La pandemia utilizada para incrementar la tele-explotación

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El trabajo en casa se ha mostrado como una nueva modalidad laboral, un nuevo modo de organización de la producción, con dos características: la deslocalización del puesto de trabajo y el uso de Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC). Es una estrategia del capitalismo, cuyo fundamento se centra en recortar los costos y explotar más a mujeres y hombres.

Basado en argumentos engañosos, el empresario capitalista con su modelo neoliberal vende la promesa de una menor explotación, con flexibilidad de horarios, que mejoraría la calidad de vida de los asalariados y configuraría además, condiciones óptimas para crear relaciones armónicas entre la vida laboral y la familiar; con las promesas falaces de más tiempo para la familia, la eliminación de las ausencias diarias del hogar, ahorro de recursos económicos, más tiempo para el cuidado de los hijos e hijas y el disfrute del entorno hogareño.

La trampa tendida al asalariado tiene por objeto que este termine financiando parte de los medios de producción, prologando su jornada de trabajo a costa de su tiempo para reparar las fuerzas perdidas y para compartir con su familia. Es una estrategia para imponer la flexibilidad laboral que oculta la doble jornada de trabajo y las políticas neoliberales para escamotear importantes conquistas obtenidas con largas y duras luchas.

El teletrabajo incrementa la explotación, acaba con el entorno familiar ya que convierte al hogar en una especie de sede laboral, transfiere los gastos de energía, agua, conectividad, y aún el desgaste de los medios de producción del patrón al explotado.

El teletrabajo está lejos de ofrecer ventajas y tampoco es una nueva forma de explotación laboral; constituye, más bien, un retorno a los inicios del capitalismo y a una de las formas de explotación más inhumana llamada putting out system, que es un tipo de organización del trabajo del siglo XIX, en el cual las familias eran subcontratadas para el trabajo a destajo, que fue reemplazada por la jornada de trabajo por horas, gracias al movimiento obrero del sistema fabril, por medio de innumerables e históricas luchas.

Efectivamente, la jornada laboral actual es un logro del movimiento obrero internacional, desarrollado a lo largo de los siglos XIX y XX. Sin embargo, sin desconocer que diferentes tipos de putting out systems se han mantenido, especialmente en las economías domésticas (el trabajo de las costureras cuando hacen piezas a destajo), ahora el computador reemplazó la máquina de coser.

La ley 1221 de 2008 plantea tres modalidades de teletrabajo: Teletrabajo suplementario (trabajadores con contrato laboral que alternan sus tareas entre la empresa y fuera de ella distintos días de la semana, usando las TIC para el cumplimiento); Teletrabajo Autónomo (trabajadores/as independientes o empleados que usan las TIC para el desarrollo de sus tareas desde cualquier lugar); Teletrabajo móvil (trabajadores/as que utilizan dispositivos móviles para ejecutar sus tareas, no tienen una sede definida de trabajo).

El decreto 0884 de 2012 reglamentó las formas descritas en la ley, pero aún faltan muchos aspectos que deben reglamentar el relacionamiento de asalariados y sus patronos. La normatividad parcial ha permitido la explotación y reproducción masiva de esta modalidad, incrementando la desprotección de los trabajadores, con lo cual se incrementa la precariedad laboral.

La pandemia aceleró el desarrollo del teletrabajo, hasta diciembre de 2018 había 123.000 personas realizándolo, para Fasecolda y las ARL, en la actualidad existen entre dos y tres millones de asalariados explotados bajo esta modalidad. Una vez más, se demuestra que cualquier avance tecnológico tiende a incrementar la explotación del trabajador y a multiplicar la plusvalía que eleva la concentración de la riqueza.

La contra-reforma laboral establecida en el Plan Nacional de Desarrollo se aplica plenamente: más trabajo y menos salarios, contratos flexibles y a través de bolsas de empleo, ninguna concertación. Lo que se estila es la manipulación de los medios de comunicación al servicio de la oligarquía, con la cual crean un ambiente de incertidumbre, temor al futuro y además venden la idea que es preferible tener un empleo, aunque mal pago, que entrar a hacer parte del “ejército de reserva” que fue analizado por Marx en El Capital.

El movimiento sindical tiene el deber y el compromiso de luchar unitariamente y con audacia por la conquista de un Estatuto Laboral Democrático, que establezca una jornada de trabajo inferior a las 40 horas actuales, justificadas por la gran tecnificación de los instrumentos de trabajo que han multiplicado en los últimos 70 años la productividad. Ese estatuto debe establecer además la eliminación de las bolsas de trabajo, toda forma de trabajo informal; la imposición del sindicato único de empresas y la penalización de la persecución sindical.

La lucha por este objetivo trascendental debe comenzar ya, para mañana es tarde. La creatividad de mujeres y hombres debe proponer formas de luchas inéditas, efectivas, que posibiliten rápidamente la conquista de este objetivo, que pondría las relaciones obrero patronales al nivel de los grandes aportes y avances hechos por la humanidad en la segunda mitad del siglo XX y lo transcurrido del siglo XXI. El hombre que está explorando el inmenso universo desconocido, no debe seguir trabajando con las relaciones laborales implantadas en el siglo XIX, a época de un desarrollo técnico científico precario.

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