Carlos Chuquen
Camino de la Bogotá urbana hacia el corregimiento de San Juan, después de dejar el paisaje de montañas color ladrillo del costado sur de la ciudad, nos adentramos en el páramo hasta donde la carretera lo permite. Luego de un par de horas nos encontramos con el puesto de autocuidado y control Salvador Allende, promovido y nombrado así por la comunidad campesina en homenaje al líder chileno abatido por el militarismo y su orientación estadounidense.
Los puestos son una respuesta desde la autonomía campesina, ante el abandono del Estado en la prevención y atención a la pandemia, en el marco de toda una serie de medidas orientadas a la pedagogía y el autocuidado individual como colectivo. Estas determinaciones surgieron y se ratificaron con el pasar del tiempo, como lo ha demarcado históricamente la democracia campesina sumapaceña, en espacios asamblearios que recogen a la comunidad en general y su organización agraria y comunal.
Entre una fuerte neblina y una charruciada, encontramos una cinta en el camino que indicaba el pare, al lado de una casa que anteriormente se encontraba deshabitada, y que fue prestada por sus propietarios a la organización campesina, quien la adecuó y dispuso para el puesto de autocuidado y control buscando un lugar donde resguardarse un poco de las duras condiciones del páramo. Para nosotros no era una sorpresa encontrárnoslos en el camino, porque en días anteriores nos habíamos comunicado informándoles cuál era el motivo de nuestra visita, donde como respuesta nos recomendaban, no ir más de dos personas y cumplir con todas las medidas de bioseguridad.
Aparecieron varias caras conocidas, entre esos uno de los jóvenes del proceso de Juventud Sumapaceña, quien con amabilidad y manteniendo la distancia nos pregunta para dónde vamos, y nos cuenta que no tenían conocimiento de nuestra visita. A lo que respondimos que esta había sido informada a los coordinadores del puesto de control, un equipo de voluntarios designados por la comunidad, por su compromiso, a encargarse de tareas que van desde lo logístico (como tener una bebida caliente para quienes están de guardia), hasta distribuir los turnos entre las distintas veredas.
Sin embargo, rápidamente buscan comunicarse con uno de ellos y consultar si la visita había sido advertida. Mientras nos dan respuesta, tratamos de entablar la charla a la distancia que nos obligan los protocolos, nosotros congelados al bajar la ventana del carro, y el joven con sus botas de caucho y ruana no parece inquietarse ante la constante llovizna. Sin embargo, en el escaso intercambio de palabras nos cuenta que el frío ha estado duro, que la noche anterior cayo una nevada (un bajón de temperatura), y que a pesar de todo, el puesto de control se mantiene donde se ha coordinado con las distintas Juntas de Acción Comunal para que estas envíen sus delegados y se cubran turnos de 12 horas. Un esfuerzo individual de quienes asumieron el compromiso, pero también familiar, ya que esto implica cubrir las tareas en la finca de esta persona, donde la faena del campo no da espera.
Luego de la rápida respuesta de uno de los coordinadores, nos toman la temperatura, nos dan gel con alcohol para desinfectarnos las manos, desinfectar el carro y recuerdan la necesidad de mantener el distanciamiento social, y nos dan permiso para seguir. Asombrados de la gran organización de la comunidad, nos dispusimos a avanzar en nuestra tarea, rápidamente llevar unos utensilios de bioseguridad que se habían recolectado desde la solidaridad en lo urbano y luego poder hacer una nota periodística sobre cómo la comunidad había mantenido a raya al virus del Covid-19, producto de la disciplina y el esfuerzo colectivo.
Este día rápidamente entregamos algunos insumos, como alcohol, tapabocas y guantes a los coordinadores del puesto de control, hicimos unos videos y pudimos recoger elementos para una nota de este semanario. Fuimos a lo que fuimos y nos devolvimos, disciplina que incomoda algunos, que parece que no ven la gravedad del asunto, o que la mera voluntariedad los lleva a llevar la contraria.
Desde esta visita a inicios de la pandemia no volvíamos, hasta el pasado domingo 8 de noviembre, cuando nos invitaron a acompañar a una asamblea en la que se convocó la participación de distintos delegados y delegadas de las Juntas de Acción Comunal y la organización agraria, con el fin de hablar de la posibilidad de levantar los puestos de autocuidado y control. En esta reunión presidida por el presidente de Asojuntas y por algunos de los coordinadores de los puestos de control, donde se sumaron el alcalde local (encargado), algunos de los ediles de la localidad, y la concejal Heidy Sanchez de la Colombia Humana – Unión Patriótica, quedaron vacías las sillas del personero local y la personera distrital, quienes también fueron invitados de manera formal.
