La falsa disyuntiva: anticorrupción y transición

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Foto: Farc - EP.

Heiner Gaitan Parra

No se recuerda en el país un proceso electoral que arrancara tan prematuramente, en el que hay muchos interrogantes respecto a alianzas, propuestas programáticas y candidaturas propiamente dichas.

El resultado del plebiscito del 2 de octubre marcó un punto de inflexión al dibujar un mapa político nacional que muy pocos opinadores y cientistas sociales se anticiparon en descifrar: el contrasentido entre un proceso de paz que buscó la apertura democrática y el anclaje de una opinión pública, y una masa de votantes afincados a la derecha del espectro.

Sobre las fuerzas alternativas, derrotadas en la cita de octubre, emergió espontáneamente el movimiento juvenil que, con sendos ejercicios de movilización, le demostró al bloque de gobierno, a la oposición delirante del Centro Democrático y a la insurgencia de las FARC, que la guerra estaba derrotada socialmente, por lo cual esta generación no permitiría un retorno al conflicto, por lo cual re-pactar el acuerdo se volvió una necesidad del país político a fines del año pasado.

Humberto de La Calle en la Universidad Nacional.

Con la redefinición del Acuerdo de Paz, firmada en noviembre y refrendado en el Congreso, sumado a los escándalos de corrupción que sacuden las huestes de la Unidad Nacional y el Centro Democrático, alrededor del despilfarro de recursos de Reficar y los sobornos de Odebrecht, voceros de los que se podría denominar las Fuerzas Alternativas, entendidas como esos sectores independientes, de izquierda que caminan políticamente por fuera del bloque de gobierno y la derecha uribista, se aventuraron en  aventar ante la opinión pública las tesis bajo las cuales pondrán a jugar sus esfuerzos de cara a la agenda electoral del 2018.

Por una parte, Rodrigo Londoño, en su citado discurso en el Teatro Colón, habló de la necesidad de “un gobierno de transición que garantice la implementación de los acuerdos”; mientras que, por otra parte, Claudia López, Fajardo, Navarro y el senador Jorge Robledo hablan de una alianza anticorrupción o gobierno para el cambio.

Estas dos ideas se han problematizado según la lectura que cada grupo tiene del país, las aspiraciones de los respectivos jefes políticos y la necesidad de hacer de la apertura democrática, la posibilidad para que fuerzas diferentes puedan acceder a los escenarios de gobierno.

Una breve caracterización de la tesis del gobierno de transición sería: 1) Muy pocos en este país niegan la necesidad histórica de hacer una transición civilista, democrática y territorial que lleve al país del estadio de conflicto armado a la apertura democrática. Donde las mentalidades que se construyeron bajo la guerra, de fascistización de la sociedad en una estructura vertical-autoritaria se disuelvan progresivamente al calor de la irrupción de nuevos actores y nuevos debates en el escenario. 2) Ante la necesidad de dicha transición civilista, democrática y territorial, la propuesta de un gobierno nacional de transición emerge como la posibilidad de aclimatar institucionalmente al país; disminuir la polarización al proyectar la reconciliación nacional como el camino para cerrarle el paso a los odios y a los grupos políticos que se oxigenan con la confrontación armada. 3) Dicho gobierno de transición exige el concurso de todas las fuerzas sociales y políticas comprometidas con la solución política al conflicto, es decir de quienes impulsaron el Sí en el plebiscito. En otras palabras, una alianza táctica entre la derecha santista, sectores independientes y la izquierda. 4) Que aunque de ciertos sectores de izquierda y del gobierno se comparte la premisa de la transición. La izquierda encuentra el debate en un punto de dispersión política, la derecha santista lo encuentra en el peor momento de aceptación de la gestión del Presidente. Y 5) Qué más allá de la enunciación del gobierno de transición, ninguna de las fuerzas políticas a las que cobijaría esta tesis se ha apresurado en darle contenido y profundidad, lo que se ha prestado para desinformaciones que han fortalecido el oportunismo de izquierda y el guerrerismo de derecha.

