La chimenea llamada Bogotá

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Bogotá aumenta sus niveles de contaminación en el aire.

Los buses del Sistema Integrado de Trasporte en la capital del país, serían los principales responsables de la contaminación del aire

Carolina Tejada Sánchez
@carolltejada 

La capital atraviesa por su mayor crisis en relación a la contaminación del aire, gracias a la existencia de material particulado, el cual se ha convertido a través del tiempo, en el mayor contaminante para la ciudad.

Para los analistas del medio ambiente, como los docentes Luis Jorge Hernández, de la Facultad de Medicina y Ricardo Morales de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de los Andes, quienes conforman un grupo de investigadores y académicos que sacaron una comunicación pública a propósito de la emergencia presentada en Bogotá, dicho material particulado como fuente de contaminación, proviene de los vehículos diésel, tales como camiones, camionetas, buses y volquetas, los cuales en su mayoría no cuentan con sistemas de control de emisiones.

Sistema de trasporte, principal responsable

Entre los vehículos que se mueven gracias al combustible diesel, se encuentran los de servicio público como el Transmilenio, el SITP y el SITP provisional, adicional a ello, las volquetas y camiones que transitan a diario por la capital. Para estos investigadores, el Decreto 057 de 2019, por medio del cual la administración distrital autorizó el pico y placa en días pasados a fin de mitigar la crisis, no es suficiente. Bogotá ha llegado a límites extremos en los niveles de contaminación, por eso la alerta amarilla para el grueso de la ciudad y la naranja para el sector sur occidental de la capital.

Lo que reflexionan los investigadores, es que es necesario una renovación en la flota de buses de servicio público, que incluye indudablemente al Transmilenio y al SITP. Los sectores ambientales también habían anunciado desde al año pasado, la crisis que se avecinaba en materia de contaminación del aire, señalando a los buses viejos y reencauchados para el sistema de transporte público, los cuales adolecían de un mantenimiento adecuado, contaminando cada día el aire de Bogotá.  Estos buses, según anunciaban los expertos, deberían tener un equipamiento especial denominado tecnología de control de emisiones. Sin embargo, desde mayo de 2018 cuando se anunció la primera alerta amarilla por esta misma situación, Enrique Peñalosa, sustentó que el alto nivel de contaminación se debía al exceso del polvo.

Este tipo de contaminación en el aire genera mayor preocupación, pues está por encima de los recomendados por la Organización Mundial de la Salud, es decir afecta la salud de sus pobladores. En un estudio realizado por Luis Fernando Mejía, director del DNP, se asegura que los niveles de contaminación de la ciudad, a inicios del 2018, estaban por el 45% de la afectación ambiental eran derivadas del combustible de los vehículos que circulan por la capital.

Para este año y sin ninguna mitigación, ni tener en cuenta las recomendaciones de los expertos en la materia, quienes se afirmaban en la necesidad de adoptar sistemas de control y tecnologías más limpias en vehículos pesados, el panorama se agudiza y vuelven las recomendaciones que esperan tener eco en la actual administración, pues la alerta amarilla no es debido al polvo, es producto de una pésima regulación del transporte contaminante en la ciudad.

Según los docentes de la Univer­sidad de los Andes, urge modernizar la flota vehicular, pero como argumentan los mismos ambientalistas, es necesario que este tipo de sistema, prohibido en Europa, se ajuste a los estándares de calidad y transiten hacia una tecnología que contenga control de emisiones. Y, por otro lado, diseñar medidas a corto y mediano plazo y programas de reducción de emisiones con medidas efectivas de orden interinstitucional.