
El Partido Comunista Colombiano, PCC, ha sido señalado de haber creado la combinación de todas las formas de lucha, CTFLM, como una táctica de guerra contra el establecimiento, sin que los autores de esta leyenda negra consideren el momento histórico en que apareció la consigna, signado por el más feroz anticomunismo. El PCC recogió la experiencia del campesinado colombiano y la sistematizó para reconstruir la democracia y superar la violencia oficial. La CTFLM (de masas) no puede ser vista como un delito sino como una de las formas de la resistencia al terrorismo de Estado y, como un resultado de las formas dictatoriales de gobernar la burguesía colombiana.
El enfoque anticomunista, anticampesino de los regímenes conservadores, ampliado al nuevo concepto de contención en el marco de la Guerra Fría, ha sido una constante del sistema político colombiano. Los manuales de formación para las Fuerzas Militares están inspirados en una orientación ideológica anticomunista, aún siguen en uso y no han sido puestos a disposición de la CEV para la cabal comprensión de la responsabilidad del Estado en el esclarecimiento de la verdad histórica.
En Colombia la violencia siempre ha sido impuesta por “los de arriba”, funcional a la explotación de la fuerza de trabajo, al enriquecimiento y la corrupción de quienes poseen el capital y el poder del Estado. El guion anticomunista impuesto por las clases dominantes ha sido contraproducente, ha trastocado el papel de la fuerza pública y ha vuelto ilegítimo el monopolio de las armas. Las misiones militares estadounidenses de 1962 y 1990 contribuyeron a formar un concepto de contrainsurgencia y de enemigo interno. Normas como el decreto ley 3398 de 1965, Ley 48 de 1968 y el Decreto-Ley 356 de 1994 que creó las Convivir, impusieron el espíritu de guerra interna.
La verdad oficial siembra la tesis de que las FARC fueron creadas como un brazo armado del PCC. Las FARC surgieron como un efecto directo de la resistencia a la violencia que creó el Frente Nacional con el pretexto de evitar “otra Cuba”. Entre 1964 y 1966, las diversas formas de lucha en el espacio rural –entre las cuales estuvo la lucha armada– correspondieron a las condiciones de la resistencia en el campo, en respuesta a la agresión oficial de exterminio. El X Congreso del PCC (1966) analizó también el papel del movimiento obrero y las luchas estudiantiles que abrían posibilidades a la acción de masas y que la dinámica política y social impuso como principales.
El XIII Congreso (1980) planteó una nueva valoración de la situación nacional. El enfoque fundamental de este Congreso fue el de la necesidad de un giro democrático en Colombia con el levantamiento del estado de sitio, la libertad de los presos políticos, la reforma agraria, la defensa de los derechos laborales y la ampliación de las libertades democráticas. La idea central era que a partir de estas aperturas institucionales se procurara una solución política del conflicto social armado. Por primera vez, un partido político planteó una fórmula distinta a la de la continuación de la guerra.
Ese mensaje fue comprendido por Belisario Betancur, quien le dio curso al diálogo, la tregua bilateral y a los acuerdos de La Uribe de 1984. Surgió en este contexto la Unión Patriótica, pero el pánico de sectores dominantes a la paz con democracia los llevó a instrumentar el genocidio político. El exterminio contra el PCC y la UP no modificó la voluntad de estas organizaciones de buscar la solución política. Por eso, el PCC considera que el Acuerdo de Paz suscrito por el Estado y Farc-EP representa la culminación de un duro periodo de lucha de innumerables fuerzas realmente democráticas.
El punto fundamental es el reconocimiento de la insurgencia político-militar comprometida en la rebelión por razones de exclusión, de injusticia social y el derecho a defender la vida y la convivencia. Lo fundamental sigue siendo sacar las armas de la política: la paz no se logra plenamente si únicamente la izquierda hace dejación de las armas, es necesario que la ultra derecha paramilitar también lo haga.
La “combinación de todas las formas de lucha” del poder contra los de abajo nunca ha sido cuestionada. En cambio, se cuestiona a quienes desde la resistencia popular se vieron obligados a utilizar una CTFLM en condiciones desiguales para defender la vida y contribuir a la democratización y la justicia social.
El PCC se enorgullece de haber actuado siempre junto al pueblo en el marco del respeto por sus luchas y de apoyo a la justicia de las mismas, desde la CTFLM con predominio de la acción política como forma principal, hasta la solución por la vía del Acuerdo de Paz, de su implementación plena y su extensión como política de Estado para el diálogo con las organizaciones que permanecen en armas, frente a las cuales reafirma su concepción de que se debe priorizar la solución política, la cual la historia demuestra que es la más eficaz para lograr la convivencia pacífica.
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