Gabriel Ángel
@GabAngel_FARC
En estos días nos presentaron las imágenes de la captura, de quien nos describieron como peligroso delincuente, identificado con el sobrenombre de El Bizco. El diario El Tiempo publicó un video del momento en que el hombre era ingresado a una instalación policial, donde le hicieron la reseña correspondiente.
La noticia hablaba de un integrante de una de esas bandas que han dado en denominar Rompevidrios, que según informes había intentado atracar a una mujer que conducía un vehículo particular en la noche. También refería que el sujeto había obrado de modo semejante con otra mujer, a la que amenazó con cortarle la cara con un cuchillo.
Siguiendo la nota me asaltaron varios pensamientos. En primer lugar el aspecto del individuo. Un hombre delgado, de baja estatura, manos toscas, que procuraba evitar que la cámara tomara su rostro. Un rostro que cuando la cámara pudo captar, revelaba sufrimiento, hambre, pero también algo de experiencia en esas lides. Parecía burlarse de todos.
Vestía una gorra gris, vieja, una chaqueta que alguna vez debió ser blanca o beige, debajo de la cual sobresalía un buzo de tipo militar, camuflado. Un pantalón negro raído y unos tenis descoloridos completaban su estampa. La noticia lo describía como el terror del norte de Bogotá, lo cual me pareció exagerado. Un ratero, tal vez, un atracador quizás. Un pobre hombre, finalmente.
Que se vengó sutilmente de quienes porfiaban por convertirlo en monstruo. De espaldas al mostrador en donde lo reseñaban, volvió un instante la cabeza y vio que cazaron su cara. Entonces puso sus manos a la altura de sus orejas, y así, de espaldas hizo para las cámaras la señal de pistola con sus dedos. Sin palabras, enviaba a todos al diablo.
Tuvo suerte. El fiscal que conoció su caso dispuso su libertad. Porque no ejerció violencia alguna, y porque no hubo denuncia formal en su contra. Por eso El Tiempo decidió cobrársela, con un gesto de legalidad dudosa. Puso a circular su fotografía, advirtiendo a quienes lo vean que se trata de un peligroso criminal.
Creo que se trata más bien de uno de los millones de colombianos que viven en la pobreza, sin educación, creciendo en ambientes indignos. Cuando su captura, dijeron que había intentado hacerse pasar por reciclador, una persona que vive de escarbar en las basuras. Al parecer eso ya era mucho para él. Se trata del país y la sociedad que nos lega este régimen.
Los Rompevidrios destilan odio de clase. Atacan a quienes consideran ricos, preferencialmente en barrios del norte. Hoy quieren declararlos terroristas, antes que promover cambios profundos en nuestra injusta realidad. Bien por la pistola del Bizco.