Entre la cal y la arena

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El Rey, Felipe VI, preside el Consejo de Ministros deliberativo que se desarrolló en el Palacio de la Zarzuela con el nuevo gobierno de España.

Jaime Cedano Roldán
@Cedano85

Cuando recientemente Juan Guaidó visitó a España, fue recibido por la canciller en calidad de “presidente legítimo de Venezuela”, pero no lo recibió el presidente del gobierno, ni pisó La Moncloa. Tampoco lo atendió el Borbón Felipe IV, en su todavía condición de Jefe de Estado. Y esta semana que pasó, en el primer debate parlamentario al nuevo gobierno, el presidente Pedro Sánchez se refirió al susodicho autoproclamado como al “líder de la oposición venezolana”, lo que encendió la ira de las derechas y sonrisas en las izquierdas.

Pero muy pronto la sonrisa desapareció entre buena parte de las militancias de Unidas Podemos cuando el gobierno asumió plenamente la resolución del Tribunal Europeo de Derechos Humanos que avala las “devoluciones en caliente” en la frontera, que según el diputado Enrique Santiago, “vulnera los derechos de las personas reclamantes de asilo y de protección”.

En las pocas semanas que lleva el nuevo gobierno de coalición ya son varias las ocasiones en que se han dado declaraciones o tomado decisiones que impiden sonreír a las militancias, aunque se haya empezado muy bien con un importante aumento en el salario mínimo interprofesional. La nueva situación de cobernabilidad ya ha tocado internamente a Podemos al producirse el retiro de la formación morada del sector de los anticapitalistas que tienen su fuerte y retaguardia en Andalucía, bajo la conducción de la carismática lideresa Teresa Rodríguez.

Al no compartir el cogobierno con los socialistas como expresión de la línea estratégica, han acordado un divorcio amable. Pero divorcio es divorcio y la guerra interna entre partidarios y detractores no logró ocultarse en el cariñoso abrazo de despedida de Pablo Iglesias y Teresa Rodríguez. La dirigenta andaluza ha anunciado que se dedicará a potenciar el proyecto Adelante Andalucía, que construyera con IU y otros en las pasadas elecciones andaluzas. Pero en IU tienen sus fidelidades y lealtades con Madrid, en forma muy ordenada y disciplinada, y no participará en proyectos regionalistas sin conexión orgánica con un proyecto estatal.

El panorama muestra a una izquierda española en la encrucijada y los nubarrones indican que no vienen buenos tiempos. Cosa paradójica, nunca antes había tenido tantos cargos burocráticos y cuotas de poder, de capacidad de incidir, y esto que teóricamente le debería ayudar a fortalecerse como partido puede ser su perdición.

Teresa Rodríguez lo ha dicho con mucha claridad, una fuerza alternativa que se entrega a las marañas burocráticas del poder, junto a la socialdemocracia neoliberal otanista, en las condiciones del actual escenario político español, le entrega el bastón de la oposición, la inconformidad y la radicalidad a las derechas, y más propiamente a VOX. Es una contradicción.

El acuerdo con la socialdemocracia logra parar, por lo menos transitoriamente, el avance de la derecha, pero se producen quiebras internas y fuerzas históricamente alternativas que deberían ser opciones populares de poder, pueden terminar de simple oficina de aplausos de las obras de gobierno. Es una gran reto el que está viviendo hoy la izquierda española, cuando la legislatura apenas está comenzando.

La manera como se resuelva la cuestión andaluza será determinante para saber si tendrá decisión y pulso para aguantar las que vienen y logra recrearse como alternativa a pesar del pacto con una de las patas del cuestionado régimen del 78. O si lamentablemente perece en el intento.