Jonathan Fortich
@fortich79
En los comienzos del capitalismo parecía que comercio e industria eran ámbitos opuestos al arte. El desarrollo de las fuerzas productivas cambiaría esta relación.
El 28 de diciembre de 1895, Louis y Auguste Lumière presentaron al público de París el Cinematograph; una cámara que permitía registrar fotografías sobre película negativa de 35 mm. Esta, al ser expuesta a la luz con una frecuencia de 16 a 18 fotogramas por segundo, podía reproducir la ilusión del movimiento al proyectarse desde el mismo aparato adaptándole una luz. En este mismo dispositivo se podía hacer el proceso de revelado.
Tal avance era obra de Léon Bouyly, un joven ingeniero que, al no poder financiar las actividades de desarrollo ni sufragar las tarifas para sostener la patente, vendió el invento a los Lumière quienes, a su vez, contrataron a Jules Carpenter para perfeccionarlo. Al año siguiente, entrenaron a fotógrafos profesionales como operadores de cámara y les enviaron por el mundo a explotar el invento.
Diez años después, los Lumière dejarían el cine para volver al negocio familiar y desarrollar la fotografía en colores. En 1905 Alice Guy dirigió los primeros experimentos de cine sonoro. Ya existía entonces industria cinematográfica en Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos.
En el caso de este último país, estaba aliada a los intereses militares del gobierno y a su industria bélica, gracias al magnate de la prensa William R. Hearst. Una alianza que persiste hasta hoy. Para entonces, el fundador de General Electric, Thomas Alva Edison extorsionaba a los cineastas estadounidenses basado en su patente del Kinetoscope un dispositivo para reproducir imágenes en movimiento para visionado individual, anterior al aparato Lumière.
Los métodos mafiosos del mago de Menlo Park llevarían a muchos productores a buscar refugio en las lejanas tierras de California. La situación persistió hasta 1914, cuando se aprobaron dos leyes anti-trust. Para entonces, ya se habían sentado las bases de ese lugar de límites casi utópicos que llamamos Hollywood.
El nacimiento del amo
Un año después, D.W. Griffith estrenaría El nacimiento de una nación, un filme que celebraba los orígenes del Ku Klux Klan, cuyo presupuesto superó los US$100.000 de la época y cuyo recaudo de taquilla se estima en más de 50 millones de dólares. Con este nivel de rentabilidad y una baja competencia extranjera, ya que la I Guerra Mundial afectaba la producción en Europa, surgía una industria internacional que ponía en el resultado de la taquilla el estándar para definir el éxito o fracaso de una producción. Luego vendrían las batallas contra la radio y la televisión. El cine respondería con el cine sonoro, los filmes en colores, el 3D y los formatos de pantalla ancha. Paulatinamente, las compañías hollywoodenses más poderosas, llegarían a adaptarse a estos nuevos medios al punto de integrarlos.
Hoy, los estudios de Hollywood hacen parte de gigantescas corporaciones cuyos tentáculos sobrepasan los límites del arte y el entretenimiento. Se les conoce como majors y son cinco: Comcast, Viacom, AT&T, The Walt Disney Company y Sony Pictures.
Para tener una idea del tamaño de estas compañías, tomemos como ejemplo a Viacom -la menor de ellas con una participación en el mercado norteamericano del 6,4%. Esta multinacional es propietaria, entre otras empresas, de Paramount Pictures, Comedy Central Films, CMT Films, Nickelodeon Animation Studio, etc.
El cine sigue funcionando como columna vertebral pero los filmes que desde hace veinte años han acumulado las mayores taquillas corresponden a lo que se conoce como franquicias de medios (media franchise): un producto del trabajo intelectual cuyos personajes, entornos y tramas pueden convertirse en filmes, video juegos, obras literarias, programas de T.V., atracciones en parques de diversiones, piezas de merchandising, etc. En este sentido, la taquilla de las salas de cine es sólo una parte de los pingües ingresos que llegan a obtener los capitalistas propietarios de estas obras.
Las diez más taquilleras
Sin considerar la inflación, al día de hoy (12 de junio de 2019) los diez filmes más taquilleros del mundo son:
Para que se tenga una idea de la dimensión de estas cifras, lejanas a la economía de cualquier familia trabajadora, tómese en cuenta que, por ejemplo, mientras los ingresos brutos de Black Panther, la última de la lista, superan los $45 billones de pesos colombianos, el presupuesto aprobado para Bogotá para este año es de $25,6 billones.
Aparte de sus ingentes ganancias, otra característica de esta industria es que sus contenidos ocupan una parte importante del tiempo libre de los trabajadores desde temprana edad.
Estos, como en cualquier producto del trabajo creativo están cargados de ideas y, al ser obras narrativas, llegan a marcar un impacto en los espectadores desde lo emocional. Al ser además el discurso de la clase dominante, sus principios estéticos ejercen una influencia importante en la cultura universal.
Por esto, a partir de aquí iniciamos una serie de artículos mensuales que explorarán la decena de títulos arriba enumerados, buscando con ello llegar a caracterizar la posición de la clase dominante desde su discurso audiovisual. Un discurso que, como hemos visto, es de una rentabilidad asombrosa, incluso en tiempos de crisis económica. No se trata sólo de elevar nuestro nivel de consciencia. Combatir a Hollywood no es sólo defender nuestra posibilidad de tener un cine propio; es, sobre todo, atacar al gran capital desde uno de sus frentes más influyentes.