José Ramón Llanos
En el siglo XVIII la cultura occidental fue asombrada cuando se tradujo al francés Las mil y una noches, en esta versión cometieron el exabrupto literario de eliminar todos los relatos, llamésmole picantes. En cambio, Richard Francis Burton tradujo al inglés la obra en su totalidad incluyendo las narraciones de índole sexual y violenta.
Sherezada empezó a figurar en los relatos narrados en las reuniones de intelectuales y también en los juegos y adivinanzas de jóvenes y adultos, no tan mayores. Esas leyendas nadie en ningún país de Occidente se atrevió a sumarle ni una leyenda ni ninguna noche más.
Pero una mujer de origen árabe, nacida en el Caribe colombiano acaba, en un dos por tres, sin que nadie sospechara ni intuyera, que cuando se posesionara de Mintic lograría lo que durante siglos los más tesos narradores ni magos pudieron, añadir un cuento más a las legendarias y maravillosas Mil y una noches. Abudinen, en cambio sí, un relato más y un hecho asombroso: le sumó -porque de sumas se trata-, un hecho prodigioso tornó en un abrir y cerrar de ojos, para asombró de todos, tirios y troyanos y hasta badulaque Duque quedó atónito, ya que Abudinen transformó a Mintic en Mintió.
Sí señores, y algo más. Vargas Lleras, tan astuto y versado en asuntos del Estado, en El Tiempo en su columna describió con meridiana claridad todas las falacias del oscuro negocio. Sin embargo, tan vidente mirada, de pronto, en un santiamén, lo que en él era claridad devino súbitamente, mediante mermelada indecente, en oscuridad en el Parlamento ya que los militantes de su Partido no vieron nada y ¡oh maravilla! en gavilla terminaron apoyando en un santiamén a la ministra Abudinen.
Quien, entre otras cosas desapareció, ¡cojones! como dicen los caribes, setenta mil millones. De lo que se trata aquí, por los medios lo supimos, es un asunto de rata. Además, por lo elevada de la suma no nos salió tan barata.
En Barranquilla, siempre tan fiestera, algunos dicen que esa es una carnavalada. Mentirilla, carretilla, todos sabemos que esa es una Charalada. Carnavalada o Charalada, ahora lo importante es adivinar quién fue el astuto que tramó a la mensa Abudinen.
Solo deseo anotar que estamos perplejos, pero los colombianos, nadie lo ponga en duda, no somos pendejos.