirtió en la oportunidad perfecta para implementar la nueva política “periodística” y así demostrar su afinidad genuina hacia el uribismo.
La decisión editorial ha sido siempre clara, legitimar a toda costa los argumentos de la defensa jurídica de Álvaro Uribe, es decir, posicionar la hipótesis de que el caso judicial hace parte de un complot orquestado por el senador Iván Cepeda, el magistrado José Luis Barceló, el periodista Daniel Coronell, el expresidente Juan Manuel Santos y la antigua guerrilla de las Farc en contra del expresidente.
Para legitimar la hipótesis, Semana, como casi todos los medios corporativos de comunicación desviaron de manera deliberada el origen del caso, que es la presunta participación de la familia Uribe Vélez en la formación de grupos paramilitares en Antioquia, para concentrarse exclusivamente en la imputación por fraude procesal y soborno a testigos.
La estrategia
Sin embargo, se necesitaba del acervo probatorio con el que la CSJ determinaba la imputación en contra del exmandatario. Con la llegada del expediente a la Fiscalía General de la Nación, rápidamente la totalidad del proceso se filtró a la revista Semana y se ensambló la estrategia mediática para exonerar públicamente a Uribe Vélez.
Al respecto, se fabricó un problema y se ofreció automáticamente una solución. La ciudadanía y la opinión pública no conocían en su totalidad el expediente, y de manera “magnánima” Semana lo publicó. Vicky Dávila, directora del medio, y su flamante periodista, Salud Hernández-Mora, han dicho en reiteradas ocasiones que la publicación del material judicial demuestra la politización que adquirió el caso en manos de la CSJ y la evidencia del complot.
Para demostrar lo anterior, las periodistas se pegan de nimiedades tales como que Monsalve identificó a Cepeda como el “doctor Iván” o que la magistrada auxiliar interrogara de manera cándida al testigo estrella.
Con titulares ruidosos, tales como “atención”, “explosivo” o “exclusivo”, Semana implementó la exitosa estrategia de persuadir lo emocional sobre lo racional. Con la totalidad del expediente, la revista no se concentró en analizar los más de 20 testigos falsos que declararon en contra de Iván Cepeda y a favor de Uribe Vélez, ni en las jugadas ilegales de los abogados para cambiar el testimonio de Juan Guillermo Monsalve, ni mucho menos en la historia paramilitar de la hacienda Guacharacas.
Lo verdaderamente importante para el medio fue y seguirá siendo deslegitimar y desvirtuar al condenado Juan Guillermo Monsalve, tal y como se evidencia en la publicación de la edición número 2030 de la revista, donde no solo se lincha mediáticamente al llamado testigo estrella, sino que se acusa sin pruebas a su exesposa de pertenecer a las Farc.
Medios expuestos
Semana se enorgullece de haber hecho público el expediente. Pero si se hace un análisis riguroso, nada de lo publicado exonera al expresidente de los delitos imputados. Las diferentes versiones otorgadas ante la CSJ, presentadas de manera rimbombante como exclusivas, no dejan de ser los testimonios falsos que presentaron Uribe y su defensa para confrontar ilegalmente las serias acusaciones del senador Cepeda.
De hecho, lo recientemente encontrado en las sim cards y en el computador de Monsalve no cumplieron con el objetivo de filtrar información que confirmara el complot Cepeda-Barceló-Coronell-Santos-Farc. Que Monsalve haga fiestas en su lugar de reclusión, que sea hincha del DIM, que le gusta el whisky y el tequila, que presuntamente tenga negocios de minería ilegal o que le guste contratar servicios de prostitución, si bien son hechos reprobables propios de un delincuente, no tienen nada que ver con el caso. Eso sí, para desgracia de Semana, el esperado chat conspirativo entre Monsalve y Cepeda no existe.
Por lo pronto, el ‘Caso Uribe’ avanza al igual que la artillería de Semana, RCN y El Tiempo. Una vez implementada la estrategia mediática en defensa de Uribe Vélez, los más poderosos medios corporativos de comunicación han quedado expuestos como lo que son: conglomerados económicos ligados al poder político de la extrema derecha.
Mientras tanto, la opinión pública y las ciudadanías comienzan a inquietarse por la historia oculta de la hacienda Guacharacas en el nordeste antioqueño, epicentro en la década de los noventa de la formación paramilitar del Bloque Metro de las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC, trágico episodio en la historia del país que salpica a Santiago y Álvaro Uribe Vélez y que la artillería mediática no ha logrado desvirtuar.
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