En el espacio, una a una las Juntas de Acción Comunal fueron respaldando la medida de puesto de control, expresando la necesidad de corregir algunos puntos, pero manteniendo el consenso de la importante tarea que estos habían asumido. Sin embargo, llegando a la decisión de levantarlos y exigir al Estado asumir la tarea. La decisión se tomó, primero, por el desgaste que se venía presentando en el esfuerzo de mantener los relevos en el puesto de control, y es que luego de 8 meses de estar aguantando las duras condiciones del páramo, el frío va menguando la capacidad y la voluntad.
Lo segundo, ante lo que ellos denominaron una campaña de persecución del personero local, donde algunos recordaron hechos como los ocurridos el día 25 de octubre, que increpó a los representantes de la comunidad que indagaban por un desfile descomunal de camionetas de distintas instituciones del distrito, que iban a realizar un evento en el Colegio Juan de la Cruz Varela en la Unión. Actitud, que generó gran desaire en la comunidad, ante un personero que arremete contra tal iniciativa comunitaria, pero poco o nada ha realizado para exigir la mejora de la prestación de los servicios relacionados con el derecho a la salud, los cuales, para las necesidades de la comunidad, resultan precarios. Y tercero, la decisión tardía, luego de ocho meses, de la administración local, para que en la llamada “reactivación económica” se contraten a 20 personas del territorio por tres meses para asumir esta tarea.
En dicho espacio, se haría el llamado por parte de los ediles y la concejal de la Colombia Humana – Unión, a que las autoridades distritales atiendan las solicitudes de la comunidad como la mejora en la atención en salud, pues se señalan hechos en que varias personas han muerto en el territorio ante la falta de recursos para atender algunas emergencias, donde para tomar una prueba para el Covid-19 es necesario desplazarse por horas a la Bogotá urbana. Y es que, por parte del Distrito no se ha realizado acción alguna para la prevención y cuidado, ni desde la pedagogía, ni de la facilitación de insumos para el autocuidado que son de difícil acceso en la ruralidad, ni en la dotación de los puestos de salud fuertemente golpeados desde la administración de Peñalosa.
Entonces, se tomó la decisión de levantar los puestos de autocuidado y control, extendiendo su manejo comunitario hasta el 15 de noviembre, con el fin de contener la intempestiva entrada de turistas que se podría esperar en el puente festivo, pero también con el propósito de realizar un acto simbólico de reconocimiento a aquellos y aquellas campesinas que han estado de manera comprometida con esta ardua tarea.
Cumpliendo esta cita, el pasado domingo 15 de noviembre, a caballo, con 50 jinetes aproximadamente, en motos, y en carros la comunidad se movilizó desde las distintas veredas hacia el Salvador Allende, logrando una concentración de aproximadamente cien personas. A pesar de las dificultades climáticas, bajo algunas carpas y plásticos que se dispusieron de manera improvisada para esquivar las inclemencias de la lluvia y el frío, buscando calentarse con un buen almuerzo y una chicha campesina gestionada por la misma comunidad, se logró realizar un acto simbólico de reconocimiento a aquellos y aquellas que se comprometieron con este esfuerzo comunitario.
Los grandes ausentes fueron las instituciones del Estado, y no es claro cuáles serán las personas que contratará el distrito para realizar dicha tarea. La comunidad hace al gobierno local y distrital, y a la personería únicos responsables de los posibles contagios y el tratamiento de la pandemia, ya que el campesinado le entrega al Estado una comunidad con 0 contagios.
Ausencia del Estado para nada nueva, pues ya son conocidas las acciones heroicas desde la autonomía del campesinado para contener los incendios en el páramo, su histórica lucha por la defensa de los derechos humanos en el marco del conflicto armado, la defensa del territorio ante proyectos extractivistas, institucionales y de grupos económicos que quieren imponer proyectos como el turismo en ecosistema frágil como es el páramo.
La comunidad definió tomar la semana del 15 al 22 de noviembre para evaluar cuál es la respuesta de las instituciones, cómo se desarrollan las cosas y tomar decisiones, y por supuesto haciendo el llamado a reforzar el autocuidado comunitario desde la vereda, desde el hogar y lo individual. Finalmente, se reitera uno de los llamados más urgentes a la institucionalidad, y es que la Secretaría de Salud dote a los centros de atención de los adecuados equipos y elementos para la atención de la comunidad.