La palabra y sus peligros: la búsqueda del Sur

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La necesaria atención sobre las palabras y sus alcances

Ilustracion Teoria

Jairo E. Rubio

No han sido pocos quienes han reflexionado y sentido de manera generosa el peligro de las palabras. Escritores han suscitado de manera ininterrumpida, trasegando sus tradiciones y emergiendo de ello rupturas riquísimas, lo que implica un decir: sopesan, sienten, calculan, miden, se compenetran con los sentidos que el empleo de un solo término supone. No es lo mismo, como le escuché decir a un maestro de literatura, que García Márquez haya escrito en el primer párrafo de Cien Años de Soledad que el coronel Aureliano Buendía “conoció” el hielo a que hubiese escrito que lo “vio”, que lo “observó” o que lo “miró”.

Con la palabra por la que optó se privilegia una dimensión anticipatoria del personaje, lo que habrá de ser en algún momento el carácter de alguien que se lanza de manera fría al mundo, perdiendo todo vínculo afectivo atravesado por el “calor humano” y más cercano a la automatización, a la crueldad incesante (conoció el hielo). De haber empleado cualquiera de los otros verbos estaríamos expuestos tan solo a un momento más, carente de toda trascendencia para el coronel Aureliano.

También, por mencionar otro ejemplo sencillo y emblemático, Estanislao Zuleta principia el Elogio de la Dificultad así: “La pobreza y la impotencia de la imaginación nunca se manifiesta de una manera tan clara como cuando se trata imaginar la felicidad”. El “sujeto” de la oración es la “imaginación”.

La relevancia de las palabras

Una manera de incursionar en el orden de ideas que el comprometido pensador colombiano desarrolló en ese y otros de sus textos es asumir la relevancia de dicha palabrita y comprender que una parte importante de la obra de Zuleta supone, esencialmente, una indagación por la necesidad del imaginar y sus alcances.

No echó mano de una definición de diccionario y no apeló tampoco a términos como la “fantasía” o el “sueño” -hoy asimilados y condenados a la impotencia por el imperio de lo fácil y simplificador-; el énfasis está puesto en casi que una facultad que escapa a nuestro anhelo de definirlo y estandarizarlo todo y lo sitúa en la incertidumbre, en la duda, el riesgo, lo siempre emergente lejano de las seguridades y siempre potente y propositivo que tiene como marco la realización humana: la imaginación (la dificultad). Imposible de gobernar pero ávida de cuidado(s).

No es de extrañar que afirmara en otra parte que la de Karl Marx era esencialmente una crítica artística al capital, esto es, una crítica al asesinato de las dignas posibilidades de realización de los seres humanos, pues liquida de base las condiciones de posibilidades y, con ello, a los que podríamos ser, dejándonos arrojados al cálculo avasallador de lo unidimensional y a la dominación basada en la explotación de clase.

Casos como estos que evidencia una actitud sumamente cauta ante la palabra y sus peligros pululan en la historia y se dan en muchos órdenes, en lo exclusivamente formal analítico, en aquello que está mediado por otras dimensiones culturales, como en aquella conferencia en la que William Ospina se refiere a que no se puede ser escritor si no se tiene una relación supersticiosa con el lenguaje (ver: http://goo.gl/3pqZSb) o en la más pura cotidianidad en la que entendemos que no es lo mismo un “te quiero” a un “te amo” o empezamos a cambiar nuestras maneras de dirigirnos y llamar al Otro que deja de ser una suerte de objeto más para establecer una relación entrañable manifiesta en el cómo lo llamamos, en el cómo lo representamos.

Menciono estos ejemplos con la sencilla intención de volver a traer a un primer plano aquello que todos experimentamos: la atención sobre las palabras y sus alcances.

Pedagogía del conflicto

Lo hago en un momento en el que el cuidado y la precaución están al orden del día –siempre lo han estado para nosotros- y tan solo la promoción de una revaloración de nuestra manera de situarnos en el mundo, manifiesta en las palabras y las acciones, podrá otorgar un margen de realización a lo que se discute y no, y a lo que se seguirá discutiendo en los Diálogos de La Habana como punto y momento privilegiado de encuentro que para nada implica la negación o desconocimiento de otros lugares.

No es ni será posible en nuestra geografía territorial, humana, lo que allí se adelanta sin una pedagogía de la vida y del conflicto, del cuidado, una pedagogía de la palabra a la altura de los desafíos y a la altura de una nueva escritura del mundo que estamos en deuda de asumir, exigir y emprender en este nuevo momento mediante una agenda comunicativa y formadora exigente, vivencial permanente.

Una que acepte que si bien sabemos que cuando se cede en las ideas se termina cediendo en las acciones, también se debe afirmar que cuando no haya apertura a otros discursos estaremos avocados al desastre, pues bien los hay que aunque transitan senderos distintos al nuestro los une un mismo Sur. Y no se les debe dejar pasar sin que nuestras mutuas miradas, nuestros vocabularios vitales se enriquezcan y avancemos en medio del peligro de las palabras y de otros tantos menos inteligentes y menos cualificados que no dejan de estar presentes.

La invitación es pues a “sentipensar” nuestro vocabulario vital.