La caldera del diablo: Cita Santos – Trump

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Aspecto de la reunión entre los mandatarios colombiano y norteamericano, la semana pasada en Washington.

Muy benevolente resultó el presidente Trump con su colega colombiano alrededor del tema del narcotráfico. El interés de los dos mandatarios se orientó hacia una agenda oculta que promete militarizar a América Latina y amenaza a Venezuela

Alberto Acevedo

Como estaba previsto, la agenda oficial de la cita entre los presidentes de Estados Unidos y Colombia, Donald Trump y Juan Manuel Santos, llevada a cabo en la tarde del pasado 18 de mayo en el despacho oval de la Casa Blanca, giró en torno al problema del crecimiento de los cultivos de coca, el proceso de paz y el fortalecimiento de las relaciones comerciales entre las dos naciones.

Los principales medios de prensa colombianos hicieron énfasis en presentar el tema del cultivo de estupefacientes como asunto crucial, que incluso ponía en duda si el mandatario norteamericano estaría dispuesto a mantener la ayuda económica que el país del norte ha brindado a Colombia en los últimos quince años. Y tras esto, si además iría a respaldar el proceso de paz con las FARC.

Las caras sonrientes de Trump y Santos, al comparecer ante los periodistas, después de unas conversaciones que se prolongaron por más de una hora, aclararon las dudas.

El tema del incremento de las zonas de cultivo de estupefacientes en Colombia, sí fue un tema prioritario en las conversaciones de los dos gobernantes, pero no hasta el punto que les causara gran desvelo. Al fin y al cabo, como en las conversaciones entre compadres, se trató de un asunto entre el mayor productor de cocaína en el mundo, y el mayor consumidor.

Ocultando el fracaso

La política antidrogas, durante el mandato del presidente Santos, y en general, durante los gobiernos que en el pasado fueron cobijados por las ayudas del Plan Colombia, ha sido un fracaso. Al cabo de 15 años de ayuda militar, con una inversión superior a los 10 mil millones de dólares, para un tema que terminó convertido en política contrainsurgente, hoy en Colombia unas 180 mil hectáreas de tierra se destinan al cultivo de la hoja de coca, cifra record.

Según un informe del Departamento de Estado, el número de hectáreas dedicadas a narcocultivos se incrementó en un 39 por ciento en 2015, y desbordó esa cifra para el año pasado. Durante los dos años de negociaciones con la guerrilla en La Habana, la producción del alcaloide casi se triplicó. De hecho, el país latinoamericano se consolida como el primer productor mundial de cocaína. Sin embargo, Trump y sus asesores, consideran que la ejecutoria de Santos durante los dos periodos de su mandato ha sido “exitosa”.

Semejante tolerancia tiene explicaciones de orden estratégico para la “seguridad nacional” de los Estados Unidos. Históricamente, la ayuda para la lucha antidrogas sirvió de pretexto para la militarización de América Latina. Hoy, ante la consolidación de gobiernos progresistas en la región, la militarización es un tema frente al cual la Casa Blanca no renuncia, y por el contrario, quiere reeditar.

La otra agenda

Y esa estrategia va dirigida en estos momentos, particularmente contra el gobierno bolivariano de Venezuela. En este sentido, Washington revalora el papel de “aliado estratégico”, que en los últimos años han cumplido los gobiernos colombianos, particularmente el último, de Juan Manuel Santos. Por eso a Colombia se le perdona que crezcan las hectáreas de cultivo de coca, que siga ocupando el sitial de primer productor mundial de estupefacientes, con tal de que se preste para una política de agresión contra Venezuela y los gobiernos progresistas de América Latina.

Ese proyecto de militarización está contenido en la otra agenda, la que no se publicitó mucho, pero de la que se habló más. La clave está en los contenidos de un memorando, elaborado por un  organismo conocido como el Atlantic Council, y que fue calificado por sus autores como la verdadera hoja de ruta de las relaciones entre los dos gobiernos en el futuro inmediato.

El documento habla de expandir el portafolio bilateral que tienen ambos países en zonas del mundo donde la experiencia militar y el desarrollo de Colombia puedan servir para maximizar los objeticos de Estados Unidos. Este ítem, incluye “la crisis económica, política y social de Venezuela”.

A este mismo tópico se refirió el senador republicano Marco Rubio, íntimo amigo del expresidente Álvaro Uribe Vélez, quien aseguró que la colaboración militar entre Estados Unidos y Colombia debía “profundizarse ante la amenaza que plantea la crisis humanitaria en Venezuela”.

Al terreno de operaciones

También el aspirante presidencial por el partido republicano, Lindsey Graham, expresó la opinión de que es necesario fortalecer las defensas de las Fuerzas Armadas colombianas, para enfrentar ‘una guerra con disuasión’, y si se presenta un conflicto fronterizo, “Colombia tenga cómo defenderse de los venezolanos”, es decir, como pueda involucrarse militarmente, por cuenta de los Estados Unidos, en los asuntos internos del vecino país.

VOZ conoció esta semana, que por iniciativa del Departamento de Estado y a instancias del gobierno de Michel Temer en Brasil, para noviembre de este año se preparan ejercicios militares conjuntos de tropas de Estados Unidos, Brasil, Perú y Colombia, en una base militar ‘multinacional’ construida en la ciudad de Tabatinga, en Brasil, en  la estratégica frontera amazónica de Brasil, Perú y Colombia.

El general Theofilo de Oliveira, miembro del estado mayor de la Fuerza Armada Brasileña, reconoció la existencia de este plan militar, que es un proyecto de la OTAN para América Latina. Por cierto, después de los gobiernos progresistas de Brasil, es la primera vez  que ese país se involucra en un proyectó militar intervencionista.

En otros temas de la agenda Santos Trump, se confirmó que la Casa Blanca seguirá prestando ayuda económica para el ‘posconflicto’, tras la firma de los cuerdos suscritos en La Habana con las FARC. Pero es sintomático que en la rueda de prensa al final de la cita, Trump no mencionara el tema en sus palabras iniciales, y solo se refirió a ello después de que un periodista colombiano le formulara una pregunta.

Al quinto infierno

En materia comercial, ambos mandatarios prometieron incrementar el comercio bilateral, hacerlo más equitativo, y de hecho, el día anterior a la conversación en la Casa Blanca, se instaló el Consejo Colombia-Estados Unidos de empresarios, que ese mismo día hicieron una rueda de negocios.

La prensa colombiana, desde luego, registró paso a paso la visita de Santos a la nación del norte, y la calificó como un  triunfo rotundo. Analistas latinoamericanos no comparten necesariamente ese punto de vista. La prensa norteamericana no mencionó la visita de Santos sino después de las conversaciones con Trump. No mencionó para nada la llegada del visitante a Estados Unidos.

Hay una leyenda, entre norteamericanos, que dice que en el Estado de Minnesota, casi en la frontera con Canadá, el caudaloso rio Brale se divide en dos vertientes. Una de ellas desaparece, no se sabe a dónde va a parar. La leyenda asegura que esas aguas, conocidas como La Caldera del Diablo, las recibe satanás y las lleva al quinto infierno. Es posible que Santos y Trump, con su proyecto intervencionista, quieran llevar la unidad latinoamericana y a sus gobiernos progresistas al quinto infierno. “Más claro no canta un gallo”, como dijo en Washington el jefe de Estado colombiano.