Juan Guillermo Ramírez
La apasionada difusión del fenómeno cinematográfico dentro de la moderna cultura de masas ha generado entre el público una gran familiaridad con este medio, por lo que es común el conocimiento de su lenguaje, de los géneros fílmicos y de su historia, siendo muy abundantes los escritos sobre el cine.
Sabemos que el cine implica la proyección sobre una pantalla plana de una sucesión múltiple de imágenes impresas en una película transparente. La imagen cinematográfica es producto de una ilusión óptica que se genera a partir del doble movimiento del análisis fotográfico de la realidad visual dinámica, descompuesta en imágenes estáticas consecutivas, y de su posterior síntesis o recomposición en la fase de proyección de tales imágenes sobre una pantalla. Como la velocidad de proyección es superior al umbral mínimo de la persistencia retiniana varias imágenes semejantes son percibidas como una proyección fija, de modo que la descomposición del movimiento en la película permite su imperceptible recomposición en la pantalla. Además, se trata de una visualización socializada.
Importa aquí, analizar el lenguaje cinematográfico y sus diferencias con otros medios. La unidad del lenguaje cinematográfico es el «plano», también denominado «toma» en la fase de rodaje o filmación. El plano está formado por una serie de fotogramas consecutivos impresionados con unidad de tiempo y es una unidad de montaje de la película. Siguiendo la sistematización ofrecida por Román Gubern, un plano se define por las siguientes características: 1) el encuadre o delimitación del espacio abarcado por el objetivo de la cámara; tomando como referencia la figura humana, los planos según el encuadre se denominan Plano General (figura completa), Plano Americano (figura cortada a la altura de las rodillas), Plano Medio (figura cortada a la altura de la cintura) y Primer Plano (detalle concreto de la figura); 2) el campo, es decir, la representación del espacio visual longitudinal enfocado con nitidez, que permite disponer a varios personajes a diferentes distancias de la cámara y enfocados todos con nitidez; la mayor o menor profundidad de campo depende de condiciones técnicas (apertura del diafragma, distancia focal y sensibilidad de la película); 3) la angulación, es decir, la incidencia del eje del objetivo sobre el sujeto u objeto cinematografiado; además de la angulación neutra, se utilizan el ángulo «picado» (con la cámara más elevada que el sujeto) y ángulo «contrapicado» (con la cámara más baja que el sujeto); 4) la iluminación, que puede responder a diferentes criterios (técnicos, dramáticos, estéticos); 5) el movimiento del plano, que puede ser del sujeto, de la cámara o de la combinación de ambos. Los movimientos de cámara son la «panorámica» (giro sobre su eje sobre base fija, al modo como la mirada humana explora el espacio al girar el cuello) y el «travelling» (desplazamiento de la cámara sobre la base, como el cuerpo humano al caminar). Estos movimientos se han superado con la disposición de la cámara en el brazo articulado de la grúa y con la versatilidad de movimientos del steadycam, solidario del cuerpo del operador; 6) la duración del plano, que se puede medir en fotogramas, en metros de película o en segundos, y que afecta al ritmo o «tempo» de un film; y 7) el sonido o banda sonora, que está integrada por sonido fonético (voces), sonido musical y efectos sonoros (ruidos), y que ha podido ser registrado en directo durante el doblaje, o elaborado y postsincronizado en el estudio de doblaje.
