Renata Cabrales
@RenataRelata
Me apasionan las distopías: en cine o en literatura. Pero, no me refiero a las películas apocalípticas de Hollywood, donde al final los gringos salvan la humanidad, no. Me llaman la atención las historias donde triunfan el amor y la solidaridad por encima del caos, como el Ensayo sobre la ceguera, novela distópica de José Saramago. Una joya de la literatura de este género, cuyo tema central gira alrededor de la idea de cómo, poco a poco, surge la verdadera naturaleza humana en medio de la fatalidad.
Entre sus personajes hay una espectadora silenciosa: La esposa del médico (quien cuida y dirige a un grupo de ciegos) en un lugar donde las víctimas de la ceguera se encuentran confinadas, y el individualismo pone a vacilar la equidad, cuando se reparten los pocos recursos que reciben. Sí, en medio del caos y la incertidumbre, ella es la luz de esperanza que guía a los ciegos.
Leyendo El cuento de la criada (novela distópica), de Margaret Atwood, descubrí algo que no sé si llamar error o distracción, pues no estoy de acuerdo con la narradora en el siguiente párrafo:
“La excitación y el orgasmo ya no se consideran necesarios; sería un síntoma de simple frivolidad…Parece mentira que antes las mujeres perdieran tanto tiempo y energías leyendo sobre este tipo de cosas, pensando en ellas, preocupándose por ellas, escribiendo sobre ellas. Evidentemente, no son más que pasatiempos”.
En lo que a mí respecta, no ha habido un tiempo en que las mujeres se hayan dedicado a pensar en ellas. Es cierto que el feminismo llegó para despertar estas conciencias dormidas y sumidas en el deber de cuidar al otro y olvidarse del ser. Pero son pocas las que han salido de su letargo, como pocas las que han tenido tiempo, recursos y voluntad para dedicarse solo a ellas, por placer o simple “frivolidad”.
El feminismo ha estado ahí, algunas veces, como protagonista de historias en las cuales las mujeres se apoderan del mundo. Pero en esta distopía (del Coronavirus), que es ahora; en medio de la cuarentena estas van perdiendo la batalla, pues siguen siendo las más afectadas durante una crisis mundial, producida por el capitalismo y el patriarcado.
ONU Mujeres advierte: «Las desigualdades de género empeoran ante cualquier crisis y esto incluye que aumenten los niveles de violencia sobre las mujeres», pues muchas, con una pareja violenta están tan expuestas durante el confinamiento, por el aumento del estrés y la incertidumbre económica, que tal vez contagiarse del virus es lo de menos.
Por otro lado, la carga de trabajo doméstico y de cuidado aumenta el doble, teniendo en cuenta que los menores no van a la escuela y que algunas se harán cargo de los adultos mayores (principales víctimas de la epidemia, así que crece el nivel de atención).
En esta distopía hecha realidad, muchas mujeres son como el personaje La esposa del médico del Ensayo sobre la ceguera, pero en medio de un panorama más desolador. Un personaje importante para la supervivencia de la humanidad entera, que cuida, guía y acompaña a un grupo de “ciegos” a sobrevivir en el lugar que se encargaron de destruir. La esposa del médico deviene todas las mujeres que cuidan y que son luz de esperanza, ya no en un mundo ficticio, sino en el real y egoísta que habitamos.
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