La crisis, una oportunidad

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En el campo, el 70% de los trabajadores ganan menos de un salario mínimo mensual.

María Monsalve
Investigadora CEIS

La larga crisis actual del capital puede convertirse en una opción real de cambio, bajo la condición de que se profundice la conciencia social de clase de todos los explotados por el sistema. De acuerdo con Lenin, una transformación social es el producto de la crisis en la formación social, donde las contradicciones del modo de producción se actualizan y cobran vigencia a través de las fuerzas sociales que participan en ella. Y, como lo expresó Marx, la principal contradicción detrás de la crisis capitalista es el carácter social de la producción frente a una apropiación privada de los medios de producción, y del producto del trabajo humano a través de la ganancia.

En el campo, el 70% de los trabajadores ganan menos de un salario mínimo mensual.
En el campo, el 70% de los trabajadores ganan menos de un salario mínimo mensual.

Las demandas sociales

Durante los últimos cinco años de crisis del capital global, el descontento social se ha manifestado en el mundo en contra del modelo de acumulación neoliberal, y los clamores se pueden sintetizar en el grito de más y mejores empleos, salarios dignos y en contra del expoliador sector financiero. En América Latina los gobiernos democráticos y de izquierda en varios países han sido la respuesta histórica de los pueblos a décadas del saqueo hecho por el gran capital, hambre y represión administrada por gobiernos subordinados.

En Colombia están en ebullición las acciones de numerosos sectores de la producción, el trabajo y el campo. En su orden, los campesinos del Catatumbo tienen su principal bandera puesta en la creación de una zona de reserva campesina (ley 160 de 1994) que les permita resguardar su territorio de la voracidad de las compañías mineras transnacionales. Los pequeños y medianos mineros de 80 municipios y 18 departamentos claman por la derogatoria del decreto 2235/10/12 expedido por el extremista ministro de Defensa, que le permite destruir sus máquinas y llevarlos tras las rejas, porque en su parca inteligencia no hace diferencia entre informalidad e ilegalidad.

En el sector agrario, cada subsector tiene una demanda vigente: los cafeteros, paperos, paneleros y arroceros acusan al gobierno de incumplimiento de los pactos de marzo pasado que versaban sobre subsidios por los bajos precios y altos costos de producción, y alivios crediticios.

A ello se suma una larga lista compuesta por los subsectores de cacao, maíz, leche, plátano, caña, algodón, frutas, hortalizas, avícola, porcino y ganadero, cuyas quejas dan cuenta de la precarización del ingreso de los trabajadores rurales, puesto que el 70% gana menos de un salario mínimo mensual, el abuso oligopólico de Monsanto y compañía que encarece los insumos en un 30% más, las importaciones autorizadas por el gobierno, y el contrabando.

El sector industrial reclama medidas de protección ante la avalancha de TLC. Los diez mil trabajadores en huelga de la Drummond apelan el derecho a la estabilidad laboral, pues esta multinacional los somete a ingresos mínimos con la aberrante medida de pagos por hora en lugar de un salario mensual. Los trabajadores de la salud exigen la derogatoria de la ley estatutaria y el proyecto de ley ordinaria que no solo mantienen la intermediación financiera y rentística de las EPS, sino que los llevan al despeñadero de la flexibilización laboral, con pagos por el número de enfermos por turno.

El problema general

La comprensión de la sintomatología particular como un problema de orden más general y estructural, que implica a las relaciones sociales históricas concretas de la formación social capitalista, es una condición necesaria para la definición correcta de los objetivos a alcanzar, y de la organización que se requiere para su logro. El sistema capitalista, con su estela destructiva de la humanidad y de la naturaleza, está revelando su incapacidad para continuar a la palestra de la producción, la circulación y la reproducción de las mercancías necesarias para el sustento y bienestar de la sociedad.

Por eso, la lucha contra los efectos de la crisis de acumulación del modelo neoliberal debe ir más allá. Es o debe ser una lucha antisistema, que se expresa en que la inmensa mayoría explotada y excluida no acepta más el enriquecimiento desproporcionado, egoísta y absurdo de una ínfima minoría que tiene a su disposición las libertades irracionales del mercado.

La unidad de todas las rebeldías

Lenin señaló tres condiciones que caracterizan una situación transformadora, de crisis revolucionaria: i) la imposibilidad de las clases dominantes de mantener su dominio en forma inmutable, ii) la agravación más allá de lo habitual de la miseria de las clases oprimidas y, iii) la intensificación de la actividad de las masas.

La cuestión es: si la crisis del capital y su afán de enriquecimiento a toda costa está dando lugar a la configuración de estas condiciones, ¿qué hace falta? El despertar de la conciencia de clase para sí del proletariado, de sus organizaciones y de la izquierda, lo que implica el destierro de los intereses de corte individualista y sectario, que les permitan cumplir con su responsabilidad histórica.