
El discurso de Greta Thunberg es contundente. Llama a una gestión ambiental sostenible, critica las estrategias de comercio y los TLC que corrompen la capacidad de las autoridades públicas para llevar a cabo una política ecológica y social
Alberto Acevedo
Las costas de Estados Unidos fueron sacudidas, la semana pasada, por dos ciclones de proporciones colosales. Uno, el huracán Dorian, catalogado por expertos como ‘catastrófico’, que al cierre de esta nota había destrozado las Bahamas, y amenazaba con devastar los estados de Georgia, Florida y las Carolinas.
El otro es un huracán denominado Greta Thunberg, un verdadero fenómeno mediático de la lucha contra el cambio climático, contra el calentamiento global y por la defensa de la naturaleza, contra la depredación capitalista. Arribó a las costas norteamericanas atendiendo una invitación de las Naciones Unidas para intervenir en un foro sobre defensa del medio ambiente.
El mundo ha conocido de Greta Thunberg hace apenas unos dos años, en el mejor de los casos. Desde entonces, hasta hoy, se ha convertido en referente necesario de la más audaz, atrevida e insumisa lucha de los jóvenes del mundo entero contra la indiferencia de sus mayores frente a la depredación del planeta.
Conciencia del cambio climático
Thunberg tuvo conciencia del cambio climático a los ocho años de edad, después de ver en la escuela, y en su casa, documentales sobre el derretimiento de los glaciales, el destino de los osos polares y de animales marinos que paulatinamente sucumbían ante el calentamiento de los mares. Desde entonces hasta hoy, ha desarrollado un largo aprendizaje sobre el tema, con gran solvencia en el manejo de información científica.
Este conocimiento tiene que ver con que, en este momento, cuando ha cumplido 16 años de edad, maneja con propiedad los elementos de la tabla periódica, revisa los informes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, lee la curva Keeling, y sabe explicar qué son los gases de efecto invernadero y su impacto sobre el medio ambiente. La curva de Keeling, por cierto, es una gráfica que muestra los contenidos en la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera, desde 1958.
A los once años de edad sufrió un episodio depresivo que la mantuvo en convalecencia ocho meses por lo que perdió diez kilos de peso. Para entonces le diagnosticaron el síndrome de Asperger, una especie de autismo, acompañado de cierto miedo escénico.
Huelga escolar
A los doce años realiza sus primeras acciones como activista. Se hizo vegana, vinculó a su familia a la lucha ecologista. Ninguno de ellos monta en avión. El año pasado, Greta ganó un concurso de ensayos sobre el medio ambiente organizado por un periódico sueco. El 20 de agosto de 2018, una introvertida quinceañera sueca, decidió faltar a clase en su escuela y sentarse en la Plaza de Mynttorget, en Estocolmo, frente a la sede del parlamento nacional, con un cartelón, en letras manuscritas: “huelga escolar por el clima”.
Estaba decidida a no volver a clases hasta provocar una reacción del gobierno de su país. Quizá con algo de ingenuidad, reclamaba entonces que el gobierno sueco suscribiera el Acuerdo de París que busca limitar la emisión de gases de efecto invernadero, para detener el calentamiento global. Lo que nadie advirtió en ese momento es que aquel día estaba naciendo una firme y tenaz activista que, en pocos días, encararía a los principales líderes del mundo por su hipocresía en materia de lucha contra el cambio climático.
En efecto, esa huelga estudiantil se ha convertido en un movimiento internacional de adolescentes, estudiantes, artistas, científicos y activistas que participan cada viernes en manifestaciones en apoyo a la acción climática. Por la condición de mujer de la que inspira estas acciones, algunos insinúan el nacimiento de un movimiento ecofeminista.
Ante la ONU
Greta adquiere notoriedad. Participa en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en diciembre de 2018, en Katowice, Polonia (COP24), donde pronunció un discurso de alerta ante el peligro inminente, desde un “nosotros los niños”. Con sus marchas por el clima, estos niños vienen clamando, cada viernes, en países de todos los continentes, que se consideran la generación capaz de prevenir una catástrofe climática.
El 15 de marzo pasado fue un día histórico para la misión de Greta Thunberg. Cerca de un millón y medio de jóvenes salieron a las calles en 125 países y 2.083 ciudades. Una verdadera movilización global denunciando el cambio climático. En Francia, los participantes promulgaron una convergencia entre la justicia social y la ecología. Otros reclamaron la estrecha relación entre el feminismo y la ecología, pues, alegan, la opresión de género y la destrucción de la naturaleza, son dos procesos que tienen su origen en las mismas estructuras de dominación, patriarcales y capitalistas.
El pasado 21 de julio en la localidad de Caen, al noreste de Francia, fue galardonada con el Premio a la Libertad, que le representa un ingreso de 25.000 euros. “Estoy muy agradecida”, dijo y anunció que donaría esa suma a cuatro organizaciones que trabajan “por la justicia climática y para ayudar a las personas del sur del planeta, afectadas por la emergencia climática y el medio ambiente”.
‘No quieren hablar con nosotros’
Tras este liderazgo, la niña sueca de 16 años de edad ha sido ya postulada al Premio Nobel de la Paz y al momento de elaborar esta nota periodística, hacía turno para intervenir en Nueva York en la Cumbre Mundial a favor del Medio Ambiente, convocada por las Naciones Unidas. En febrero pasado había asistido ya a una sesión solemne del Consejo Económico y Social de la Unión Europea, que abordó el tema del calentamiento global.
“La mayoría de los políticos no quieren hablar con nosotros (los jóvenes)”, dijo ante el organismo de la UE. “Muy bien, nosotros tampoco queremos hablar con ellos. Queremos que hablen con los científicos, que los escuchen. Nosotros repetimos lo que ellos llevan décadas diciendo”, dijo la joven activista.
Los medios hablan de la niña que quiere enfriar el planeta. En la última semana de julio fue invitada a intervenir en la Asamblea Nacional de Francia, para que expusiera su pensamiento. El discurso de Greta es contundente. Llama a una gestión ambiental sostenible. De las responsabilidades que los seres humanos tienen ahora para con la naturaleza y las generaciones futuras y el cambio de comportamiento individual y colectivo que ello implica.
Greta critica las estrategias de comercio, los TLC que corrompen la capacidad de las autoridades públicas para llevar a cabo una política ecológica y social. Ya enfrenta duras críticas y estigmatizaciones. Pero la ciencia y varios colectivos feministas están de su lado. Y denuncia a quienes piensan que los niños y las mujeres no tienen capacidad para hacer lo que hacen por sí mismos. La generación de Greta está aquí para cambiar este paradigma.