Por el otro lado la caracterización sobre la alianza autodenominada contra la corrupción es así:

  1. Es un encuentro de opiniones entre un grupo de izquierda y sectores independientes de la centro derecha, en cuanto reconocerse como minoría política que expresa fidedignamente el sí vergonzante de la campaña al plebiscito, que reforzó argumentativamente posiciones de la derecha guerrerista (el “votaremos SÍ, pero….”)
  1. Este encuentro de opiniones no alcanza el nivel de una alianza táctica reflejada en un acuerdo programático. Todo lo contrario, sus elementos primarios de coincidencia son una continuidad del “sí vergonzante”: es un encuentro que da el proceso de paz como algo realizado, haciendo creer que la implementación es un hecho dado, ante lo cual la sociedad colombiana tiene que voltear su mirada a otros problemas que atañen a la institucionalidad del país (la corrupción).
  1. Sí bien es cierto, la indignación ciudadana ante los recientes casos de corrupción, Reficar, Navelena, Odebrecht, ha hecho que los promotores de esta alianza, consecuentes con su “Sí vergonzante” y el acuerdo ya dado, antagonicen la necesidad de la transparencia pública con la exigencia histórica de cerrar el capítulo de la guerra y exclusión en el cual ha vivido país gran parte de su vida republicana.
  1. Esta Alianza Anticorrupción reconoce su personalidad política no sólo en la exclusión de los sectores establecimiento, Centro democrático y Unidad Nacional, sino también, en la negación a las fuerzas impulsoras del acuerdo de Paz, lo paradójico en este punto es que la exclusión al conjunto de fuerzas que defienden el acuerdo se hace bajo argumentos propios de la derecha marcartista.
  1. Por tanto, lo único que se conoce al respecto de dicha Alianza es la necesidad de un gobierno transparente, de manejo eficiente de los recursos, y endurecimiento de sanciones a funcionarios corruptos, etc. Lo que permite identificar un amplio vacío sobre el diseño de un programa amplio de país.

En definitiva, las dos tesis que emergen de cara al campo popular gozan de la potencia intrínseca que ofrece por un lado, la posibilidad de blindar el acuerdo de paz en función de democratizar la vida pública del país; pero, por otro lado, en la necesidad de un gobierno decente que respete las instituciones. Estas dos propuestas son perfectamente complementarias para generar una verdadera coalición anti-establecimiento que le dé garantías a la implementación, pero que también construya formas de gobernar que le permita salir al país de doscientos años de delfines, clientelas, burocracia, mermelada, etc.

Sin embargo, el antagonizar las dos tesis de gobierno desnuda las debilidades de los dos sectores. Una Alianza Anticorrupción, que no arrancó sumando adeptos, al contrario,excluyendo potenciales aliados. De dicha coalición (o encuentro de opiniones) el país no conoce un programa de gobierno que le permita a la opinión pública conocer el contenido real de lo que se propone.

Mientras que, por el lado del gobierno de transición, como no goza decontenido y profundidad, sobre todo de las fuerzas alternativas que simpatizan con esta idea; ello se puede convertir en la excusa perfecta para que la implementación de los acuerdos pasen de ser potencia política a la entrega de los objetivos de largo plazo.

En política lo que importa son las correlaciones de fuerza, no las buenas intenciones. Si llegado el momento de acordar la transición en forma de gobierno las fuerzas alternativas no han construido un programa de país puesto a jugar en el conjunto de la sociedad, la misma derecha, hoy bloque de gobierno, puede no asumir la transición como una alianza sino, todo lo contrario, como la claudicación.

Por tanto, aclimatar el diálogo entre las dos tesis en las que se mueven las fuerzas alternativas, que se plantean como una falsa disyuntiva, es responsabilidad del campo democrático. El cual no puede dejarse engatusar por los respectivos jefes de secta. Ello no implica reclamar la unidad de la izquierda, al contrario es hacer de la paz y la transparencia pública las bases sobre la cual se construya un programa político común de cara al país;donde convergen no sólo la izquierda de siempre, sino el conjunto del país nacional excluido permanentemente del debate público.

@HeinerGaitan