Si revisamos las características definidoras del plano cinematográfico, observamos que las cuatro primeras (encuadre, campo longitudinal, angulación e iluminación) están compartidas por la fotografía estática, mientras que las tres restantes (movimiento, duración y sonido) son específicas de la imagen cinematográfica, e incluso la última es propia del cine sonoro. Con ello queda delimitada la frontera entre fotografía y cinematografía. El lenguaje cinematográfico, cuya unidad de montaje es el plano, es a la vez espacial y temporal; espacial por ser el cine un arte de formas plásticas o visuales reproducidas en la pantalla bidimensional, y temporal en función del flujo de imágenes producido durante la proyección. Pero como una película no se reduce a un solo plano, es a través del montaje, es decir, de la selección y ordenación de los planos, como se consiguen articular los diferentes puntos de vista del espacio y construir la temporalidad de la narración cinematográfica. Por lo que se refiere a la representación del tiempo en el cine (es muy raro que el tiempo narrativo coincida con la duración real de la película), dada su gran versatilidad, pueden establecerse nueve categorías o convenciones cronológicas: 1) tiempo consecutivo; 2) tiempo posterior tras un lapso omitido (elipsis); 3) tiempo simultáneo (fundamento de acciones paralelas); 4) flash-back (evocación del pasado); 5) flash forward (anticipación del futuro); 6) tiempo indeterminado; 7) movimiento acelerado; 8) movimiento retardado; 9) inversión del movimiento (retroceso del tiempo). Las seis primeras categorías temporales son herencia de la convención narrativa literaria, pero las tres últimas son específicas del cine, derivadas de su tecnología.
El cine nació en 1895 por obra de Lumiere como género documental y en estrecho contacto con la fotografía documental y monocroma de la época a la que añadió la dimensión fundamental del movimiento. Con posterioridad, y superada la fase del «teatro filmado» el cine de ficción narrativa supondrá un salto cualitativo, que incorporará, en primer lugar, el sonido (1927-1929) y posteriormente el color. Tampoco puede olvidarse en el caso del cine, su condición de medio de comunicación visual de masas. El cine ha heredado del teatro, del circo y del estadio deportivo la forma arcaica de disfrute comunitario y simultáneo por parte de multitudes reunidas en grandes espacios. Este modelo de disfrute colectivo ha permitido desarrollar una industria cinematográfica, que fundamenta sobre dos instancias el coste de producción de películas: 1) la multiplicidad de copias de cada película, lo que permite la exhibición simultánea del film en muchos lugares, a la vez en diferentes salas, ciudades y países; y 2) uso de salas de exhibición, de modo que en cada recinto muchos espectadores vean simultáneamente la misma película.
La televisión es un medio de telecomunicación (como lo son el telégrafo, la radio, el teléfono y la telefotografía) y como tal transmite información a través del espacio, en tiempo real o diferido, mediante mensajes iconocinéticos y acústicos. Así como los Lumiere no pensaron en principio en los usos espectaculares y comerciales del medio, tampoco Wladimir Zworykin diseñó para tal fin su revolucionario tubo «iconoscopio» en 1933, que hizo posible la televisión electrónica, sino como un medio para aumentar la amplitud de la visión humana. En relación con el disfrute comunitario de las películas cinematográficas en grandes salas, la televisión ha supuesto un retorno al principio de la visión individual del «kinetoscopio» de Edison, pero con el aparato de exhibición ubicado en el hogar del usuario y al servicio comunal de la familia. La razón de su éxito comercial es la comodidad y gratuidad del disfrute. Mientras que la imagen pictórica y fotográfica son percibidas gracias a la luz ambiental (solar o artificial) y la imagen cinematográfica es percibida gracias a la luz artificial proyectada desde un aparato, a través de un objetivo, y reflejada sobre una pantalla blanca, la pantalla televisiva emite su propia luz a los ojos del observador; en la televisión la imagen nunca existe completa, siempre está en proceso de construcción y destrucción permanente ante el espectador. La imagen televisiva es de más baja definición que la imagen cinematográfica, lo que condiciona su menor resolución y tamaño; es decir, la legibilidad de la imagen televisiva es más defectuosa que la imagen cinematográfica y por tanto con mayores limitaciones de composición e iluminación.
La televisión no es ni una «radio ilustrada con imágenes» ni tampoco un «cine doméstico» y ni siquiera los lenguajes del cine y de la televisión son idénticos ya que los procesos técnicos de producción en ambos medios son muy diferentes. Para Umberto Eco la televisión no constituye un género artístico sino un servicio que puede ser vehículo de numerosos géneros (publicidad, informativos, teatro, cine, deportes). Lo propio y específico de la televisión es la transmisión en directo, cualidad que también posee la radio, ésta sólo en el campo de la transmisión de sonidos y no de imágenes.