Federico García Naranjo
@garcianaranjo
Se han celebrado elecciones generales en Alemania el pasado domingo y por primera vez en 16 años, los conservadores han obtenido el segundo lugar y han ganado los socialdemócratas del SPD. La canciller conservadora Angela Merkel culmina así un periodo de 16 años al frente del gobierno alemán tras los cuales deja una secuela de aciertos y desaciertos, estos últimos convenientemente ignorados por la prensa internacional.
Tal vez el mayor acierto fue establecer un “cordón sanitario” alrededor de los nazis de Alternativa Por Alemania, logrando que todos los partidos se abstuvieran de conformar coaliciones con ellos, dejándolos por fuera de cualquier gobierno regional o local. Algo que no han querido hacer, por ejemplo, los conservadores del Partido Popular español quienes no han tenido problema en gobernar en conjunto con Vox, la ultraderecha de ese país.
Entre los desaciertos, el más grave fue la gestión de la crisis financiera de 2008, pues obligó a los países europeos, en particular a los periféricos como España, Irlanda o Grecia, a endeudarse con la banca alemana para salvar a sus propios bancos y luego a pagar la deuda a intereses de mercado, provocando que los Estados de bienestar terminaran de desmantelarse y se retrocediera varias décadas en avance social. La culpa de que varios millones de familias europeas terminaran haciendo mercado en los contenedores de basura es suya.
El alemán es un sistema parlamentario, es decir, los ciudadanos votan para elegir el parlamento y este a su vez elige al primer ministro, o canciller como se denomina allí. Para ello se necesita que un partido obtenga la mayoría absoluta -que no ha sido el caso- o que se conforme una coalición de partidos que reúnan los votos suficientes para hacer mayoría y conformar gobierno. Este último es el escenario actual. Los socialdemócratas han obtenido un resultado histórico, 26%, que no es suficiente para gobernar, pero les da la prioridad para invitar a otros partidos a apoyarles.
Se abre entonces un periodo de negociaciones en el que los socialdemócratas deberán conversar con los verdes (14,8%) y los liberales (11,5%) para llegar a acuerdos programáticos y burocráticos (allí se asume sin pudor) y así lograr la mayoría necesaria. No lo tendrán fácil porque si no logran la mayoría, el segundo partido en votos, la coalición conservadora (24,1%), tendrá entonces la posibilidad de hacer lo propio.
El mayor reto que enfrentará el posible próximo canciller, el socialdemócrata Olaz Scholz, será no tanto convencer a los verdes con quienes comparte la preocupación por el medio ambiente, así como una actitud abierta y respetuosa con la migración, sino con los liberales, quienes están más cerca de los conservadores pues comparten su neoliberalismo, su proclividad a poner trabas a la migración y la intención de aumentar el presupuesto en defensa y seguridad.
Así las cosas, el triunfo del SPD no puede llevar a pensar que el próximo gobierno alemán será de izquierda, más aún cuando el partido La Izquierda (Die Linke), heredero del partido comunista, ha obtenido un resultado por debajo del 5% que lo deja con una representación testimonial. De modo que sea cual sea la coalición que forme gobierno, Europa y el mundo solo pueden esperar cambios cosméticos. En cualquier caso, por más superficial que sea el viraje, el triunfo socialdemócrata no es una mala noticia para la política social y para las personas migrantes.