La Macarena y Caño Cristales: Entre el empuje de sus gentes y la militarización inservible

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Caño Cristales, ubicado en la sierra de La Macarena, es conocido como el “río de los siete colo- res” o el “río más hermoso del mundo”. Foto VOZ.

Roberto Amorebieta – Especial para VOZ
@amorebieta7

La primera impresión cuando se arriba a La Macarena es el imponente perfil montañoso que se levanta sobre el horizonte como una cuchilla y marca el costado sur de la serranía. Allí la montaña termina abruptamente y se precipita en un abismo de varios cientos de metros de altura y varios kilómetros de largo, tanto así que la oscura silueta de la serranía ocupa todo el horizonte. Es como un altar. Como un monumento a lo inexpugnable, a lo sagrado. La serranía es un lugar paradisíaco. Su geografía, su diversidad y sus lugares mágicos la hacen un tesoro natural único. Sus habitantes son gente orgullosa y acogedora, pero durante muchos años la violencia ha marcado la vida de esta región.

Las FARC

Como zona de colonización, a partir de los años 50 fue poblada por campesinos que huían de la violencia. Por eso mismo sus gentes han estado habituadas a la lucha y a sobreponerse a las dificultades. En los años 70 llegaron la coca y la violencia. “Todo el mundo andaba con pistola”, cuentan. “Se robaban los caballos y había que ir llano adentro con seis o siete vaqueros armados a reclamar lo robado”. El negocio de la coca, la delincuencia y el abandono estatal hicieron de esta región un foco de violencia desbordada, hasta que llegaron las FARC en los años 70. “La gente habla muy mal de los guerrilleros, pero ellos fueron los que pararon la cacería y la tumbada de monte”, dicen. “Aquí las FARC impusieron orden. En el parque principal no había un papel en el suelo, se castigaba el chisme, las peleas callejeras y la violencia contra las mujeres. Se reguló el negocio de la coca y la gente pudo sacar sus cosechas con tranquilidad porque sabía que no la iban a robar”. Gracias a la presencia de las FARC, la situación se estabilizó hasta que empezaron las incursiones de los paramilitares en los años 80, lo que coincidió con el comienzo del genocidio contra la Unión Patriótica.

Hoy los macarenenses recuerdan un episodio prácticamente desconocido, por allá en 1994, cuando los paramilitares se instalaron en el pueblo en una casa cercana al comando de la Policía y comenzó la escalada de asesinatos, “unos 40 muertos en dos meses.” Ante el desborde de la violencia paramilitar, los pobladores se organizaron, se armaron con palos, piedras y antorchas, y marcharon hacia la casa de los paramilitares para exigirles que se entregaran. “La policía y el ejército se esfumaron y allá fuimos los vecinos a decirles a los paramilitares que se fueran. Como ellos no querían salir, la gente amenazó con incendiar la casa. Entonces los tipos salieron y se entregaron a la comunidad, pero como no había autoridad a quién dárselos, hubo que llamar a Villavicencio para que mandaran un helicóptero a llevárselos, porque la gente los quería linchar”.

Los militares

Hoy en el pueblo hay presencia militar por todas partes. En el aeropuerto, un ruidoso helicóptero permanece suspendido en el aire mientras unos militares descienden a tierra por unas lianas. Militares armados hasta los dientes patrullan por las calles del pueblo, militares toman gaseosa, militares apuestan al chance, militares conversan alegremente con las chicas locales, militares y militares. Se les ve alegres, desprevenidos. A los habitantes del pueblo también. La relación es cordial. Ya no hay conflicto.

Los macarenenses ya no son los ‘cómplices de los terroristas’. Los militares ya no tienen que tratar a la gente como si fuera el enemigo. Ya no hay enemigo. O el enemigo ahora es otro, pero para fortuna de los habitantes de la región, se encuentra lejos. “Hacia abajo”, dicen ellos.

Para llegar a Caño Cristales hay que adentrarse en las estribaciones de la serranía. Primero se debe cruzar el río Guayabero, límite natural del Parque Nacional Sierra de La Macarena, y avanzar unos metros hasta el retén de Cormacarena y, cómo no, del ejército. A partir de allí se aborda una camioneta 4×4 para tomar una trocha que, según cuentan, fue construida por órdenes del Mono Jojoy en tiempos del Caguán. Como la trocha misma es ilegal, debido a que aquello es un parque natural protegido y no se permite ninguna obra civil, la vía no ha recibido mantenimiento en mucho tiempo y se encuentra algo deteriorada. No obstante, cuenta con puentes, bermas y una buena disposición sobre el terreno. “¿Cómo así?”, preguntamos, “¿vamos por una trocha ilegal que fue construida por la guerrilla, es utilizada para transportar turistas y es vigilada por el ejército?” El guía, desconcertado, se encoge de hombros. Las contradicciones de la paz, pienso yo.

Después de veinte minutos se llega a un claro donde comienza la caminata. Como no es permitido ningún tipo de protector químico, las dos horas de camino se afrontan con determinación, agua y un buen sombrero. Sobra decir que la experiencia de toparse con Caño Cristales es sobrecogedora. Hallar en la mitad de la manigua aquel río lento, que se desplaza sobre rocas negras y planas pulidas por la erosión, cubiertas por un conjunto de plantas color magenta que bailan al compás del agua, es sencillamente impactante.

El visitante queda estupefacto ante aquel espectáculo de la naturaleza. El conjunto que forman las rocas que descienden suavemente de la montaña, la impenetrable vegetación que acompaña la rivera del caño, el agua que se desplaza graciosamente hacia el río Guayabero, las plantas Macarenia Clavíjera que le dan su característico color y el azul arrogante del cielo, son una combinación que deja sorprendido a cualquiera.

La Macarena

La experiencia de visitar Caño Cristales, apreciar su impactante belleza y sumergirse en sus aguas cristalinas, hace que el visitante se reencuentre con la naturaleza y aprenda a respetarla, valorarla y, si es lo suficientemente perspicaz, a defenderla llegado el momento. Pero La Macarena no es solo Caño Cristales. Existen maravillosos destinos que se pueden conocer. Los habitantes de La Macarena, en un esfuerzo admirable, están intentando transformar la economía de la región y quieren superar el negocio de la coca para convertirse en un destino ecoturístico de interés para visitantes de Colombia y el mundo. Por ello, las posibilidades de conocer este mágico lugar son ahora mucho mayores que en el pasado, cuando el conflicto armado dificultaba la presencia de visitantes.

Lo único desconcertante de La Macarena es la obsesiva presencia de los militares en el pueblo y en toda la ruta turística. “Deberían estar cuidando la selva”, dicen los habitantes. Aunque su presencia es vista con desprevención por la mayoría de los pobladores, esta región reclama más que fuerza pública. En lugares como La Macarena se hace evidente que aquí se está jugando el futuro.

Integrar a las comunidades al país, dar oportunidades de desarrollo y respetar los derechos de la gente es la fórmula para construir la paz. Hoy los macarenenses miran con optimismo y para el resto de los colombianos es una oportunidad para visitarles y compartir con ellos las maravillas naturales que la región nos ofrece y así, desde la solidaridad, contribuir también a construir las condiciones para la paz.

Caño Cristales no alcanza los 100km de longitud ni los 20m de ancho. Es una sucesión de rápidos, cascadas, correones y pocetas. Foto VOZ.